Narra Bianca: Cuando uno está haciendo lo que le gusta, el tiempo suele transcurrir a toda prisa, tan efímero como una estrella fugaz. Como cuando por primera vez fui con Cinthia a comer helados al parque de Castle Combe, el pueblo donde estaba el internado en el que pasamos toda nuestra niñez y adolescencia. Ese día, las monjas del internado nos habían sorprendido con la noticia de que nos dejarían salir por una hora para que socializáramos un poco el domingo por la tarde, con consentimiento de nuestros padres, por supuesto. Recuerdo que teníamos alrededor de doce o trece años y salir de las lúgubres paredes del internado era lo más emocionante de nuestras vidas. Nos vestimos con nuestras mejores galas, tomamos un poco de la mesada que nos dejaban para comprar en la cafetería, y salimos