Con el sol ocultándose a su espalda, Dennis montó su bicicleta y abandonó el restaurante “Encanto para servir” en el cual trabajaba de cajero y mesero, principalmente.
En realidad, él habría deseado seguir trabajando un poco más, dos horas de ser posible para así no tener que toparse con sus padres, quienes deberían de estar ya preparándose para salir a las reuniones de la iglesia, a la cual, por supuesto que él había sido prohibido desde los quince años en que lo vieron besándose con un chico de su escuela.
El solo pensar volver a su casa para encontrarse con la mirada llena de disgusto de su madre y las feroces palabras de su padre, le revolvía el estómago.
En un principio, podía aceptar las palabras de pecador y sucio, dolían, pero no tanto como cuando le comenzaron a decir desperdicio, enfermo, maricón, y el famoso “jamás debidos de adoptarte”, ese era el que más le había dolido entre todos.
Sus padres pensaban incluso que ser gay lo transformaba automáticamente en una puta que se acostaba con cualquiera, uno que era por decisión y no porque simplemente había nacido así. Después de todo, gustar de los hombres o las mujeres no era lo que uno podía decidir de la noche a la mañana, era la esencia de uno, algo que simplemente era una parte de ellos y eso no los volvía en fenómenos enfermos.
Pero hacer entender a sus padres de eso era otro tema.
Observando la bonita casa de dos pisos pintada recientemente de azul pálido, con rojo en cada marco y azul en el techo, Dennis sintió unas terribles ganas de vomitar al contemplar el auto de sus padres estacionado al frente, lo que significaba que aún estaban ahí.
“Está bien, Dennis, no has hecho nada mal, no eres alguien malo” se alentó a sí mismo mientras se detenía y bajaba de la bicicleta.
Solo debía de entrar, bajar la cabeza e ignorar cualquier comentario desagradable por parte de sus padres. Al menos, Adán, su hermano mayor y verdadero hijo de sus padres adoptivos, había sido totalmente diferente.
Adán Campbell no le discriminó por gustar de los hombres, no le trató diferente ni intentó convencerlo con palabras de la biblia que lo que estaba haciendo estaba mal, no. Su hermano silenciosamente lo apoyó y en las noches en que sus padres habían sido especialmente duros con él, subiría a su habitación en la azotea y le abrazaría disculpándose mientras él lloraba en silencio, preguntándose por qué tenía que ser diferente.
Dejando su bicicleta en el costado de la casa, Dennis se quitó el casco y bajó la cabeza cuando pasó frente a una ventana al rodear la casa hasta llegar a la entrada. Subiendo los cuatro peldaños del porche delantero, lamió nerviosamente sus labios y mordió el inferior antes de soltar un pequeño suspiro y abrir la puerta.
—Estoy en casa —anunció en voz baja, cuando no recibió una respuesta mordaz por parte de su madre, Dennis se sintió nervioso.
Nunca era bueno cuando sus padres no le atacaban desde un principio con dolorosas palabras tras poner un pie en la casa.
Limpiando el sudor de sus manos contra su pantalón, Dennis avanzó casi silenciosamente, de forma casi cautelosa. Y a pesar de que sabía que algo podría pasar, de que estaba alerta y atento, aun así no pudo esquivar el repentino puño que apareció de la nada y golpeó en su sien, dejándole aturdido un momento y perdiendo el equilibrio a causa de la fuerza de este.
Un quejido de dolor escapó sin poder evitarlo y soltó su casco para llevar sus manos hacia su cabeza, tocando temblorosamente la zona golpeada. Torciendo sus labios en una mueca, Dennis buscó sangre en sus dedos y respiró con alivio cuando no encontró nada, solo había dolor.
—Maldito fenómeno, cómo te atreves a ensuciar el apellido Campbell yendo no solo a un club nocturno, sino que uno para maricones como tú en los cuales asisten esos asqueroso vampiros —siseó su padre furiosamente, lanzando una patada a su cuerpo.
Bajando rápidamente sus brazos para rodear su estómago, Dennis recibió el impacto con un quejido de dolor puro.
—Yo no… —balbuceó, guardando silencio cuando contempló el total desprecio en el rostro de su madre, quien observaba todo.
—No intentes negarlo —anunció observándole desde la entrada del comedor que era donde le habían estado esperando para atacarlo—. ¿Cómo pudiste ir a esos sucios lugares olvidados por dios? Lleno de criaturas perdidas y sucias —expresó con disgusto.
—Juro que…
—No te he dado permiso para que hables —gruñó Calvin, su padre.
Dennis gimió de dolor cuando su padre le golpeó sorpresivamente en la boca de su estómago con su pie, quitándole el aire por sus buenos minutos antes de que pudiera finalmente jadear en busca de oxígeno.
