Leandro Mackenzie En medio de todo el caos que nos envolvía, había algo que aún merecía ser celebrado: el regreso de Jennifer. Aunque su nueva relación me incomodaba un poco por el candidato a ser el nuevo participante en la familia, lo único que me importaba era verla, asegurarme con mis propios ojos de que estaba bien, que su esencia seguía intacta. Llegamos a un restaurante al norte de la ciudad. Katherine, al borde de la desesperación, parecía dispuesta a devorar una vaca entera. Jamás la había visto con semejante hambre. La imagen de ella, con ese apetito casi salvaje, me arrancó una sonrisa pese a la tensión que nos rodeaba. Nos sentamos en una mesa con una vista espectacular de la ciudad. El paisaje era hermoso, y eso hacía más ameno el momento entre nosotros. A pesar de todo, e