En la vida, he tenido dos momentos donde toqué fondo: uno fue por causas externas y en otra porque me comporté como un verdadero idiota. Pero esta vez debo hablar de esa primera, cuando todo lo que vi fue sangre, cuando… tuve que apartar a alguien para que no matara a otra. Tenía diecisiete años, cursaba mi último año de instituto y lo único que podía pensar era que mi padre se mudaría a una ciudad al ser trasladado en su trabajo: una ciudad donde yo no iba a conocer a nadie y eso me molestaba mucho, porque también me indicaba que no podría estudiar en la universidad que quería (ya que mi padre no estaba dispuesto a pagarme la estadía). Mi mejor amigo (años menor que yo) era más adulto en cuestión de pensamiento y vivía regañándome porque yo discutía con mis padres por lo mismo; ¡nad