—Ya es malo que tu sola existencia esté ensuciando mi apellido por ser un enfermo que prefiere los p***s —expresó Calvin, agachándose y agarrando su castaño cabello en un apretado puño doloroso—. Si no que ahora también quieres arruinar nuestra familia asistiendo a esos oscuros lugares olvidados por Dios, donde las mismas personas enfermas como tú asisten para ser un festín para esos vampiros de mierda, porque sabes que son esa clase de lugares donde esas cosas les lavan el cerebro para robarles la sangre hasta matarlos —dijo hastiado—. ¿O qué? ¿Me estás diciendo que asististe precisamente por eso y para chuparle la polla a un vampiro?
—Calvin, lenguaje —le recordó su esposa, arrugando su nariz con disgusto.
—Es difícil cuidar de mi lengua cuando estoy en presencia de esta asquerosa cosa, Liliana —se excusó observando a su mujer.
—Lo sé —soltó un suspiro resignado—. Pero si no cuidamos de nuestras palabras aquí, no nos daremos cuenta de cuando en la calle estaremos hablando de igual manera y luego todos estarán sobre nosotros —le recordó cruzando los brazos—. Sabes que odio eso.
Chasqueando su lengua, Calvin soltó el cabello de Dennis con brusquedad y se enderezó levantándose del suelo.
—No podemos dejar simplemente pasar esto —expresó observándola.
—No lo haremos —negó suave—. Dennis será castigado siendo encerrado en su habitación, sin permiso para salir a ningún lado que no sea para trabajar y no tendrá desayuno y almuerzo por esta semana —decretó.
—Pero… Soy un adulto —susurró Dennis observando el suelo.
—¿Dijiste algo? —exclamó su padre, volviendo a prestarle atención.
—Nada —respondió inmediatamente.
—No, tú dijiste algo —espetó y con su pie golpeó su muslo—. Repítelo otra vez, mocoso.
—Yo… —dijo nerviosamente—. T-tengo veintitrés años… Soy un adulto —volvió a responder.
El golpe en su estómago debió de haber sido algo que se esperaba, pero aun así logró sorprenderlo quitándole un grito de dolor.
—Vives en mi casa y bajo nuestras reglas —se burló su padre—. En el momento en que nos pagues por todos los años que vimos por ti, podrás irte de aquí, pero no antes —informó.
—También tienes que añadir algo más a ese dinero, considerando que creímos que serías un niño normal —anunció su madre, observándole con desprecio—. No lo que resultaste ser.
Tragándose el dolor de las palabras de sus padres, Dennis asintió levemente, mordiéndose el labio inferior para que este no temblara antes lo crueles que eran ambos mayores.
—Estoy en casa, mamá, papá —saludó Adán, logrando que la expresión llena de odio y desprecio despareciera rápidamente al contemplar a su verdadero hijo con quien compartían lazos de sangre reales.
Adán era tan parecido a sus padres, con su cabello entre rubio y castaño parecido al de su madre, y con ojos grises un poco más oscuros a los de su padre, Calvin. Y como si eso no fuera suficiente, incluso poseía el físico de su papá, alto y musculoso con su mandíbula marcada. Su personalidad fuerte y decidida solo lo volvía más perfecto ante los ojos de ambos padres.
Era exactamente todo lo contrario a él, quien, aunque era alto, seguía estando dentro del promedio. Su cuerpo delgado y suave en lugares donde debería de ser firme era algo que desagradaba a Calvin, incluso su personalidad estaba en el otro hemisferio a diferencia de Adán.
En un tiempo, Dennis se imaginó que sus padres solo lo habían adoptado porque compartía algunas similitudes con ellos, con su cabello castaño con rayos dorados y sus ojos color ámbar, que eran un poco más cercano al tono de ojos de su madre, solo que más claros.
Si se mudaran y anunciaban que los dos eran sus hijos, que era justamente lo que los Campbell habían hecho tras adoptarlo, nadie dudaría de sus palabras.
—¿Qué está sucediendo? —cuestionó deteniéndose al contemplar a su hermanastro sentado en el suelo, abrazándose a sí mismo.
—Solo recordándole a Dennis su lugar, querido —respondió su madre con una dulce sonrisa—. ¿Ya has comido algo? Tengo la cena preparada —anunció.
—Sí, tengo hambre —asintió y observó a su padre cuando su mamá se retiró—. ¿Qué hizo Dennis ahora? —preguntó con un suspiro.
—Este maldito maricón fue visto en uno de esos clubes nocturnos —gruñó.
Adán alzó una ceja.
