¿Has visto un dragón?. ¿Al menos algo parecido?. De grandes alas, con el rojo voraz del fuego de sus ojos alumbrando la espesa oscuridad, la cual se hacía más densa a cada instante. Venía hacia ella, sus ojos se abrieron más, para conectarse con los de el.
Borro un suspiró, con sus palitos más tímidos, el aliento se iba, al menos la luz de su cuerpo carmesí no la dejo en completa oscuridad antes de su muerte. Sus ojos se terminaron de cerrar, algo la atrapó. Quizás la muerte o la enorme bestia que volaba hacia ella.
10 minutos atrás.
En su santuario, dónde por las noches los espiritus de sus ancestros solían visitarlo, la inquietud en su pecho era más insistente. Volvía a sentir el llamado del sufrimiento. Como si alguien intentará reflejar su dolor en el.
Cruzo el espacio vertical de su habitación con tonalidades oscuras, tan rústicas como su alma condenada. Algunos craneos se palpaban por los movimientos vibratorios del más allá. Estos reposaban encima de una chimenea. Inhaló a profundidad para condensar una brasa hirviente en su pecho y poder escupir el fuego que encendería ese rincón.
—«¡Grrr!»—Gruño, antes de lanzar el libro sobre la cama.
«Kairon, ayúdame». ¿Esa voz dulce?. Parecía de la cretina mística...miro a los lados. Los craneos seguían moviéndose.
—¡Maldicion!, muéstrenme todo.—Era un demonio, más no un adivino, incluso se le dificultaba discernir sobre esos aspectos. Su don era matar, poseer, contener en su ser una inagotable lujuria.—¡Revelenme, lo que abarca su poder!.
Una onda oscura, empezó a desplazarse hacia el balcón, la siguió. Se condensó frente a sus ojos. Parecía el abismo que veía en su basta magnitud debajo de el.
El ardor en su espalda se había calmado, se amplificó la sensación de caer al vacío. No era el.
—¡Mi bruja!.
«Kairon, ayúdame». Miró el abismo debajo de el.
—«¡Grrr!». —El gruñido dejo salir a la bestia interior, sin el caparazón que imitaba la humanidad; un híbrido entre dragón y gran centauro mitológico, con fuego entre sus venas, cuernos tan fuertes y destructivos que podrían derribar una muralla.
Se adentro en la oscuridad del abismo, sus grandes alas se agitaban como vendaval. Le daba luz a ese túnel infinito.
La sentía lejos, a la vez tan cerca. Más al fondo, comenzaba a sentir su olor. Lanzo bolas de fuego que chocaban contra las paredes volcánicas para alumbrar su descenso, hasta la profundidades sin fin.
En ese abismo, casi limbo, donde el olor no nacía, menos una fragancia tan dulce como la de su bruja podía brotar con tanta fuerza, hasta inundar sus sentidos.
La estela amielada la delató, estaba cerca. Más que eso, pudo verla, sus ojos lo atravesaron como una daga que deseaba clavarse en su pecho, para sembrarse ella misma dentro de el, con su esencia entre cada uno de sus latidos. Hacerlo su esclavo.
—«¡Grrr!».
El tormento le ganó cuando, dejo de apreciar sus ojos, con el brillo violeta. "Necesito esa luz", pensó el y la bestia que había dejado tomar el control.
Con otro leve esfuerzo la capturó. La sostuvo con necesidad. En ese instante conoció un sentimiento que antes no había experimentado. Miedo.
En ese punto muerto, suspendido en ese aire, la abrazo a su pecho.
—«¡Grrr!» Eres divina, jodida bruja. — Parecía inconsciente.
—Kairon, ayúdame.«¡Grrr!».—La bruja gruño, igual que él. No entendía.
Agito sus alas, en ascenso, impulsandose de forma recia hacia la cima, fue un tiempo eterno para alguien sin paciencia como el, portando un tierno cuerpo a su lado que se aferraba a el, como si de el dependiera su existencia. En verdad así era.
Cuando llegó a la superficie, giro en círculos, la suavidad del aire se contuvo hasta descender sobre el piso de su balcón.
— “kak, kak, kak”.—El sonido fuerte, rasposo, lo hizo mirar atrás. Una sombra se escabullía. —¿Será?. —La energía que sintió fue sustancial. La duda casi le gana la partida, de no ser por:
—¡Kairon!
Vieda, estaba delirando. La sostuvo con fuerza antes de transformarse en el rey Carmesí que ella conocía, dejando de lado el deseo de perseguir la sombra.
Se olvidó del hermetismo con lo que consideraba su santuario. Entró y la dejo sobre la cama; el largo cabello plateado, su tez de porcelana, hacian un contraste interesante con las sábanas color bermellón.
—«¡Grrr!». Se empezó a excitar. Sus ojos la exploraron. Más abajo, su coño resguardado por unas pantaletas blancas, lo intentaba seducir. Su v***a se empezo a endurecer, sin el recuerdo del dolor que le causó que le clavaran los dientes.
