Katherine Olson Leandro no se comunicó conmigo en toda la tarde, así que tuve que asistir sola a la cita médica. Si no iba, probablemente habría sido peor. Ni siquiera logré que Andrew me llevara. Con los nervios a flor de piel, consciente de que algo no andaba bien en mi cuerpo, accedí a la consulta con el doctor Zabala. Era un hombre mayor, que más bien parecía un anciano a las puertas del retiro. Sus gafas grandes y sus gesticulaciones exageradas a veces no me inspiraban confianza. —Bueno, señorita Olson, por ahora solo puedo darle unas pastillas para el malestar estomacal. La veo bien físicamente, pero no es normal que se sienta así. Además, ha bajado de peso. Para saber qué tiene, deberá hacerse estos exámenes primero. Con los resultados, determinaremos el tratamiento. —Entendido,