—Fue ella.—Dijo entre dientes, luego de volver a ser expulsada de su propia habitación, por su amo. Nunca la había tratado con desprecio, incluso había ignorado lo hermosa que se veía esa tarde.—Recuerda quien eres Bastix. No le cedas tu lugar a esa maldita bruja.
Afiló sus uñas, con el emotivo deseo de hacer justicia. Avanzó por el pasillo, tocando las paredes con sus más afiladas garras color púrpura, que ya se habían elevado a su máxima expresión.
La cosa fea no estaba cerca. Mejor para llevar a cabo sus planes. Solo vió en las cercanías algunas muertas serviles. En específico 2, al frente de una puerta, al instante su intuición le delato la posibilidad de que la intrusa estuviera ahí dentro.
—¡lárguense!.—Su aura fría la percibía con el horrible contraste que pronunciaba un tenaz escalofrio en todo su cuerpo.
—Disculpe, señora. —Las muertas no se movieron, parecieran custodiar la entrada de la habitación.—Estamos cuidando de la reina, por orden del amo. La otra asentía, con ligeros movimientos de cabeza.
—Entonces son las escuderas de esa perra.—Solo una hablaba. Se agachó para ver el rostro de la posible muda. A una la reconoció, el rey le había mandado a cortar la lengua, unos años atrás.—Entrare, necesito darle la calida bienvenida a esa.
—Su nombre es Vieda, mi señora.—Ya empezaba a notar ciertas cortesías y confabulación con la bruja aquella.
—¿Y el tuyo cuál es?.—El veneno purpurina que a veces atragantaba sus venas mezclada con su fuego natural, estaba a punto de desbordarse.
—Livia.—Respondio atormentada. Le gustaba verlas así, temblorosas...a la espera de lo peor.
Posó una de sus garras afiladas debajo de su barbilla. Obviando la piel gélida de ese cascarón sin latidos e impertinente.
—Te anotaré en la lista de las próximas serviles que se quedarán sin lengua, si no te quitas de mi camino. —Clavo ligeramente la punta.—No vuelvas a desafiarme, mencionando el nombre de la insulsa.—Presionó más.
—Si, señora.—La uña rodó, dejando una linea horizontal en ese lado de su piel, cuando ella se movió para dejarle el espacio libre. La muda la siguió.
—Otra cosa, no sé atrevan a decir nada o Sisi les hará una interesante visita. —Señalo a la que le había dicho que se llamaba livia.—Habia olvidado que la otra no tiene lengua. ¡Jajajaja!.—Empezaron a correr como las ratas que eran. No sabía porque, ella no se ensuciaría sus delicadas manos con esas basuras.
Las vió por última vez, cuando se escurrieron al doblar en dirección al pasillo mayor.
Sin estorbos a la vista.Todas sus energías estaban predispuestas para la hembra que le había hecho daño a su rey.
Empuño el pomo de la puerta, lo retorció. Estaba cerrado, más no importó, aplicó algo más de fuerza y lo quebró desde el interior. Deslizó con ansiedad la puerta, hacia el interior.
Una bocanada de aire, con un trasfondo diferente la invadió, olía a ella, a él, a sexo. Sin duda el rey había pasado la noche con ella.
—Espantosa habitación.—Pateo uno de los baúles, que yacían sobre el suelo, sin distinción, ni sentido de la estética.
—¿Qué hace usted aquí?.—Arrastró sus ojos por la figura de la bruja, venia saliendo del baño, aparentaba estar sorprendida por su visita. Se acercó de forma temeraria, a segunda vista le desagrado el comprobar que era casi su némesis, su maldita belleza angelical, se oponía a la suya, pero igual era bella. Diferente.—El rey no está aquí.
—Claro que no está aquí.—Acortó la distancia, la bruja por igual la imitó, salió más del otro espacio, forrada con una bata infantil. —Esta en mi habitación, huyó de ti luego de que casi le arrancas la v***a con la boca. ¡Jajajaja!. —No pudo evitar reír. Más con la cara de tonta que ponía, esa insulsa.
—Me alegra que esté con usted, así podré descansar. Kairon no parece saciarse de mi. —Se le agito un tormento en el pecho, al escucharla, de la forma tan plácida que expresaba su triunfó.
—Como me gustaría que nunca hubieras aparecido, en nuestras vidas.—Su pecho temblaba, la forma dócil y grácil al moverse, sin mostrar temor...solo sutileza y confianza. La ponían en rojo, en el aspecto menos positivo para ella. Su amado rey podría verse encandilado por su Yang. Hasta el peor de los demonios se dejaba seducir por una paloma.
—No aparecí, el rey me encontró. —Vieda era consciente en ese instante del peligro que corría, ya en los ojos de la diabla brotaba lava. Su animadversión por ella era más espesa.—El me arrastró con el, me atrapó en su mundo.— Replicó, intentando convencerla de su inocencia. Tal cual, ella solo era una víctima encadenada a una dimensión incompatible a su espíritu sosegado.
—Seguro, tuviste una visión, con el y decidiste ponertele fácil.
