No sé qué le ha pasado a Conor hoy, pero incluso en el camino a su casa no puede mantener sus patas quietas. Conduciendo con una mano, la otra encuentra su camino debajo de mi falda, sube por mi muslo, y luego frota mi coño mientras aprieto los dientes y trato de no alertar al tipo en una motocicleta que se detiene junto a nosotros en un semáforo en rojo.
—Presta atención a la carretera—, le digo, incluso mientras abro más las piernas y me encorva en el asiento.
—Soy.— Presiona sus dedos contra mi clítoris, frotando mis bragas.
—Estoy bastante seguro de que esto cuenta como conducción distraída—. Quiero sus dedos dentro de mí. Tanto que me duele el pecho por la tensión que crece en mis músculos. Mis ojos se cierran mientras me imagino rechinando su mano mientras sus dientes tiran de mis