Desechó la intención follarsela en ese estado. Bajó la tela suave de la bata, para ocultar esa tentación.
Horas después, estaba en el comedor, cenando, sus ojos no paraban de mirar a todos lados, en busca de culpables.
Lo mataba la duda de saber si ella había preferido lanzarse al vacío infinito a estar con el o por el contrario fue alguien más.
A esas horas había revisado todo. Su habitación seguía casi igual, el llavín de la puerta parecía haber sido forzado. Pudo haber sido la bruja, aunque tenía alguien más en mente.
Las muertas serviles andaban como si nada, incluso las encontró custodiando su habitación, como si ignoraran que no se encontraba detrás de esa puerta.
—Inútiles.—Le salió decirlo en voz alta.
—¿Qué dice, amo?.—Pregunto Boa con torpeza, se le había olvidado su cercanía.
—Nada. —Tomo la última copa de vino. Hasta la última gota.—¿Sabes dónde está Bastix?. Aún se le hacia extraño no haberla visto, después de llevarle el libro. Suceso muy cercano al ocurrido con la caída de Vieda.
—Hasta dónde sé, anda de compras.
—Nada nuevo. —Respondió con desdén, las frivolidades eran parte de su naturaleza. En ella se debatían más de dos pecados; la soberbia, lujuria y posiblemente la ira, si sus sospechas eran ciertas.—Cuando aparezca me avisas. La mandaría a buscar, pero sería inútil, es muy fuerte para estos demonios de más bajo linaje.
—¿La señora Bastix está en problemas?.—No le daría respuesta, ni a ese fiel espanto, no hasta que descubra la verdad.
—«¡Grrr!».No.—Esa vez el gruñido fue de aburrimiento. Se levanto igual de enojado para irse a su habitación. —Me llevaré esto.—Tomo dos manzanas en sus manos. Quizás estuviera despierta.
—Amo, ¿le puedo llevar algo de cenar a la reina?.
—No. Está de castigo, si lo haces o uno de los serviles, le destrozare el pescuezo. —Empezó su andar brusco.
—Perdón señor, me faltó algo por decirle.—Boa, lo freno, debía ser algo importante.
—¡Habla ya!.—Estaba impaciente, loco por ver a su bruja. Estuvo a punto de perderla ese día.
—Hoy escuché el grito del Darrien.— Retrocedió hasta donde estaba el adefesio. Eran noticias muy extrañas.
—¿Exactamente a qué hora, Boa?.—Ahondó su mirada inquisitiva, los ojos saltones del adefesio mostraron temor, por igual una dosis de sabiduría inquebrantable a pesar de los nervios. Si algo tenía Boa, eran los sentidos bien agudos, más una precisión analítica y casi exacta del tiempo.
—Rayando las 3:00 Pm de la tarde, no más de 5 minutos de diferencia, sobrevoló la superficie del abismo. Luego se esfumó.—Entonces no estaba loco. Ese ruido habia provenido de "la bestia de cenizas".
—Es extraño. En caso de que resurja debe ir al "Cerrazón", con el Oscuro.
—El Oscuro no puede someterlo hasta que no encuentre a su destinada. El Darrien le obedecerá a través de ella.—Boa, era uno de los seres más antiguos del infierno. Conocía a todos. Al oscuro en si, el en parte sabía muy poco, aquel hermetico ser milenario le doblaba en edad. —Si volvió a resurgir es porque ella está cerca. Creo. Tenía más de 2000 años sin verlo.
—Imposible.—Pensó en Vieda, su bruja. Incluso cálculo la hora, en esos instantes ascendía de abismo, con ella en brazos.—«¡Grrr!». —No entendía nada.—Esta pendiente, si lo ves sobrevolar la zona, me avisas de inmediato.
El adefesio, volvió hacer su habitual reverencia, en son de respeto.
—Si, amo.
Salió tras las palabras de obediencia de su leal sirviente, le llegaron subiendo el tercer perdaño de la escalera. Ansioso por verla, su tormento se desvaneció, cuando entro a la recámara, ella aún estaba dormida. Dejó las manzanas encima de una de una mesa, se acercó para verla más de cerca.
Al contrario de su aparente paz, sus espíritus ancestrales la rodeaban con aceptación, tal fuera el que estaba sobre la cama.
—¡Aléjense, es mía!. —Los espectros se escurrieron detrás de algunas osamentas que adornaban el espacio.
Horas después, seguía desvelado, viendola tranquila, hasta la había desnudado. Cuando los espectros se desvanecieron a las 12 de la media noche. Confió en la privacidad silenciosa.
Se acercó a su cuerpo, engulló uno de los pezones en su boca perversa, al son de los movimientos agitados, alrededor de su dura v***a.
—Kairon. Uhhhh...