—No es que quiera decir algo, pero sabes que yo de vez en cuando me doy una vuelta por esos lugares —bajó la voz para que su madre no le escuchara y se escandalizara por ello.
Calvin resopló—. Sí, pero tú no andas dando tu culo a cada hombre con el que te encuentras y definitivamente no serías tan imbécil como para ir a uno de los que pertenece a esas viles criaturas —expresó acercándose, golpeando amistosamente su hombro—. Eres como yo, hijo mío, todo un semental de buen rostro que puede divertirse hasta encontrar a la mujer correcta —sonrió arrogante.
—Que mamá no te escuche decir eso —comentó y Calvin soltó una carcajada.
—No, claro que no, tu madre no entiende de estos temas —sonrió y luego toda felicidad se borró de su rostro cuando recordó la existencia de Dennis al escucharle emitir un quejido de dolor tras levantarse del suelo.
—¿Vas a cenar con nosotros, Dennis? —cuestionó Adán.
—No, él está castigado sin desayuno y almuerzo por una semana —anunció su padre—. Tampoco puede salir de la casa a menos que sea para trabajar y definitivamente no lo quiero en la mesa hoy con nosotros —expresó con disgusto, alejándose.
—Estoy bien —susurró Dennis cuando Adán se le quedó mirando, la preocupación siendo reflejada en sus ojos.
—Adán, ven a cenar con nosotros, querido —llamó su madre.
—Sube a tu habitación, te llevaré algo de comer cuando mis padres salgan a la iglesia —susurró colocando cuidadosamente su mano en su hombro en forma de apoyo antes de retirarse rápidamente en caso de que alguno de sus padres le observara.
Observando con tristeza y anhelo como Adán se sentaba en la mesa junto a sus padres en lo que sería una cena familiar, una en la cual antes él también había participado hasta que tuvo que arruinarlo todo, Dennis finalmente se retiró cogiendo sus cosas del suelo.
Llegando al segundo piso, Dennis se detuvo un momento recargándose en la pared para que sus pulmones pudieran adquirir algo de necesario oxígeno que se filtraba entre el dolor. Cuando el repentino mareo que le abordó desapareció, siguió su camino hasta llegar al final del pasillo donde estaba una única puerta.
Abriéndola, Dennis se encontró con más escalera un poco más empinadas que le llevaban finalmente a su habitación.
Cuando estuvo arriba, Dennis dejó caer su casco en el suelo y su mochila sobre la silla frente a su escritorio antes de finalmente dejarse caer sobre su cama con un sonido sordo, su almohada ahogando totalmente el gemido de dolor que escapó de sus labios tras hacer ese simple movimiento.
Con su cuerpo relajándose en la suave superficie, Dennis pareció sentir mucho más dolor que cuando estaba en el suelo en la sala de estar. Girando su rostro sobre la almohada para poder respirar, solo cerró sus ojos un momento, uno pequeño para ignorar el infierno que sentía quemándose en su estómago y cabeza.
Cuando volvió a abrir sus ojos, fue debido al ligero peso que sintió en al lado de su cama que lo puso inmediatamente en alerta.
—Tranquilo, soy yo, Adán —anunció la voz de su hermano—. Nuestros padres ya han salido, no debes de preocuparte —le aseguró acariciando delicadamente su espalda.
—¿Y si vuelven? —preguntó, girando su rostro al lado contrario para observarlo.
—Esperé un minuto desde que se fueran en caso de que volvieran porque se les olvidó algo —aseguró con una pequeña sonrisa—. Ven, siéntate y come lo que te traje —ordenó—. Puedes moverte, ¿cierto? —preguntó preocupado.
—Puedo, pero duele —confesó y cerró sus ojos con fuerza mientras se movía para acomodarse en la cama, sentándose con su espalda recargada sobre las almohadas en la cabecera.
—j***r, ¿dónde te pegó? —cuestionó dejando la bandeja con comida sobre su regazo.
—Está bien, no fue mucho comparado a la última vez —descartó sin observarlo.
—Dennis —advirtió y el contrario suspiró.
—El costado de mi cabeza, pero principalmente atacó en mi estómago esta vez —respondió.
Dennis sintió a su hermano alzar su brazo, y cuando su mano movió suavemente un mechón para descubrir su frente, maldijo por lo bajo al encontrarse con hematoma que seguramente ya se había formado en su sien.
—j***r, espera aquí mientras voy por el botiquín y algo para el dolor —exclamó levantándose apresuradamente de la cama y bajando las escaleras.
Mientras esperaba, Dennis aprovechó de comer lentamente por las pocas náuseas que sintió tras el primer bocado, las cuales afortunadamente desaparecieron mientras más comía.
—Ten, esto te ayudará con el dolor y cualquier inflamación —anunció Adán volviendo con él.
