La Flor mágica de los vigilantes II

3133 Words
Jon sujetó mi mano, sacándome de mis pensamientos. Junto a ese canto, de la nada surgían más voces uniéndose a esa en un coro precioso. Y en el momento que menos lo hubiera siquiera imaginado, un fulgor se abrió paso hasta dejar visible ante nosotros una hermosa silueta femenina que seguía brillando. No me quedó duda que efectivamente habíamos hallado la flor que buscábamos. — ¡Has vuelto! —  Expresó cesando la hermosa melodía de diferentes voces angelicales. Ante ese saludo amigable, reconocí a la misma hermosa jovencita que había visto tiempo atrás. Jon estaba ante mí resguardándome, su vista se posó en la flor. Pero sentí en mi corazón un aguijón de dolor al recordar a mi padre moribundo. Tomé valor para hablarle a la ninfa. Me moví al frente de Jon, sin soltarle. — Hola, disculpa irrumpir de este modo, pero en verdad vengo con una empresa cerca de lo imposible. La vida de mi padre se marchita, está agonizando y sé que esa flor podría cambiar su suerte. Mis ojos se llenaron de lágrimas, por la vida de mi padre estaba dispuesta a suplicar si era necesario. La candorosa jovencita de cabellos rubios, me observaba reflejando en sus ojos cierta conmoción, parecía sensibilizada por mis palabras. Y al saber que ella entendía lo que sentía, las lágrimas rodaron con libertad por mis mejillas. — No llores pequeña, sé que no has venido aquí para mentir. Tu corazón brilla como la flor… Su voz tan melodiosa y dulce consoló de algún modo la zozobra y mis lágrimas. Pero su atención se fijó en Jon. — Guerrero, te pedí volver para mostrarte que tu oscuridad se disipa con la luz. La expresión de Jon quedó en completa estolidez, en sus ojos petrificados siguió revoloteando el estupor. — En esta ocasión la flor te ha elegido a ti, guerrero. Puedes llevártela, pero a tus pesares agregaré algo más: con valentía su luz protegerás. Y no olvides eso, su luz disipa tu oscuridad. En las comisuras de sus labios femeninos perfectos se formó una sonrisa delicada y amable. Habló en una lengua desconocida y la flor voló despegándose del suelo para flotar en su palma. Con gesto alegre se la entregó a Jon. Él la recibió todavía muy sorprendido quitándose una de las protecciones oscuras que cubrían sus manos, siguió aturdido; tanto que no escuché ninguna palabra de sus labios en respuesta. Justo cuando la flor se enraizó a su fuerte palma, el viento azotó todo a nuestro alrededor y todas las hermosas luces flotantes y los espíritus desaparecieron, volviendo todo a la oscuridad. Ambos estábamos aún afectados con lo ocurrido, le llevó a Jon un buen rato poder volver en sí, mientras yo no apartaba mis ojos de las estrechas raíces lumínicas y palpitantes que parecían crecer y extenderse por la piel de Jon, hasta esconderse por debajo de las ropas que cubrían sus brazos. Alzó la vista a mí. — Princesa tenía razón, la encontramos. “Vuelve adentro, que tu luz sea oculta todavía” Aunque fue un susurro, palabras dichas tan suavemente, pude comprender lo que dijo. Al instante de dar esa orden, la flor apartó sus raíces, volviendo a la forma que ya conocía. —No podemos demorarnos más, su padre la necesita cuanto antes. “Te cedo, ilumina lo que su corazón pide” Seguí en profundo estupor mirando que extendía su palma hacia mí. Con cierto arrobamiento la sostuve. Brilló con gran intensidad, apreciando en todo mi cuerpo el calor suave que emanaba de esa hermosa luz. Mi corazón se contagió de dicha y de esperanza. Al tener la certeza que mi padre se curaría, la flor volvió a mantener sus pétalos como el cristal emanando de sí una luz brillante y suave como la luz de una estrella. Jon no pudo ocultar la expresión de asombro mientras miraba la flor. No pode entender nada de lo que vi, menos de lo que había ocurrido, pero sabía que, si no llegábamos cuanto antes, mi padre no sobreviviría.   — No ha de faltar mucho para que amanezca debemos regresar al castillo… Pero un presentimiento surgió de la nada, lo cual me hizo sentir una presión casi física sobre el pecho. Jon pasó a mis manos también una pequeña bolsa de dril, sobre seguro para que la acomodara y así llevar la preciosa flor mágica. «Debes regresar sola» Con mi vista hice un breve recorrido a mi derredor.   — Jon ¿escuchó eso? — ¿Cuál? — Preguntó, volviéndose a mí; ya se dirigía al frente. — Esa voz, dijo algo. Jon detuvo su caminata mirando como yo a nuestro alrededor. Respiró hondo fijando su atención en mí. — No debe preocuparse por eso. Estos bosques son antiguos, y como ha visto sus moradores siguen ocultos, por lo que es normal que haya cierta magia y encanto. Posiblemente a ello se deba, no tema. Asentí con la cabeza, pero esa presión sobre mi pecho parecía crecer, incluso sosteniendo la flor escondida en la bolsa, con mis dos manos. Apreté el paso para seguir a Jon, quien rápidamente halló a Bruno. Nos trepamos en su caballo, yendo a toda prisa hacia el castillo. A toda velocidad atravesábamos el espeso bosque, pero mi mente seguía sumergida en esa misteriosa voz y su advertencia. Justo antes de llegar a la entrada del castillo, Jon detuvo a Bruno y el primero en desmontarse fue él. Quedamos tras la corteza de varios álamos.  — En la fosa hay otro pasadizo. Debe contener la respiración un momento para que alcancemos el extremo de un portal hacia el aljibe, pero el agua de este foso no se combina con la del pozo. Por recomendación Princesa, nunca intente usar este pasadizo. El túnel que lleva hacia el pozo está muy bien oculto, por lo que si lo intenta sola y sin saber exactamente donde se ubica es muy probable que se asfixie al tener que contener la respiración por tanto tiempo. Lo dijo con suma simplicidad, pero para mí sonó fatal, especialmente porque por sí misma estaría bajo esas aguas turbias y frías en breve. — ¿No hay otra forma verdad? — No— Dijo dándome la mano para que me apoyara al bajar de Bruno. Ambos nos lanzamos hacia el foso, después que acomodará en mi pecho el pequeño bolso de tela.  Contuve la respiración sintiendo que mi corazón dio un salto salvaje en mi pecho al sentir el agua casi congelada, tan turbia como lo había imaginado. Seguí aferrada a su mano hasta que él mismo tomó mis brazos para rodear su cintura. Tal como lo dijo, se movió sagazmente por un extremo quedando todo a oscuras al moverse por debajo de los cimientos. Estar bajo el agua y sin poder respirar en la completa oscuridad me hizo perder la calma y percibir un horror tremendo, quise gritar y justo cuando creí que no lo lograría, mi rostro percibió la superficie y el aire disipó el pánico, aunque todavía estaba todo oscuro. —Este lugar es muy bajo a nuestra altura, en cuanto su cuerpo deje el agua, seguirá a mi lado, pero inclinada. —Entiendo, Jon. Caminamos un momento agachados, pero se detuvo de pronto y escuché un ruido fuerte y estruendoso, como si algo muy pesado en piedra se moviera. Al frente se descubrió una pequeña salida. Antes de dejar ese lugar, me trepó sobre su espalda. Con facilidad cerró esa cámara, y me di cuenta que habíamos dado al aljibe, el cual era el pozo. Subió hábilmente la profundidad de la cisterna, usando los bloques de piedra salidos del muro que lo recubría en forma circunferencial. Estaba sin aliento, sin poder creer donde había estado instantes antes. Se aseguró que nadie se diera cuenta de nuestras presencias, a la altura de las rodillas quedamos inclinados tras una carreta con broza. — ¿Se siente bien? —  Preguntó Jon al notarme con la expresión en blanco y meditabunda. — Sí, pero me asusté un poco. — Sé que es aterrador contener por mucho tiempo la respiración. Descuide, lo hizo muy bien. ¿No le importa ingresar a la habitación de su padre empapada? — No, Jon, me parece más oportuno salvar a mi padre. — Bien, debemos darnos prisa. Jon me guío a través del castillo para poder llegar a la torre de homenaje; usando uno de los pasadizos de una de las alcobas, sin ser vistos por los escoltas de turno o la guardia imperial. Ingresamos a la alcoba de mi padre casi con el amanecer a nuestras espaldas, sin que los custodios en la puerta lo impidieran. Jon se acercó a la cama, arrodillándose para estar cerca del rostro de mi padre, quien parecía dormido. — Alejandro, estamos de vuelta. Todo salió bien. Me incliné al lado de Jon contemplando el rostro pálido y desfallecido de mi padre. Con gran dificultad abrió perezosamente sus ojos. — ¡Padre! Estarás bien. Ya verás. —Saludé alegremente al notarlo aún con vida. De prisa entregué la bolsa que contenía la flor a Jon, ya que después de todo sólo él sabía cómo funcionaba. Él cuidadosamente la descubrió colocándola sobre la frente de mi padre. Las raíces de la hermosa flor cubrieron la frente, y luego se movieron por todo