Katherine Olson Lunes temprano en la mañana, mis ojos se abrieron lentamente, tratando de adaptarse a la luz del día. Me giré hacia el lado de la cama de Leandro, pero él no estaba allí. Me levanté y me puse mi bata, buscando un poco de calor en su ausencia. Las últimas semanas, dormía desnuda, pues con Leandro ponerse ropa de dormir, era innecesario, al final terminaba en el suelo desordenada. Eso siempre me hacía sonrojar y reír. Suspiré. —¡Leandro! Viejo sabroso, ¿Dónde estás, cielo? —Llamé, mientras me dirigía al baño, pero él no estaba allí. Regresé al armario en busca de una de sus camisetas, cuando él entró en la habitación. —Buenos días, dormilona —dijo, y me giré para verlo, impecable como siempre: jeans desgastados, una camiseta blanca ceñida al cuerpo, zapatos deportivos