Conexión, miel con gritos de dolor.😵‍💫

1942 Words
—¡Ahhh!.—Grito, ante el indescriptible placer de sentirlo frotar con hambre animal su femineidad. Se habia dejado arrastrar sin remedio por ese torbellino de placer, al que había sido arrastrada sin piedad, aliñado a un oscuro gozo que exploraba y la empezaba a ser esclava. —«¡Grrr!»—Gruño, antes de introducir sus pechos en su boca. Su inagotable excitación era sobrenatural. No la había dejado dormir en toda la noche.—¡Uhhh!, te la daré, bruja.—Le propino un fuerte azote en sus glúteos, evidenciando su bestialidad lujuriosa. Su interior se resistió con estremecimiento y placer. El caliente de su esperma, se regó, sentía la humedad resbalosa, bañar sus pliegues, mezclado con su propios fluidos. La liberación de sus enredaderas le produjo un malestar de vacío. "Debes estar loca Vieda, te está gustando fornicar con este demonio lujuriosos". Pensó. En vigilia de su accionar, rodó un poco por la cama y le dió la espalda, con claridad entendió que no estaba saciado. Su apetito voraz por poseer, era como un agujero negr0, infinito... —«¡Grrr!».—Lo sintio gruñir, con un toque relajado. Debía resignarse y aguantar. Igual le gustaba. Se mordió los labios antes de correr al baño. Se sumergió en las aguas por largo rato, para aplacar un poco el ardor entre sus piernas. En el solaz de esa calma que creo, escucho cierto movimiento en la habitación. La inconfundible voz de Boa. Rezo para que se llevará a su rey ninfómano. Un deseo sin esperanzas de volverse realidad. El portazo de la salida choco con estruendo, revolucionando crujientes ecos entre las paredes. Kairon seguía ahí, su olor inquietante le llegó como una nube afrodisíaca. —Vieda, no puedes convertirte en lo que más odias.—Dijo entre dientes, con el temor de que sus palabras se hicieran realidad; no muy lejos, si era cierto lo de las almas llama gemelas, que vibraban en espejo. Su deseo compartido sería mutuo. Se tocó la piel fresca, aún temblaba por el recuerdo grabado de sus caricias. Cerro los ojos, en exploración a sus deseos. Se tocó en ese punto que no dejaba de palpitar. —«¡Grrr!»—El gruñido del demonio, la saco de su trance excitado.—¿Te masturbas?.—La pregunta, impertinente fue como si le arrojarán un valde de agua helada, junto a su rostro inexpresivo.—Creo que terminará gustandote más follar que a Bastix. —No le gustó esa comparación, menos con una diabla libidinosa del bajo astral. Cambio su forma de verlo mientras salía de la tina, sin procurar tapar su desnudes. Le pasó por el lado, algo mojada, buscando quietud, para transmutar la rabia que empezaba a sentir. —¡Hey!. —Quiso llamar su intención, más lo ignoro, su objetivo fue la capa, que yacía sobre el suelo, casi derrama una lágrima de impotencia. No tenía tan siquiera una toalla para secarse.—¡Maldicion, no me ignores cuando te hablo!.—La tomo del brazo con violencia, en un movimiento que la hizo girarse. —Dejame en paz, estoy deprimida. ¡Mira!.—Le mostró la capa, con la que habia llegado hasta ese lugar, ya estaba algo mugrosa.—Presumes de que soy tu reina y no tengo ni con que secar mi cuerpo.—Respiro aliviada, luego del desahogo momentáneo, odiaba estar sucia. Era de sus mayores fobias.—Odio la mugre. —«¡Grrr!».—El ruido animal, más el semblante seco, del atractivo demonio que se paseaba con sus bronceados músculos muy cerca de ella, fue la única reacción. —Sabia que no te importaba. —Se sentó en una esquina de la cama, por el rabillo del ojo vio la bandeja de comida que había llevado Boa, se le hizo agua la boca al ver la variedad de frutas, en especial las fresas. Se chupo un dedo, sin reparar en la observación meticulosa de Kairo a sus movimientos. —Me sorprende lo cretina que eres. Aparte de tonta.