Una hora más tarde Creon se encontraba temblando de pura ira. Carmen había vuelto a huir, esta vez con su hermana. Escuchó sumido en un silencio helador cómo los guardias le explicaban que ambas mujeres habían desaparecido el día anterior. No se habían dado cuenta de que algo iba mal hasta que habían empezado a preocuparse por la falta de respuesta al criado que había traído unos tentempiés. Las mujeres todavía no habían aparecido.
―¡Nada! ¿Dónde demonios están? ―escupió Mandra, salvaje.
―No lo sabemos, mis señores. Hemos registrado el palacio a fondo y hemos expandido la búsqueda. No parece que se las hayan llevado, más bien que se han ido por su propio pie ―contestó uno de los guardias, vacilante.
―¿Cómo han podido evitaros? ―rugió Creon con una intensidad fría que consiguió que el gu
