Cercanía peligrosa.

1647 Words
Mamá ladeó la cabeza y se fue. Comí de prisa y subí a mi habitación, cepillé mis dientes y abrí la laptop para escribirle a mis amigas. Cómo siempre Cleo me dio ánimos y Carol siempre con su quemí importismo, muchas veces me hacía pensar que no era del todo sincera, se suponía que una amiga siempre debía alegrarse de los logros y sueños de su amiga, pero Carol siempre trataba de apachurrarme. Estaba concentrada escuchando música y en el chat con Cleo cuando llegó un mensaje. Al abrirlo mi corazón latió desenfrenadamente, era de Adiel y me estaba pidiendo disculpas por no haberme respondido antes, decía que estaba ocupado, bla, bla. Suspiré profundo y lancé el móvil a un costado, ahora era yo que lo dejaría en visto. Me valía un culo si estuvo ocupado, debió responderme cuando yo quería. El teléfono volvió a sonar y era otro mensaje suyo, envió unas caritas lo que me hizo acelerar el corazón. Cerré mis ojos y volví a dejarlo en visto, minutos después me estaba llamando, j***r, ¿qué le pasaba a Adiel? Estaba tentada a contestar la llamada, pero en eso ingresó Xime, fue tanto el susto que me dio cuando ingresó, que guardé el teléfono debajo de mí almohada. —¿Qué haces, pecosa? —j***r, ya no soy pecosa. —No te molestes, es una broma. Al igual que, “mi novia chiquita”, como te decía Adiel… ¡Ah, pero ahí no te molestaba! —Xime ya… no es nada divertido, en serio. Ella sonrió y luego se puso seria. —Oka, dejaré de molestarte con Adiel—, llevó las manos al pecho y suspiró. Luego sonrió y aclaró su garganta —Cambiemos de tema. Dime, ¿Diego ya no te ha seguido molestando? Bajé la mirada y asentí. —¡Caray Crys! ¿Por qué no me has dicho nada? —¿Para qué?, si igual sigue molestando—, formé un puchero y tomé su mano —Por eso quiero irme Xime, quiero ganarme la beca para irme a Yucán Norte. —¿¡Qué!? ¿Pero estás loca? ¿Qué vas hacer sola en un país extraño y sin ningún familiar? —Estudiar, ¿qué más? —Carajo, aquí tenemos mejor estudio que allá. —Si, pero creo que es mejor irme a seguir siendo acosada por mi propio primo. Estoy harta Xime. Debes ayudarme a convencer a papá y a Jack, yo creo que Flavio si me va apoyar… Ándale hermana, debes ayudarme, yo necesito alejarme de Estaquía. Necesito salir de aquí. —Esta bien, pero para eso debes tener las mejores notas, y hasta donde sé, con Adiel estás baja. —Si, pero ya prometí mejorar. Verás que mejoraré. Estaba tan emocionada que olvidé por completo el teléfono que se encontraba bajo la almohada. Y cuando me iba acostar a dormir lo encontré apagado. Le conecté y me recosté en la cama hasta el siguiente día. Hice la misma rutina de cada mañana, bañarme, cepillarme, peinarme y desayunar para al final dirigirme al colegio. Cuando llegué Adiel ya había llegado, lo sé porque su motocicleta ya se encontraba ahí. Dirigí la mirada a la oficina y ahí estaba, con su porte perfecto y varonil, una mirada intensa de esas que me volvían débil. Le vi salir y caminar en mi dirección, miré a todos lados y pasé gruesa saliva, no había nadie a mi alrededor que pudieran llamarme y evitar que se acercara a mí. Ignorando su presencia caminé a pasos rápidos al salón, una vez que llegué tampoco encontré a nadie, miré por la ventana y todos se encontraban bajo la cancha de básquet, seguro estaban hablando algo importante por eso reunieron a todos los alumnos ahí. —Crysthel—, escuché a Adiel y mi corazón se disparó. —Profesor… vine a dejar la mochila—, dije al colgar mi bolso de la silla. Alcé la mirada y caminé para salir. Vi Adiel cerrar la puerta y mirarme con el ceño fruncido, me había quedado con los pies sembrados en el suelo. Las piernas no me respondía y cada vez se acercaba más a mí —Voy… voy al coliseo—, quise pasar por su costado y me tomó del brazo. j***r, que conexión sintió mi cuerpo cuando su mano hizo contacto con mi piel. —Debemos hablar, lo que escuché ayer me dejó preocupado e intrigado. —¿Lo que escuchó ayer?