Al llegar al último piso del edificio, atravesamos el largo pasillo hasta llegar a la puerta que va hacia el exterior, y subimos los pocos escalones que hay allí para después llegar a la terraza. Aquí aún están esos sillones que ella misma ha recomendado colocar para que tanto los empleados del lugar como los turistas pudieran disfrutar de la increíble vista que ofrece esta terraza. Vera comienza a recorrer la terraza lentamente mientras que yo tan solo me limito a observarla desde un rincón del lugar. Noto como su mirada recorre cada centímetro del lugar y camina por el borde acariciando la baranda de hierro con la yema de sus dedos, y de pronto se detiene en ese mismo lugar donde hace ya casi cinco años nos besamos por primera vez. Su mirada se pierde en el horizonte, y me frustra no po