Leandro Mackenzie. Al llegar a PRISM, sentí una opresión en el pecho que no podía ignorar. Sabía que algo andaba mal. Katherine aún no había regresado, pero mi instinto no me fallaba: y como lo supuse cuando no la encontré en su casa, había una visita inesperada. Danielle estaba allí, sentada frente a mi oficina, con su imponente personalidad y ese vientre que parecía recordarme cada uno de mis errores. —¿Qué haces aquí, Danielle? —le espeté con desdén, intentando contener mi enojo. —He venido porque tu cheque aún no tiene los fondos disponibles. No has cumplido con tu promesa, y como no contestas el maldito teléfono, decidí solucionarlo en persona —respondió ella, levantándose para quedar frente a mí, como si su sola presencia pudiera dominarme. Sentí una punzada en el pecho al verl