— Forcé una sonrisa y parpadee un par de veces —No entiendo a que se refiere, profesor. —Si, ayer cuando abriste la llamada. No sé si lo hiciste intencionalmente o en realidad no te diste cuenta. Pero quiero que sepas que escuché todo lo que hablaste con tu hermana, incluso la oración que hiciste antes de dormir, y no pude escuchar tus ronquidos porque luego se desconectó la llamada. Respiré y contuve el aire, sentí que me iba a caer, en realidad me caí pero a una silla que estaba justo tras de mí. Sentí una bola formarse en mi cuello porque había quedado al descubierto, Adiel se había enterado de mis sentimientos hacia él. Le vi acercarse y arrastrar una silla, se acomodó delante de mí y tomó mis manos. Demonios, sus manos eran tan suaves como la misma ceda. —Crys. ¿Jack lo sabe? ¿Tus padres los saben? — Negué con el nudo atorado en mi garganta —Debes contarle, esto no puedes ocultarlo, es muy grave, lo que Diego ha intentado hacer contigo es algo que no se puede ocultar. Cerré mis ojos y dejé las lágrimas rodar. Mierda, estaba llorando delante de él, no podía creer que estaba llorando como una tonta delante de él. Y lloraba porque de toda la conversación que tuve con Xime, a él solo le pareció importante lo que Diego intentaba hacer conmigo. ¿Y lo que yo sentía por él qué?, ¿acaso eso no era importante? Cuando su dedo pulgar limpió mi mejilla me hice hacia atrás y por consiguiente me levanté. —¡No me toque! —Perdón Crys, no pensé que te fuera incomodar. Lo siento. De espalda a él limpié las lágrimas y pedí —No le cuente a Jack, no quiero que mi familia se desintegre. Somos una familia unida y no seré yo quien la destruya. —Pero tú no tienes la culpa. Es él quien está haciendo las cosas mal. —Profesor, le voy a pedir que no se meta en mis problemas. Además, que le importa a usted lo que me pase, manténgase lejos de este tema y no le cuente nada a Jack. —Me importas más de lo que piensas—, dijo mientras su manzana de Adán se movía. Se acercó y se paró delante de mi —Eres… eres la hermana menor de mi mejor amigo, una niña que en su pubertad fue muy amigable conmigo, la cual llegué apreciar demasiado, tanto así como mi… mi hermana, la hermana que nunca tuve. Por eso Crysthel… quiero ayudarte. —No necesito su ayuda—. Bufé al dar un paso y retirarme. Le escuché suspirar. —Preocúpese de su esposa y no de lo que suceda conmigo. Yo veré como soluciono esto. —¿Y cómo piensas solucionarlo? ¿Marchándote de aquí? ¿Alejándote a un lugar extraño lejos de tu familia? ¿Crees que eso es lo mejor? Me giré y asentí. —Si, me marcharé porque es lo mejor, así se solucionan todos los problemas. Diego se desilusiona de mi, mis padres jamás se enterarán y todos felices. —¿Y yo…? Dijo y fruncí el ceño. Estaba parado mirándome fijamente, con su cara de póker. Sentí mis piernas temblar cuando se acercó a mi solo quedando a centímetros de distancia. Demonios, que ojos y pestañas tan perfectos y esos labios carnosos que me provocaba devorarlos. Mi respiración se detuvo y sus fosas nasales parecían expulsar con rapidez el aire que ingresaba a sus pulmones. —¿Usted… qué? —Y yo… yo no permitiré que te marches por culpa de alguien más. Quieras o no le contaré a Jack sobre esto—, bajó la mirada al reloj y culminó —Te doy hasta el fin de semana para que le cuentes a tu familia sobre este tema. Si no lo haces yo mismo le contaré. Ahora vaya al coliseo. —¿Quien se cree usted para meterse en mi vida? No es nadie profesor Adiel— Bramé con el nudo en la garganta —Porque mejor no va y se quita ese chupetón que tiene en el cuello, que por cierto se le ve horrible y sobre todo nos da un mal ejemplo a nosotros los alumnos. Adiel frunció el ceño y llevó su mano al cuello. Le vi tragar grueso y su rostro entero enrojeció, tanto así que me fulminó con la mirada. —No trate de cambiar el tema señorita Bruce, ¿o es qué acaso le gusta su primo y es por él que siempre pasa distraída en clases? Dígame, ¿Está enamorada de su primo? —Como se le ocurre… —Entonces ¿Por qué prefiere alejarse y no contarle la verdad a su familia? ¿No será porque lo que quiere es escapar de ese sentimiento que lleva dentro? Tragué grueso porque volví a tenerlo cerca y en esta vez su dedo apunto mi pecho. Lamí mis labios y lo miré fijamente a los ojos, mi respiración se exasperó y reaccioné de la peor forma. —¿Qué le pasa? ¿Por qué se me acerca así? —, lo empujé. —¡Perdón!, no medí la distancia—. Se giró y caminó hasta la puerta, una vez ahí se detuvo y vociferó —Tienes hasta el fin de semana Crysthel… si no, ya sabes.
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