Katherine Olson
Lo ayudé a levantarse, dispuesta a enfrentar lo que viniera, paso a paso, porque, aunque todo estuviera envuelto en una cortina de mierda e incertidumbre, había algo que sabía con certeza: a pesar de todo, lo amaba demasiado para rendirme tan fácilmente.
Leandro me miró avergonzado y se levantó de la cama, me tomó de la mano y me llevo con él al baño.
—Tú tampoco es que huelas muy bien, pequeña… ¿Hace cuánto no tomas un baño? —bromeó Leandro, con una sonrisa traviesa.
—He viajado más de ocho horas para llegar hasta aquí, ¿crees que no soy humana o qué? —respondí con un toque de sarcasmo, rodando los ojos—. Claro que puedo oler mal.
A pesar de la broma, mientras él me guiaba hacia el baño, algo dentro de mí comenzó a despertar. La tristeza que había cargado durante ta
