Me acomodo en el asiento, bajando la visualización de la ventanilla, evitando alterarme por ver las nubes o que estamos sobrevolando el océano, cosa que me causa ansiedad. Mis pupilas se levantan al ver a la rubia caminar hacia mí, posando en la mesa un postre de chocolate, llenándome de sorpresa.
─Gracias… por lo de hace rato ─menciona, yéndose de nuevo.
Tomo el cubierto, clavándolo en el postre, tomando un trozo de chocolate hacia mi boca. Mis papilas gustativas se encienden por la textura y el sabor, tenía mucho tiempo sin comer algo así de delicioso, remontándome de manera inmediata a mi niñez, donde robaba dulces en las pastelerías. Esbozo una sonrisa, al imaginarme el rostro de mi hermana saborear algo así. Resoplo, ante la tristeza que me provocó.
Escucho cómo se abre la puerta del baño detrás de mí, llevándome a mirar sobre mi hombro, para observar la figura de Hércules caminar hasta al frente de mí.
─En una hora aterrizaremos, alístate mentalmente, para parecer mi rosa ─comenta, parpadeo.
─No hay problema, ¿Cuáles son los límites? ─Inquiero, mirando mis dedos de las manos.
─Solo sígueme la corriente, no hagas nada estúpido y nunca me lleves la contraria. No quiero que ellos noten algo extraño en ti ─manifiesta.
─¿Quieres que robe algo? Soy buena en eso, ya sabrás… por los diamantes ─digo, con una sonrisa, retándole.
Sus ojos se entornan en mí, llenos de oscuridad.
─Intenta robar la atención del jeque Abdul, suerte con eso ─murmura, quitándose la camisa. Arrugo mi cejo y separo mis labios, vislumbrando su cuerpo tonificado y cubierto de tatuajes, mis muslos se aprietan ante el semidiós que mis ojos se están deleitando.
Sus ojos se encuentran con los míos, cuando se coloca una camiseta blanca de mangas largas que cubre la mayoría de sus tatuajes.
─Te dije que seré la mejor “rosa” que has tenido ─digo, sin dejar de mirarle.
─Eso espero, las demás han muerto o fueron raptadas… aunque el que te rapte, se verá obligado a soportarte, no sé si es premio o perdida ─comenta con ironía.
─Ja, ja. Muy gracioso, Hércules, no sabía que tenías carisma, cada vez me sorprendes más ─menciono, rodando los ojos.
─Quiero ver a mi hermana ─insisto nuevamente, encarando mis ojos en él.
Resopla, terminando de sujetarse los botones de la camisa y comienza a colocarse los gemelos en los puños de la misma.
─La verás luego de que realices con éxito este trabajo ─comente, dándome un ápice de esperanza.
─Ves, no es difícil llegar a un acuerdo ¿Tanto te costaba decírmelo? Definitivamente los hombres de la mafia hijos de la perdición, son tan complicados ─murmuro, levantándome para caminar hacia el baño.
─Agatha…
─Son tan fríos y se la pasan diciendo “te cortaré esta extremidad, blah, blah, blah” ─imito en modo de burla, mirando el semblante enojado de Hércules.
─Hmm. ─Gruñe sin más, cierro la puerta encerrándome en el pequeño cubículo del baño.
Coloco mis palmas en la puerta, dándome la vuelta, sintiendo cómo el calor permanece en mi nuca, junto a mi excitación. Se está haciendo inevitable, el ignorar lo que su aspecto causa en mí. Abro la llave del lavamanos, refrescándome las manos. Levanto la vista al pequeño espejo, encontrándome con el verde de mis ojos. Acomodo un mechón de cabello rubio detrás de la oreja, para mentalizarme “soy Agatha Volkova, no me dejaré dominar por nadie” pasa en mi mente como un mantra. Dejo salir el aire de mis pulmones, sonriendo para mí. Tomo la palanca del baño, abriendo la puerta. Camino observando sus ojos mirándome, dejo caer mi cuerpo de nuevo en el asiento, colocándome el cinturón. Preparándome para el aterrizaje.
─Diosa ─murmura, llamando mi atención. Levanto mi quijada, sintiéndome orgullosa de ese sobrenombre.