el cuerpo abrazándole por debajo de las ropas lujosas. — Jon, te lo agradezco, sé que no fue nada fácil para ti… —Agradeció mi padre con voz opaca y quejosa. — No tienes nada que agradecerme. Mejorarás Alejandro. Escuché la puerta abrirse rudamente, me volví para ver quien irrespetuosamente había irrumpido de esa manera en la habitación. Miré a Esteban cruzar el umbral, se quedó inmóvil después de avanzar un par de pasos al verme fijamente. Encubrió su sorpresa, hablando seriamente. — Alexia, querida hasta que apareces. ¿Porque estás así toda mojada? — Reprochó frunciendo el entrecejo al darle un repaso con la vista a mis ropas. Le clavé la mirada encrespada. — No es manera esa de comportarte, menos de entrar a la habitación de mi padre. Ten más respeto. Pero su atención se volvió a mi lado, donde Jon ya se había puesto de pie. — ¿Y este tipo quién es? ¿Acaso es alguien importante que merezca conocer? Está a tu lado y tan cerca de tu padre— Preguntó haciendo caso omiso a mi reprensión. — Esteban, no debes desconfiar. Él es uno de mis mejores escoltas— Intercedió mi padre, casi con voz inaudible. La habitación entera se envolvió en una luz poderosa y refulgente, por lo que nadie se fijó en nada más que en eso. Tanto Jon y yo nos alejamos prudentemente de la cama, mientras Esteban se aproximó a mí. — ¿Qué haces tú con ese tipo? —  Susurró con un tono de voz grave a mis oídos. — No tengo porque rendirte cuentas, no eres mi padre. Ya fue suficiente— Respondí apartándome de él. El cuerpo de mi padre se elevó un tanto de la cama, siendo aferrado por la luz de la cual emanaba el fulgor que se veía en toda la habitación. Me pareció notar que la flor entera se absorbió en su piel, la cual quedó del mismo tono que la enigmática flor. El resplandor se volvió tan intenso que cuando abrí mis ojos mi padre descansaba sobre el colchón, su aspecto había mejorado mucho y la luz había desaparecido.  — ¿Padre, te sientes bien? —Pregunté con una sonrisa, yendo felizmente hasta su cama. — Sí cariño, estoy mucho mejor— Contestó sujetando mi mano. — Me da mucho gusto saber que te sientes mejor—Agregó Esteban, justo detrás de mí. — ¿Alexia podrías darme un momento quiero hablar contigo, me lo permites Alejandro? — Si ella lo quiere— Respondió mi padre de mala gana, se veía más repuesto. Respiré hondo por no gritar encolerizada. — Claro que sí. Esteban podrías esperarme en nuestra alcoba, en seguida estoy contigo— Respondí con los dientes apretados sin darle la vista. Pero sentí una de sus manos enroscar mi brazo. — No mi amada esposa, prefiero esperarte para irnos juntos— Contestó dejando notar en su voz un evidente deje sardónico. — Su majestad, debo continuar con mis labores—Dijo Jon mostrando una reverencia, sin ponerle atención a nuestra conversación. — Por supuesto, no esperaba menos de ti.  Agradezco mucho tu ayuda como tus servicios para alguien como yo. Me gustaría hablar contigo luego. — Desde luego su majestad. Me retiro. Con solemnidad mostró una venia hacia mí, a grandes pasos se dirigió a la puerta. Mis ojos quedaron completamente cautivados en Jon mientras salía de la habitación, tanto que no noté que Esteban ya no se hallaba a mi lado. Al volver en sí, él también iba a toda marcha hacia la puerta sin decir nada. Quise ir tras ellos, pero escuché la voz de mi padre dirigirse a mí. — Hija, no se lo tomes muy enserio. Él es joven y te ama por eso sufre como sufre. Me volví a él, tocando sus manos, dejando la tensión en mi mirada. — No te preocupes por nada, debes descansar. Es mejor que me vaya y hable con él de una vez, te veo luego padre. Le di un beso en la frente. Salí haciendo el menor ruido posible, me animó completamente verlo jovial y recuperado. Iba de camino hacia mi alcoba, pero escuché a alguien alzar la voz alterado y enfadado a más no poder. Creí que me fallaba la audición, por lo que me quedé tras el muro antes de cruzar la esquina.  