Narrador omnisciente Lara no podía dejar de ver lo cambiado que estaba Dante, el hombre de casi uno ochenta que a veces hacía ejercicio, que se la pasaba la mayor parte del tiempo drogado y encerrado en su casa, había desaparecido. Ahora era un hombre más fornido al que se le marcaba la ropa, tenía más tatuajes, su cabello llegaba por hombros, estaba jodidamente sexy. Pero era Andrea que aunque estaba demasiado sorprendida por su cambio físico podía ver en sus ojos que no había cambiado, era el mismo de antes, estaba sólo en una oscuridad de la que nadie podía salvarlo. Samuel miraba a su prometida a cada tanto, y era la misma reacción, Andrea detallando a Dante con la mirada mientras todos lo abrazaban y le daban la bienvenida, hasta que fue su turno. — Bienvenido a casa viejo – son