Kairon Loguember lamía extasiado las fantasias recreadas, en su mente siempre perturbada por el deseo s****l, a la par devoraba la carne tierna de un cordero a mitad de cocción, se imagino por instantes que saciaba su apetito con la hermosa bruja que tenía encerrada en el segundo nivel de su castillo.
Tiro los huesos destrozados sobre la mesa, en instinto animal, azotado por el deseo que no hacía más que crecer se froto su miembr0 con desesperación. Su vista inquieta se posó en Boa que yacía de pie, en una esquina apartada del comedor, pero suficientemente cerca para estar atento a sus movimientos o ha un llamado hiperactivo.
Tomó la botella de vino y la llevo a sus labios a un cubiertos por la grasa animal, incluso rastros de sangre. En fracciones de segundos consumió el licor dulce, hasta secar la botella.
—¡Burrrp, burrrp!. —La dejo sin más sobre la mesa, encamino su cuerpo hacia las escaleras, el poderío absoluto se planto en cada peldaño de la escalera, ya en el piso superior otro revuelo lo atrapó, los espíritus ancestrales revoloteaban, se dejó guiar por las colas de humo de los espectros, no trascendió más allá de los límites de su puerta, a pesar de los temblores y murmullos.
Estando frente a la puerta, de un solo arrastre en sentido opuesto abrió la madera rústica. Comprobó el extraño despertar de esos entes; los ignoro, su mayor deseo era follar, olfateó su ropa, al cuidado de no apestarle, igual encontró desagrado, a su piel se le solían colgar esos aromas mundanos, no entendía en parte, porque estaba tan impregnado, ese día su trayectoria había sido corta, gracias al encuentro con su destinada, apenas emergió.
La estela desagradable se las atribuiria a las otras servidoras o a los cañeros que se alimentaron de la carne y viceras de una de estas, sus gases y eructos después de esos manjares caníbales olían a puro basurero.
Volvió a olfatearse con insistencia animal, si deseaba follarla de a duro debía por lo menos oler bien,
—«¡Grrr!». —Gruño.
Esa noche se limpio más de lo normal, con agua a vapor. Aún resbalando algunas notas que se empezaban a enfriar con el aire fresco que entraba por la ventana, empezó a salir desnudo, algo natural para su instinto diabólico, apreciaba el poder de su cuerpo magnífico, todos alaban cada músculo, las diablas veneraban su hermoso m*****o.
Ardía por la comezón excitante de la novedad, no más de lo mismo por esos días, tenía una nueva mascota, para follar y de paso preñar. Casi corre hacia la puerta donde estaba ella, llevado por la lascivia. La inesperada sorpresa de detención lo hizo rebotar, con una fuerte sacudida.
—¡Mierda!, ¿qué rayos fue eso?.—Tan siquiera pudo tocar la manija de la puerta.
Lo intento nuevamente sin éxito, sus manos se quedaban suspendidas en un velo invisible que no dejaba que ni la punta de sus dedos la tocara.
—«¡Grrr!». —Gruño.—¡Maldición!.—Grito con frustración.—¡Boa!. —Grito con más fuerza demoniaca.
Ante el llamado los chasquidos de los pies trotaron en cadena contra el piso, en su dirección.
—¡Amo!.—El fiel Boa, no espero llegar para empezar a anunciar su presencia reverente.—¿Qué se le ofrece, amo?.
—Intenta tocar esa puerta.—Señalo el pedazo de madera rectangular bien limada que obstaculizaba su paso excitado, hacia el interior.
Boa con leve nerviosismo obedeció, los resultados fueron más caóticos, el espantoso demonio servil fue lanzado con mayor fuerza hacia atrás, sus huesos viejos y purulentos tronaron por el impacto revés.
—¡Oh!.—Una diabla subdita del palacio, mostró su asombro con cierta comezón de placer.—Al parecer su nueva mascota sello la puerta. Mí señor.
—¿De qué hablas, diabla de mierda?.—Empezaba a llenarse de irá, algo que todos temían. La diabla retrocedió unos pasos, al ver como el rojo de su forma demoniaca empezaba a asomarse.
—Son sellos que suelen hacer ese tipo de brujas, para que los demonios del bajo astral, como nos suelen llamar, no pueden penetrar su guarida.
Quedó casi desahuciado al escuchar esa retención de sus deseos carnales, ella había puesto un muro entre ellos. Casi igualaba un rechazo.
Sobó su m*****o ante la tentativa de buscar otra opción para tenerla, esa estupidez no sería suficiente para detenerlo. Su testículos ardía, tanto como la cosquilleante punta frondosa de su v***a venosa. Las diablas se lamían los labios, deseaban ordeñarlo, con sus boquitas expertas.
