Mi padre apareció en la entrada del comedor. Lo deduje un poco antes al notar el gesto angustiado de quienes arreglaban la mesa para comer, me volví a él. —¿Hija qué ocurre? Mantenía una seriedad absoluta, con su vista sobre mí. Su vista dejaba relucir cierta inconformidad. — Padre, organicé un banquete en honor a tu siervo de confianza y a su futura esposa, ¿no te alegra? Respiró hondo atenuando su seriedad. — Hija, debiste consultármelo, primero. Aunque te confieso que es un gesto agradable que jamás hubiera esperado de ti. Mostré una sonrisa tímida. — No te voy a mentir, no confío en esa mujer. Es alguien que no se debe subestimar, pero bueno, ante todo sólo quiero agradarte. Por favor, padre, acompáñanos. ¡Gaudeamus! — De acuerdo cariño. Pero hacer algo como esto es serio,