—Bastix.—La llamo por su nombre, como si fuera una más de sus compañeras de cofradía.—No te engañes, el pudo haberme rechazado, dejar que uno de esos carroñeros me devorarán, como lo hicieron con una de mis hermanas.—Se acercó silenciosamente hacia ella, ignorando el siniestro despertar de sus impulsos agresivos.—El también me eligió. Fue su voluntad, no la mía.
—¡Noooo!..—Retrocedió al ver como Bastix saco unas enormes garras afiladas. Cada una mostraba un destello asesino en sus puntas curveadas.—Nunca he creído en las brujas. —Las tocó entre si, haciendo un ruido cortante en el aire.
—Ni se te ocurra intentar hacerme daño.—Esas simples palabras no paralizaron sus claras intenciones, amagaba con clavarlas en su pecho. —Kairo no te perdonará si me haces daño.
—¡Maldita perra, no vuelvas a decir su nombre en mi presencia!. Te queda grande.—Una simpleza fue el peor detonante. Estaba desquiciada.—Para ti; rey, amo, señor. ¡Maldita perra!.—El eco de sus palabras exaltadas, revoloteo en el espacio.
Las paredes no dejaban de repetir esos insultos, a través de los ecos involuntarios.
—Ya entiendo porque nunca contempló la posibilidad de hacerte su reina. ¡Diabla vulgar!.—Le escupió, asqueada por su baja forma de expresarse. Le parecía repulsivo el poco decoro en una mujer, aunque eso que tenía al frente estaba muy lejos de serlo.
Sabia que había cometido un grave error. Pero necesitaba defenderse, con una respuesta igual de hiriente a sus insultos.
Sus pies desnudos parecieran que se habían adherido a la superficie bien lustrada. Cómo un ligero viento caliente la diabla prácticamente se transportó, detrás de ella. Sujetandola por el cuello, para inmovilizar su cuerpo.
El forcejeo apenas había iniciado. Se movió para liberarse, la captura fue resistente, debía reconocer que tenía fuerza.
—Te enseñaré a respetarme, es más, creo que llegó tu hora de morir. —La doblegó, como si fuera el objeto más liviano, a la vez arrastro sus garras por su estómago, rasgando la suave tela de algodón.
Ante el dolor, el núcleo de su energía se condensó, golpeó con sus codos, el rostro de la diabla. Un hilo de sangre se arrastró por su antebrazo, demostrándole que había causado un daño considerable en este. Con esta acción logro liberarse.
—¡Ahhh!. —Giro y vio su nariz destrozada. ¿No podía ser?, ella no tenía tanta fuerza, para haberle causado ese daño. —Ahora sí que no te dejaré viva.
La hermosa silueta de la diabla carmesí, de rasgos exóticos, piel bronceada en contraste con sus hermosos ojos verdes, era la fiel antítesis de la presencia monstruosa que en ese instante se le revelo. La piel; roja con escamas parecidas al caparazón de la lava fosilizada, ojos rojos y el apestoso humo que emanaba su piel. Toda esa visión terrorífica, la hizo resbalar en su inevitable muerte.
Se tapo la nariz, era nauseabundo.
—Hueles asqueroso.—Retrocedio. Sin darse cuenta su cuerpo se arrinconaba hasta una ventana descubierta. Solo los restos de un fino barrote la protegían.
—Tu hueles a muerta.—Su boca emanó, un torrente de fuego, dió la espalda, para huir.
No había escape, todo paso en microsegundo, la llama tenía un impulso que la golpeó, la hizo volar por la ventana, con torpeza.
Su espalda ardía, intento aferrarse a la vida, con una mano colgando del único barrote que portaba, lo que se asemejaba más a un hueco rústico.
Cerro los ojos para no presenciar el vacío infinito.
—¡Oh!, aún vives.—Bastix se reía de su desgracia y como intentaba sotenerse.—Te ayudaré. ¡Jajajaja!.—Supo que mentía.
—Por favor, no quiero morir así.—Sabia que solo moriría para los suyos, los que la esperaban en la tierra. El caer a ese abismo la condenaría a vivir eternamente en el infierno, por ser su última morada.—¡Por favor!. —Volvió a suplicar. Las cuencas de sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.
—¡No te escuché!. Súplica nuevamente, como la gran mierda que eres.—Sus fuerza se redujeron en nada. Sabía por la malicia que desbordaba en su rostro más diabolico que no la ayudaría, solo deseaba alimentarse de su sufrimiento. —¡Hazlo!.—Le volvía a gritar con entusiasmo sádico.
Lo hizo, cerro los ojos, dejo que sus dedos se resbalaran por el cuerpo tibio del rústico barrote. Prefirió ser fiel a su dignidad.
—Kairon. —Susurro despacio.
Caía, como una ligera pluma se entregaba a su muerte silente. Hacia las profundidades brumosas.
Se mantenía entregada a la oscuridad de sus ojos que no deseaban ver las sombras esparcidas. Cuando las pulsaciones bajaban casi a cero y el cuerpo lo interpretaba como si fuera la muerte.
Por el rabillo del ojo se entreabrió su curiosidad, el descenso era tortuoso e infinito. No más terrible que la silueta de la enorme bestia que se acercaba a ella.