En especial la diabla que le había dado la informacion "Nade", era una de las tantas mascotas que solía follar a diario en el Palacete inferior. Se acercó a ella con el gesto vorágine de quién desea hasta las respuestas más inciertas para saciar su hambre.
—¿Cómo elimino esa porquería?.—Le era difícil sentir su miedo, más bien olía su deseo por el.
—Lo siento, mí señor. No creo que pueda consumar su unión con la bruja Mística, está noche.—En esa parte de negación pronunciada con poco tacto, insinuó su calor de perra. —Si desea puedo ocupar su lugar, satisfacerlo toda esta noche.
La muy atrevida froto su m*****o.
Con poca sutileza, la tomo de forma brusca por el cuello, la sacudió, ante la necesidad de liberar el ardor que los consumía, por ver dolor. La choco con fuerza contra la pared.
—Nunca se le dice no a Kairon Loguember. —Retorció un poco más sus manos, sobre la ardiente piel.—Para mi nada es imposible. ¡Maldita!.
Está, no se quejo, aun su cuerpo empezando a convulsionar por la falta de aire. Cuando la rareza de su instinto destructor, volvió a percibir con más intensidad las feromonas de la bruja, la dejo caer, entre la tos agitada de su garganta recién comprimida por sus garras.
Desnudo, con toda su naturaleza brillando con el traslúcido rojo carmesí protagonizando el ardor en sus poros.
Cruzo nuevamente hacia el interior de su habitación; ya estaba decidido a sobrevolar el palacio, quizás su desafío de bloquearlo haya dejado un espacio vulnerable.
Su ruina sería cuando el logre encontrarla y tome posesión de su cuerpo con más ferocidad de lo normal, ya sus pronósticos eran dejarla casi moribunda luego de follarla.
La ventana de la amplia habitación, dónde los espiritus seguían inquietos, detrás, el revoloteo agudo agrietaba cualquier juicio.
En el balcón, movió cada músculo fibroso de su espalda; el bramido de dolor hizo sonoridad con el rugido del magma que broto de las entrañas de los pequeños volcanes delante de su vista.
Siempre dolía cuando reventaba la carne y las grandes alas oscuras se alzaban en su vuelo agitado. Las ranuras en el extremo de las alas, potenciaban la resistencia al capturar la energía del aire que fluye para elevarlo con poder. Se lanzó al vacío, luego elevándose con la fuerza aguda de éstas. Empezó su camino en dirección a la habitación del lado. Antes intentó equilibrarse con un vuelo circular hasta volver a posarse sobre la ventana, desprotegida de barrotes.
La habitación donde estaba acogida la bruja mística, permanecía en completa calma. Su cuerpo al tocar el suelo brillante, no rebotó, todo lo contrario, se sintió absorbido por el delicioso aroma que emanaba. Incluso en ésta perspectiva, entró sin reparos, se entregó a la visión llena de ella.
No la vio a primera instancia, sus pies de forma casi autónoma trascendieron y fueron dando ligeros pasos hacia donde sentía la fuente de agua, los chasquidos vigorosos, el olor confundiéndose con el líquido transparente resbalando en su piel.
Fue más intensa la captura sensorial cuando entró a la habitación continua. Descubrió la hermosa silueta desnuda. Su desnudez se cubría con el líquido cristalino, Aún así, la respiración agitada, los ojos cerrados, sus carnosos labios susurrando algo extraño. Toda la escena inquietó su apetito voraz.
Parecía un dialecto místico, lo que hizo enardecer más su deseo. La agitación de sus pechos, incluso en un momento su respiración se elevó tanto que pudo ver las hermosas coronas de sus pechos con unos pezones bastante redondeados.
Encendió su luz carmesí para mirar por debajo del agua. Deseaba más, en un instante, con un movimiento más certero hacia ella, se hizo sentir, ésta abrió los ojos. Sus miradas se conectaron. Debía atraparla.
El hambre fue mayor, el ímpetu, la grosería de sus ojos, sus manos. Su cuerpo fue directo a la carnada tierna.
—¡Por favor, deténgase!. —Ponía resistencia la condenada...sin rendición irreverente logro aquietarla, aplicando más fuerza en su agarre.
—¡Jamás le ordenes a Kairon Loguember!. —El agua goteaba, sus pies en el arrastre, se resbalaban. A él no le importó, no era un simple demonio, por demas no tendría piedad, era tiempo de someterla.
Con algo de forcejeo la llevaba hasta la cama, aunque le dieron más ganas de follarsela en el piso cuando vio el cuerpo sensual que portaba esa cretina. La sujetó de la cintura, al notar su resistencia. También aprovechó y tapó su boca con brusquedad, no quería una bruja parlante. Su única intención era follar, cerrar la travesía y atravesar ese coño. Su cuerpo tuvo reposo sobre la amplia cama, vestida de oscuridad. La lanzó.
