Las puertas del elevador se abrieron en el piso 21, y sentí el apretón firme de la mano de Leandro, como si no me estuviera dando la opción de soltarme. Si alguien quería mantener en secreto nuestra relación, era yo, me costaba que la gente pensara que estaba con él solo por interés. Caminamos juntos por el pasillo, hombro a hombro, como si el resto del mundo no existiera. Las asesoras del departamento nos observaban con ojos llenos de curiosidad y desconcierto, como si fuéramos una especie exótica. Federica se levantó de su puesto, su rostro era incapaz de ocultar la desaprobación, mientras movía la cabeza en un claro gesto de rechazo. Pero mi querida Sarah sonrió ampliamente; parecía ser la única que realmente se alegraba de ver a la “novia oficial” del señor Mackenzie, el poderoso dueñ