—La acababa de agredir, con una casi nefasta ofensa verbal. —Pues tienes una opción respetable, rechazarme. Y quédate con Bastix. —Se levantó para encararlo con valor.—Como le dices.—Fingió no recordarlo bien por un segundo.—Mi preciosa. —Estas celosa. —No, solo te doy opciones. También te sugiero que si deseas mantenerme a tu lado dignamente, al menos me consigas toallas y las cosas que me hacen feliz.—Sabia que estaba rebasando los límites, el demonio Carmesí podía prenderla en fuego con un solo toque. Incluso matarla de una forma lenta y sádica. Trago en seco ante esa posibilidad sangrienta. —Pues, abre el baúl, cretina. —Le dió la espalda. Pasmada ante esa información, solo le quedó encogerse e ir algo avergonzada hasta donde estaba perfectamente acomodados unos baúles gigantes. Antes de abrirlo, lo miro con discreción, sus ojos se enlazaron. No podía negar la química explosiva. «¡Ay!, Vieda Zafil, te fascina ese ser siniestro». Al volver a sentir una pizca de deseo asaltar su punto más sensible, le quitó la atención. Intento concentrarse en la piezas que encontro en el baúl, muy bonitas, Tomo una toalla de algodón, pantaletas, también sábanas de colores pasteles y una hermosa bata, que la hizo flipear. —¡Tan linda!, jajaja.—Solto una carcajada inocente, olvidando la presencia del demonio que no dejaba de verla con una necesidad macabra. —¿La hacen feliz esas estupideces?.«¡Grrr!».—Lo escucho. Le dió la respuesta más ingeniosa de todas, se levantó, seco el cuerpo que tanto le gustaba tocar al muy depravado, se puso la delicada bata blanca, amaba el detalle del pequeño lazo en la parte delantera. Sabía que le debía quedar hermoso. Siguió ignorandolo, esos detalles le hacían olvidar el infierno en el que vivía. Literal. Lo último en tomar fue un cepillo. Lo deslizó por su larga cabellera. Podía pasar hora cepillando su larga melena. —¡Deja esa mierda!.—Animal vulgar. Pensó. —Ven a desayunar con tu amo y señor. —¿No te agrada mi cabello plateado?.—Fingió inocencia recordando su objetivo de intentar doblegarlo. Un esfuerzo que la ayudaría a obtener su libertad.—Mis hermanas de la cofradía siempre me decían lo hermoso que es. —No es eso. ¡Ven!. Come algo. Pienso pasarme el día contigo. ¿Entiendes?.—Lo último fue una advertencia. Dejó el cepillo encima del hermoso baúl, se acercó hasta donde estaba Kairon. La amplia bandeja reposaba sobre una mesa, que sin duda había llevado Boa y demás serviles, durante su extenso baño. Igual el sofa. Le hizo señas para que se sentará a su lado. Obedeció con premura, temiendo incomodarlo y ella misma demostrarle como le afectaba su cercanía aún sin estar enredados sus cuerpos. Tomó una fresa, se la llevó a los labios. Jugosa, se lamió con urgencia melosa. —¿Te gusta?. —Asintió sin capricho.—Si te portas bien, te consentiré como una de mis pertenencias favoritas.—La palabra "pertenencia", estaba fuera de lugar, pero que se podía esperar de un demonio. Le resto importancia a las formas crudas de expresarse, sin respeto a las mujeres. —Incluso te llevaré a tu mundo de compras. —Sujeto uno de sus pechos.