Leandro Mackenzie
Después de los días gloriosos al lado de Katherine, la realidad se alzaba con una crudeza que desolaba mi corazón. Estaba listo para regresar a la oficina cuando la vi descender por las escaleras, más radiante que nunca. Llevaba un traje oscuro que abrazaba sus curvas con elegancia, una camisa blanca que brillaba con sutileza, y un maquillaje que realzaba su belleza de forma natural. En su mano, una fina cartera parecía casi un accesorio insignificante frente a su presencia arrolladora.
—¿Cómo está la jefa del departamento de ingeniería? —le pregunté cuando llegó al primer piso, buscando en sus ojos ese brillo que siempre me había cautivado.
—Muy bien, señor Mackenzie, pero no tan bien como usted —Katherine me examinó con una intensidad que me hizo temblar, su mirada
