Ha llegado la hora, estamos sentados sobre la cama y ella aún sigue intentando calmarse después de la crisis que ha sufrido. Lo único que se me ocurre, es colocar mi mano debajo su mentón y hacer que me mire como para poder comenzar a explicarle las cosas. —¿Quieres que hablemos aquí? —le pregunto mientras que con mi dedo pulgar seco sus lágrimas. —Si... hablemos aquí —responde mientras se acomoda. También me acomodo a su lado y suspiro profundo. —No quiero contarte nuestra historia, no quiero que por saberla tú te sientas en la obligación de nada. Si es verdad, claro que es verdad, tú has visto la invitación... nos íbamos a casar. —le digo esquivando su mirada. —La invitación tiene fecha de dos semanas después de mi accidente, ¿La habíamos suspendido? —me pregunta con su voz quebrá