—Cada vez que quieras, pero debes ser complaciente conmigo. —Lo siguiente en sentir fue el calor de su cercanía, su lengua, danzar entre el lóbulo de su oreja derecha y la longitud delicada de su cuello. —Lo prometo mí rey. —Cruzo los dedos de sus pies. Sería complacencia actuada. Sin duda. Unto algunas fresas de miel y se la llevó a los labios, complacida, el ruido de la libertad le susurraba muy de cerca. Desde otra perspectiva, Kairon estaba atrapado en la delicadeza con que la bruja devoraba las frutas y la miel, se derretía con una sutileza que lo perturba. En un asalto, doblegado por su deseo primitivo, desechó la intención de devorar el último trozo de pan, relleno de carne que aún tenía en la bandeja. Prefirió acercarse, inhalar su aroma tan dulce como la miel y la mezcla de frutas que destilaba su aliento, lamió la pegajosa esencia color ámbar. —Me enloqueces maldita. —capturo sus grandes tetas, limitado por la suave tela, impedía un contacto más directo.—«¡Grrr!», quiero comerme tu coño ahora. La bruja ñoña, no parecía resistirse a sus caricias rudas, la notaba cada vez más entregada a el. Tomó otra fresa cubierta de miel en su boca, bastante, la espesura se resbalaba por su barbilla, acudió a frenar el deslizamiento con su lengua, recogió la dulzura derramada, sesgado por su deseo de corromper la armonía. Esa puta ardía por el, su estremecimiento lo sintió la punta de su lengua, hasta llegar al roce de la fruta que compartió con su boca. Esa travesía fue muy íntima, incluso para un ser como él, que lo había explorado todo. La pulpa de la fresa se deshizo en su boca con la percepción jugosa y perfumada de su carne, dulce y ácida a la misma vez. El resto del sabor, lo fueron difuminando sus bocas. La abrió para que la explorara, gemía y suspiraba. Su v***a empezaba a llenarse de sangre caliente, bombeante, con sus venas gruesas y excitadas. Solo le basto unos minutos de caricias para volverla a tener desnuda, ansiosa. —Mi rey. —Gemía ansiosa, poseída por el contacto de su boca con sus pezones y el dedo escurridizo que resbalaba por el interior del coño humedo, a merced de sus deseos, luego de restregar su lengua contra sus pliegues. —Vez como te mueres porque tu amo, te folle duro. —La cargo, posando una de sus manos debajo de su redondo trasero, con la otra, tomo el envase con la miel. La tiró sin delicadeza en la cama. La mueca maliciosa que anunciaba su fantasía, lo delató, después de colocar un chorro de miel en su glande frondoso, tiro el envase al piso, el sonido de choque, se fusionó con el asombro del rostro excitado de su ya cretina favorita. —Ven a chupar. —Lamió los restos de miel en sus dedos, con la otra mano sostenía la majestuosa v***a, gruesa y palpitante.— Necesito una rica mamada. —No se como hacerlo.—Recordo, su poca experiencia, le malogro la tentativa de tener que frenar ese deseo. —Pasa la lengua, por la punta, luego entra todo en tu boca. —Fue su manera más simple de instruirla.—Recuerda las recompensas de tu amo.— Fue llevando su rostro hasta su punta frondosa. Parecía, dispuesta a complacerlo, aparto algunos mechones para hacer más cómoda la mamada. Cómo buena puta, restregó su lengua por la superficie. —«¡Grrr!» así.—Delicioso pensó. Lamía como perra tímida, eso no limitó la delicia de doblegarla, ver el hecho corrompido de una bruja mística, con su v***a en la boca. Una elite de cretinas. —Entrala en tu boca, sorprendeme, ¡cómetelo!.—Le ordenó ansioso, esperando con la tierna profundidad de su boca lo abrazara, succionando con aprehensión su longitud. La sensación fue contraria, un juego de dientes afilados se clavó en su cuerpo cavernoso. —«¡Grrr!».¡Ahhh!.—Grito de dolor, sacando su v***a de la boca de la bruja. No volvió a reparar en ella, salió con algo más que un agudo dolor de la habitación. Sin mirar atrás, era capaz de matarla, después de ese atentado.
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