—Debería detenerse. Aparte, sería prudente que me dejara vestir.—No le dió respuesta.
Intentaba tapar con las manos sus pechos. Para bloquearle la vista a su hermoso coño, cerro las piernas, quitándole esa visión deliciosa que deseaba seguir observando.
—Po-po, podría. —Dijo temblorosa, —Ponerse usted, algo.—Sonrio con malicia, ante la estupidez planteada.—¡Por favor!.— Otra súplica en vano, sin duda temblaba con timidez y con cierto nerviosismo que no doblegaba sus defensas.
—¡Tú calla!. será mejor que cooperes y abras las piernas ahora mismo. —Escupio, frotando su poder contra la piel suave de su segundo manjar en toda la noche.
—Recuerda lo de mi pacto.
—No me hagas enojar, perra mentirosa. —Se lanzo sobre la cama, atrapando su cuerpo debajo de el. Sentía su respiración, incluso el miedo tan presente como su resistencia se empezaba a dilatar. Subió un poco, para sobar sus tetas. Aún sus piernas estaban cerradas, intentó abrirlas, pero ésta se contenía, con desafío.
—Será mejor que abra las piernas, si no prometo destrozártelas, arrancarte los huesos y después igual te follaré.— Confesó sin clemencia, al contrario una sombra de placer lo rodeo al ver su cara horrorizada.—Igual si te mato, te follaré también.
No estaba amenazando por amenazar. Serías capaz de eso y más, estaba loco de irá.
Rabioso por la afrenta de ésta al hacerlo ver como un débil demonio sin autoridad sobre ella, delante de sus súbditos.
Eso no se lo perdonaría.
Tomó su rostro por la barbilla y le restregó su lengua humedecida por el deseo. No tuvo más que aceptar la maniobra lasciva.
Probó ante el desespero abrirle las piernas, bajo un poco para aplicar fuerza, ante su gesto observador y frio.
Con todos los intentos, ésta no hizo más que retorcerse un poco y darle más presión para mantener sus piernas cerradas. No se aguantó, con todo el esfuerzo entró sus manos y la obligó a hacerlo. La liberación fue fabulosa, bueno, no tanto como ver el hermoso coñón invitándolo a probarlo. Se le lanzó a la masa esponjosa y comenzó a restregarle su lengua a toquetear su clítoris. En un intento más perverso, deslizó la punta de su dedo por su abertura.
— ¡Ay! —Gritó la bruja con un respingo abrupto. No le hizo caso, no le importaba su reacción, solamente deseaba satisfacerse.
Volvió a darle protagonismo a su lengua, lamer su coñon, era su postre.
Ya cuando la bruja empezaba a ceder gustosa, olfateó y a la vez se alimento con sus fluidos.
En el fondo todas eran unas putas, sería más que un festín, siguió chupando un punto para seguir registrando sus orgasmo.
¡Rico!, como ésta se movía en círculo, invitandolo a seguir la exploración, se retorcía de placer, incluso se toqueteaba los pezones. La bruja mística estaba fuera de control, gozando todo lo que le podía dar el y su lengua maestra. Después de sentir sus temblores, comenzó a subir para atrapar una de sus tetas. Tenía unas tetas enormes y unos pezones bastante apetecibles. Chupó cada uno de ellos con ansiedad. Se retorcía.
—¡Ay bruja, te mataré a puntazos, te romperé el coño, le susurró, no se apartó.— «¡Grrr!». —Cuando llegó a encarar su rostro y ver sus hermosas fracciones, intentó besarla. Esta mantuvo sus labios apretados. Ante el quieto desafío, volvió a abrir sus piernas y se acomodó entre ellas. Si no abría la boca y le daba la satisfacción de entrar para chupar su lengua y probar el dulzor del interior, se las pagaría. Intentó nuevamente abrirla, incluso se despegó.
—¡Abre la boca, maldición!.—Se miraban, noto su semblante, entre el helado desafío y la creciente olas intrépidas de su excitación.
—No lo haré. Puedes tomar mi cuerpo, pero ya la esencia de mis labios, la tendré renegada para ti, demonio lujurioso. —El escuchar eso, desenfrenó más su fuego, la furia estaba en el aire.
—Entonces tomaré lo que sí está en mis manos. Colocó la punta de su m*****o en la entrada de su coño, lo punteó. Pensó en un principio que su aparente dolor e incomodidad era un drama barato. Se alejó un poco y volvió a puntearla con más fuerza. Para que grite con gusto.
—¡Ay!.—La bruja. Exclamó un grito desgarrador.