Leandro Mackenzie La miré a los ojos. Estaba tan preciosa después de haber hecho el amor: sus mejillas encendidas, su cabello desordenado, y sus labios rojos e hinchados por la pasión. —No sé qué vaya a pasar en este cielo, Katherine, pero lo único que sí puedo decir es que, si me preguntas ahora lo que siento por ti, no tendría una sola respuesta. Siento un millón de cosas, porque en mi corazón está creciendo algo inmenso. Katherine palideció y tragó saliva. Continué. —Sin embargo, pequeña, yo soy diecisiete años mayor que tú. He recorrido mucho más de esta vida. Nunca me he casado, pero he conocido el desamor, el amor en todas sus formas, he vivido mucho más… —Entendí, de pronto, que ella también merecía conocer todas esas cosas. Era tan joven—. Y tú necesitas vivir también. Vi cóm