─Hércules ─digo, sonriendo sugestiva, escuchando lo bien que le queda ese nombre.
Camino por el hangar, del brazo de Donovan, quien me indicó explícitamente que no me alejara de su lado, ya que tienen que vernos como si fuéramos amantes y yo su simple objeto. Nos reciben los marroquíes en uno de sus autos privados luego de requisarnos bien de que no traíamos algún armamento que pueda ser usado en su contra. Observo el perfil de Hércules, encontrándome con un semblante serio mirando al frente.
El auto se coloca en movimiento y mi cejo se arruga con desconcierto al notar que los dos marroquíes murmuran entre ellos y nos miran con extrañeza. Decido actuar por mi cuenta, acariciando la pierna de Donovan, quien me observa desconcertado. Me inclino hacia él, acercando mis labios en su cuello.
─Están sospechando de nosotros ─susurro, llamando su atención.
Beso su cuello, sonriendo al notar cómo se ha colocado de incómodo.
─Tienes que tratarme como tu zorra personal, recuerda ─agrego en su oído. Acariciando su muslo.
De repente, él posa su mano en mi muñeca, apretándola.
─Mantén tus manos alejadas de mí, si no te he dado permiso ─recalca, lanzándome a un lado.
Abro los ojos, resoplando.
─Que te jodan ─murmuro, dándome por vencida. Sé lo que sucede cuando se percatan que soy una más de la mafia y no solo una “rosa”, acomodo mi vestido, ante el rechazo de Hércules.
Él gruñe, relamiéndose el labio inferior con descaro.
─Presiento que nos van a matar ─declaro, cruzándome de brazos.
─Si me hundo, te hundes conmigo ─reitera, llamando mi atención. Nuestros ojos se conectan, dejándome la respiración alterada.
El auto finalmente se detiene, y Donovan toma mi mano para ayudarme a bajar > pienso, tratando de verle algo más a Hércules, aparte de lo jodidamente bueno que está.
Caminamos por una especie de alfombra roja, que nos dirige a la entrada de un club, la estructura es asombrosa, al igual que la música. Mis luceros se encuentran con las mujeres bailando semidesnudas moviendo sus vientres al son de la música árabe. Mientras más nos adentramos en el lugar, puedo notar muchos hombres observándome de más, comiéndome con la mirada. Esbozo una sonrisa, ante la atención que me estoy llevando.
─Deja de ser coqueta con todos… solo con el jeque Abdul, tiene que ser tu atención ─gruñe Hércules a mi costado, pasando su brazo por mi espalda, para pegarme a su costado. Siento el calor de su cuerpo, encontrándome con sus ojos.
Asiento, para detener mis pies junto a los de él. Los dos sujetos nos abren unas puertas, indicándonos que detrás de ellas se encuentra el jeque más sanguinario, dueño del narcotráfico y trata de blancas de áfrica del norte y del mar mediterráneo. Él tiene una fama que no me apetece probar, ya que tiene un afán por secuestrar mujeres y abusar de ellas. Por eso existen las “rosas” en la mafia de los hijos de la perdición, son mujeres secuestradas para uso personal de los mismos mafiosos o infiltradas como en mi caso, al tener una deuda grande con la mafia, soy ese juguete que necesitan para atraer las moscas y que puedan ver que también usan a las mujeres como objeto y así poder cerrar tratos.
> pienso, resoplando.
─Adelante, el Jeque Abdul les espera ─anuncia uno de ellos, finalmente hablando y eso que pensé que le habían cortado la lengua. Sorprendida, camino a un costado de Donovan quien se mantiene sereno y con un semblante serio.
Súbitamente, Hércules posa su mano en mi trasero, apretándolo. Levanto mi quijada, mirándole. Pero mis muslos se tensan ante la acción.
Terminamos de entrar, encontrándonos con el Jeque, quien se levanta ante nuestra llegada, abriendo los brazos. Sus ojos pasan de inmediato a mi cuerpo, escaneándome como una posible mercancía.
─Bienvenidos a mi palacio… no sabía que traerían a una bella dama ─comenta, tomando mi mano para besar mis nudillos.
─Es mía ─gruñe de repente Hércules.