Sólo así podría escuchar con más detalle, cuidándome de que no se percatará de mi presencia. — ¡Sé muy bien que fuiste tú quien estaba con ella el día que salió de este castillo! No me parece que seas un escolta simplemente para estar tan cerca del Rey. Tienes demasiadas cosas que explicarme. — Príncipe Esteban ¿Por qué desconfía? — Quiero saber cómo mi esposa se las arregla para verte, así como hace un rato. — No sé de qué habla. Soy uno de los muchos sirvientes para el Rey Alejandro, nuestro encuentro fue coincidente. —Mencionó Jon con expresión franca. —No me mientas. Tienes demasiadas consideraciones de Alejandro; para mi gusto. Quizá por eso te tomas tan grandes ventajas. Esas confiancitas con un guardia no existirán en mi reinado. — Lo entiendo, Príncipe. No tengo porque pasearme en el suelo que debe ser pisado sólo por el señorío, pero si hoy lo hice fue porque el Rey así lo ordenó. Si con esa explicación todavía tiene alguna queja al respecto, hágaselo saber a él directamente. — ¡Cómo te atreves! No imitaré tu insolencia al ir a cuestionárselo, tienes lamentablemente el derecho de la duda. Pero ten muy en cuenta esto: En dos días seré el soberano de estas tierras, y tú serás lo primero de lo que me haré cargo. ¡Te aplastaré! No pude seguir simplemente escuchando, me asomé hasta verlos. — ¿Cuál es la finalidad de su amenaza si para usted soy insignificante? Estrechó la mirada, acercando con frialdad su rostro al de Jon. — No colmes mi paciencia. Bien sabes que mi esposa, mientras tú sigas de impertinente, jamás me pertenecerá completamente. Cada rasgo en el suave rostro de Jon se volvió férreo, endureciendo la mirada. — Cuidado con lo que insinúa… — ¿Ahora tú me amenazas insignificante? —  Expresó de modo arrogante, con una sonrisa retorcida. — No es costumbre mía dar amenazas, pero tenga mucho cuidado con lo que dice de ella. Si usted es un hombre que está por encima de cualquier otro, evidentemente no pondría jamás en tela de juicio el honor de una mujer, menos aún de la que ama. Lo que insinúa no tiene ningún fundamento salvo lo que absurdamente conjetura. Esteban apretó la mandíbula, sin dejar de verle de forma iracunda. —Me di cuenta de cómo te ve, no puede siquiera fingir cuanto le interesas. Sus ojos parecen encantados cuando apareces ante ella. Ya no dudo que fuiste tú quien la llevó a mis tierras durante la invasión, ¿lo dificultarás también? — No podría negarlo. Y por lo mismo me parece totalmente fuera de lugar lo que objeta. Ella volvió y se casó con usted, que más prueba quiere que esa. Mostró una sonrisa burlona, mirándole fríamente. — Se casó, pero no quiere cumplir con su deber. Ha manchado su nombre contigo y posiblemente ha deshonrando nuestro acuerdo en más de una ocasión. Seguramente teme que me dé cuenta y la repudie como tiene que ser. Pensándolo bien, ella se burló de mí y con el consentimiento de Alejandro… Jon lo interrumpió, mirándolo fijamente, mientras Esteban se había quedado cabizbajo y pensativo. — Solamente alguien tan desconfiado y desconsiderado como usted consiente esa clase de inmoralidades en lo hondo de sí mismo. Si usted no es lo suficientemente hombre para asumir sus pesares, entonces déjela en libertad, o reclámelo con rectitud y ante ella. — ¡Eso sería un favor! Y tú no eres nadie para decirme qué hacer con mi esposa. Miró a su derredor, y con una rabia que jamás miré en él, habló en voz suave, pero sin dejar de contener su enfado. —Si no quieres que presente ante el consejo mi repudio, vendrás conmigo ahora mismo. — Lo siento, pero mi deber no recae en obedecerle. Le sirvo únicamente al Rey en Halvard, cuyo soberano es el padre de la Princesa Alexia, o en su defecto a ella. Esteban parecía irreconocible con ese furor, casi escupía rayos, lo fulminó con la mirada. — Harás lo que te digo, o te juro por lo que está arriba y abajo que voy a contender contra Alejandro por Alexia hasta que corra sangre. Jon no apartó la mirada de los ojos de Esteban, pero su ceño ya estaba fruncido. Conocía esa mirada y sabía que estaba bastante impacientado. — Bien. Dígame a dónde quiere que vayamos. — A fuera del castillo. Donde nadie pueda enterarse de lo que hablamos. Él asintió con la cabeza, inmediatamente Esteban marchó al frente. El pulso en mi sangre se aceleró con el corazón latiéndome fuertemente. Debía impedir que Esteban sacará a Jon del castillo. ‪‪ «¡Cálmate no vayas a empeorar las cosas!»   No podía interferir abiertamente. Si lo hacía sería indudable mi interés en Jon y le daría más razones a Esteban para desconfiar. Esteban había perdido la razón, no sabía cuan mal de la cabeza estaba por sus celos enfermizos. Sin duda sufría más por las invenciones de su mente que por lo que había pasado entre Jon y yo realmente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD