Leandro Mackenzie Ya eran casi las diez de la noche y mi tercera copa de alcohol. Miré el teléfono una vez más, con la esperanza de ver una llamada perdida de Katherine, pero nada. Solo mensajes por docenas de la insoportable Danielle. Esa mujer parecía incapaz de entender que no quería nada más con ella. Solté un suspiro pesado y recosté mi cabeza en el respaldo del gran sillón, mientras mi mente se sumía en un torbellino de pensamientos sobre mi relación con Katherine. No me gustaba en absoluto que se esfumara así, sin avisar. Nunca lo había hecho antes, y esa repentina desaparición me estaba volviendo loco. A punto de servir otra copa, el timbre de la mansión sonó, cortando el aire. Mi corazón dio un vuelco violento. ¿Katherine? Dejé la botella sobre la mesa y salí disparado del de