10 Creon aterrizó suavemente en el balcón de sus habitaciones, equilibrándose con cuidado mientras se transformaba. Bajó de un salto de la barandilla, con cuidado de no mover a Carmen más de lo estrictamente necesario. Estaba más pálida de lo que lo había estado antes y le preocupaba que pudiese tener lesiones internas. Llamó a Harvey y el simbiótico dorado apareció, saltando de impaciencia de un pie al otro. Había vuelto a adoptar la forma de la extraña criatura que Carmen parecía encontrar tan reconfortante, y sus largas orejas doradas se agitaban arriba y abajo, tan caídas que Creon pensó que podría llegar a tropezarse con ellas en su entusiasmo por llegar hasta Carmen. Creon recorrió el pasillo hasta su dormitorio a paso vivo y tumbó a Carmen poco a poco sobre las suaves sábanas. Es