Recibiendo el medicamento junto a la botella de agua, Dennis agradeció y observó a su hermano sentándose a los pies de su cama, frente a él.
—Te echaré esta crema en los hematomas cuando termines de comer —informó y le observó—. ¿Qué hacías en un club nocturno, Dennis? —cuestionó finalmente—. Puedo entender que sintieras algo de curiosidad por esos lugares, incluso que intentaras buscar una conexión de una noche, todos lo hemos hecho, pero… ¿Uno en el que los vampiros también van?
—Tuve que hacerlo —susurró con un ligero rubor en sus mejillas.
—¿Tuviste? —repitió.
Dennis torció sus labios y asintió despacio.
—Sabes que no voy a esa clase de lugares, pero tuve que ir luego de que escuché por accidente una conversación entre nuestros padres —anunció observándolo—. Ellos planean atacarlos en un lugar público, Adán, personas inocentes pueden salir heridas por ello —expresó preocupado.
—¿Atacar? ¿Quién? ¿Por qué? —preguntó confundido.
—Ya sabes, en el grupo al que se unieron y que odia a los vampiros —susurró como si temiera de que alguien lo escuchara—. Todos ellos están planeando un ataque contra los vampiros.
—Bueno, no puedo decir precisamente que ellos son seres inocentes o un grupo completamente normal, pero no creo que ellos sean capaces de hacer eso realmente, Dennis —negó—. Solo son personas prejuiciosas que no pueden aceptar las personas diferentes y comparten su odio hacia los vampiros principalmente. Ninguno de ellos pensaría en matar a alguien —expresó.
—Yo los escuché Adán —insistió—. Están preparando algo grande y no les importa lastimar a humanos como nosotros en el proceso. Quieren demostrar que los vampiros son los monstruos que ellos creen que son y no les importa los medios para demostrarlo.
—De acuerdo, bien —asintió aún confundido—. Entonces, escuchaste esta conversación de mis padres y fuiste a uno de los clubes de los vampiros pensando en…
—Solo quería advertirle a uno de ellos —se sonrojó bajando la vista—. Pero cuando intenté decirles o no me creyeron, o estaban interesados en otras cosas —explicó y su sonrojo se profundizó aún más.
—Por supuesto que lo hicieron —se rió suave—. Uno va a ese tipo de lugares para bailar o follar, Dennis —se mofó—. Es más, me sorprende que lo conocieras.
—No lo hacía —murmuró avergonzado—. Edel me lo dijo cuando le pregunté.
—¿Quién?
—Edel, nuestro vecino gay —le recordó.
—Oh, él —asintió—. Bueno, tu plan no funcionó y además recibiste un feo castigo por ello, ¿qué vas a hacer ahora? —preguntó.
—¿Volver a intentarlo? —respondió dudoso.
—Difícilmente creo que alguien te escuche en ese lugar —le dijo sincero.
—Pero debo de intentar —suspiró—. No me encontraré con vampiros por arte de magia en las calles y… Sabes que tampoco lo haría, me dan algo de miedo.
—Y si le tienes miedo como fue que fuiste a uno de esos clubes —cuestionó divertido.
—Porque es algo que debo de hacer o muchas personas inocentes saldrían lastimadas por culpa de un odio infundado hacia lo diferente —respondió honesto—. Les temo a los vampiros porque todos parecen grandes y fuertes, podrían romperme como una ramita y no sé si todo lo que dicen de ellos es real, pero no puedo dejar esto simplemente así —expresó.
—De acuerdo, puedo ver que estás decidido a hacer esto —suspiró resignado—. Veré la forma en la que pueda ayudarte —anunció.
—No, no puedes —negó inmediatamente—. Si tus padres se llegan a enterar te van a despreciar igual que a mí y no puedo permitir eso —exclamó agitando sus manos nerviosamente—. Puedo hacerlo yo solo —prometió.
—No es que no puedas, es que me preocupas que lo hagas solo —expresó.
—Estaré bien, solo iré por una hora o menos y volveré a la casa —juró.
—¿Qué? ¿Planeas ir ahora? —exclamó con sorpresa.
—Ellos no dijeron un día exactamente, podría ser perfectamente hoy, como mañana, en una semana o el próximo mes —respondió—. Como sea, no puedo esperar mucho.
—Pero, estás lastimado —gruñó disgustado.
—Estaré bien —insistió.
—A veces eres tan malditamente terco —negó Adán—. Bien, yo te llevaré y te esperaré, pero debes de mantener tu teléfono contigo en todo momento —decretó.
—Hecho —sonrió dulcemente satisfecho.
—Solo termina de comer para que pueda revisar esos golpes —resopló Adán.