Mi cuerpo temblaba de deseo, la visión de Valentino sometido por otra mujer había encendido una llama feroz en mí. No era simple morbo, sino un anhelo abrasador de venganza que se había apoderado de cada rincón de mi ser. Y en ese momento, Andrew apareció como un salvador inesperado. Para satisfacer esos macabros deseos. Me separé de él, jadeando por la excitación, buscando un respiro. Con impaciencia, rasgué los botones de su camisa, liberándola con un movimiento brusco. Mi boca se estrelló contra su torso, besándolo con lujuria, mi lengua lamió sobre sus pezones, jugueteando con ellos mientras los saboreaba. Chupaba y mordisqueaba con ansias su piel, disfrutando del exquisito sabor que se mezclaba con su perfume. Andrew, sin perder el ritmo, colocó sus manos en mi cabeza, guiándola a l