CAPÍTULO 03 | Fríos |

1046 Words
Me cruzo de brazos. ─No me dejan ver a mi hermana y no me han dado nada de comer ¿Y quieres que firme por mi vida? Estás loco ─digo, dándole la espalda, para caminar hacia la puerta. ─Ni te atrevas a salir de esta oficina, matarán a tu hermana y te tendremos que comenzar a cortar las extremidades ─advierte, detengo de golpe mi cuerpo, dejando la perilla. Frunzo mis labios, pensando en la vida de mi hermana. Suelto el aire de los pulmones, dándome la vuelta mientras palmeo mis piernas. Me inclino hacia el dichoso contrato leyendo rápidamente las letras descritas. ─”Un robo equivale a la amputación de alguna extremidad” ─Leo en voz alta, encorvando mi ceja. ─Eso vale más que un robo, es absurdo ─declaro, cruzándome de brazos, levantando mi quijada. ─Bueno… ya nos has robado ¿Cuál extremidad deseas a cambio? Si firmas, no lo tomaremos en cuenta a partir de este momento ─menciona, curvando sus comisuras en una sonrisa maquiavélica, pero con un toque de sensualidad. ─Está perfecto lo que dicta aquí, pero… que sea válido cuando lo firme ─declaro, tomando el lapicero, para trazar mi firma en cursiva, lo aparto de mí. Y él sigue sonriendo, pero ahora lima un cuchillo. ─Ahora, me perteneces ─declara, suelto un bufido pensando: “sí, claro, lo que digas” ─Vamos a comer ─manifiesto, caminando hacia la puerta. ─¡Agatha! ─Gruñe a mi espalda. Miro sobre mi hombro, observando que se levanta. Caminando hacia mí. ─Te dije que caminas a mi lado o no caminas ─reitera con severidad. ─Tienes que calmarte, estás muy tenso ─digo, retándole con mi mirada, tomo el picaporte, abriendo la puerta. ─¿Ves? Nadie explotó, solo tú y tu rabia interna, tienes que comenzar a conectar con tu Zen interior… el yoga es b…   ─¡Haz silencio! Arg, que insoportable, hablas mucho ─gruñe, pasando de mí. Ruedo mis ojos, siguiéndole. Esbozo una sonrisa, porque lo que él no sabe es que puedo ser una pesadilla de persona, y ahora para ser que esta pesadilla le pertenece. Mis pupilas se encuentran con los de una chica de cabello rubio, cuando llegamos a lo que parece ser la cocina. Camino directamente hacia ella, ignorando los gruñidos de Donovan. ─Un gusto, soy Agatha Volkova ─digo, ofreciéndole mi mano. Ella con duda, la aprieta. ─Que raro ¿Aún no tienes apodo? Aquí nadie dice su nombre… soy “risas” ─comenta, moviendo mi mano con rapidez. Le miro con desconcierto. ─¿Ah sí? ¿Y cómo le dicen a ese trasero frío? ─Inquiero, señalando a Donovan que comienza a comer una manzana, mirándome con intensidad. ─Le dicen “muerte” ─explica, con una sonrisa. Abro los ojos ante el abrupto sobrenombre. ─¿Por qué le dicen así? ─Cuestiono, observando que se acerca a nosotras, al notar que estaba hablando sobre él. ─Porque le ganó una apuesta a la muerte, ahora lleva su nombre ─dice en un murmuro, dejándome con el mismo sabor amargo del desconcierto. ─Tú, deja de hablar de mí y ve a buscarte comida, hay muchas cosas qué hacer ─demanda Donovan, llegando a mi espalda. Resoplo, rodando los ojos. La chica ríe, mientras me voy alejando de ellos para tomar una bandeja y pedir unos panecillos con jugo junto a unos huevos revueltos, todo aglomerado en una torre. Esbozo una sonrisa, sentándome. De repente, la mesa, se mueve cuando él se sienta de sopetón. ─¿Tenías tanta hambre? ─Cuestiona, mirando mi bandeja. ─Creo haber pasado por lo menos dos días sin comer ¡Claro que tengo hambre! ─Exclamo, tomando un bocado de mi comida, masticándola con odio al frente de él. ─Tenemos que viajar a roma ─anuncia de repente. Detengo mi masticar. ─No saldré de aquí antes de ver a mi hermana ─manifiesto, mirándole con odio. Él suspira, acariciándose las sienes. ─Estás agotando mi paciencia y solo llevas minutos de haber firmado… creo que mejor te devuelvo y que se encargue de ti Rahul, a él le gusta violar a sus mujeres ─dice, haciendo ademán de levantarse. ─¡Espera! ─Detengo, él levanta sus comisuras. ─¿Con que soy tu mejor opción? ─Inquiere jocoso. Carraspeo. ─No sé si seas “mi mejor opción” pero la basura de Rahul no la quiero cerca de mí y la otra opción es que maten a mi hermana y a mí… me quedo corta ─digo entre dientes, apretando mi mano. Donovan levanta una ceja sugestiva. ─¿Y qué te hace pensar que no soy peor que él? ─Cuestiona, inclinándose, su semblante me hace tragar con dificultad. ─No lo sé… ─murmuro con la verdad. ─De todas maneras no tienes salida, termina de comer y dirígete al capitolio de la guarida, cualquiera te puede indicar, pero primero quiero que sepas dos cositas… ─demanda, haciendo una pausa ─…piensa bien a quién le preguntas, y segundo, no pienses escaparte. Podrás caer en un vacío profundo ─agrega, levantándose para hacer saltar la manzana en su mano. Me da una última mirada desde arriba. Le sigo con mi mirada, observando cómo sale del lugar. Suelto un suspiro ante su mirada tan penetrante. ─Demonios, Agatha ─gruño, para seguir con la comida. Al terminar, comienzo a sentir las miradas de todos encima de mí. Haciéndome sentir un poco incomoda. Decido apresurar el paso, saliendo de lo que parece ser el cafetín improvisado del lugar > pienso con sarcasmo rodando los ojos. Súbitamente, se interpone en mi camino un sujeto, de cabello rubio y ojos oscuros, vislumbro el tatuaje en su cara en forma de cruz. ─¿A dónde vas tan solita? ¿Te ha dejado tu dueño sin la correa? ─Inquiere, arrastrando las palabras. Tomo una bocanada de aire, ignorándole, paso de él. Pero de repente, me toma del brazo. ─¿Quién te crees puta rusa? ─Farfulla en mi mejilla, apretando con fuerza el agarre. Paso mi brazo entre su pecho, subiendo mi codo a su cara, para clavárselo con fuerza en la nariz. Él me suelta, sosteniéndose la cara y maldiciendo, mientras trata de no desangrarse. ─Esta “puta rusa” se cree lo mejor, así que no te atrevas a cruzarte en mi camino, basura ─gruño, pasando de él con una sonrisa. 
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