Fúrica, obstinada, con mis sienes palpitando y las ganas de gritar carcomiéndome, camino por el corredor sin mirar atrás. «¿Cómo se le ocurre hablarme así? ¿En qué carajos estaba pensando al decirme “no es mi problema”? ¿Acaso sabe que la idiota de Priscilla se burló de mí? ¡¿En serio, Cedric?!» Yo quería que me ordenara, que me mandara, pero no así. No con ella al frente, no de esa manera tan nefasta y prepotente. Sé perfectamente que no debe de tratarme con dulzura, ni siquiera dar a entender que hay algo en los dos, pero es que no puedo contener la impotencia que siento y que sentí, cuando me salió con semejante desfachatez. De haber estados solos, no dudo en refutar, en ponerlo en su lugar y para como estamos, sé muy bien que terminaríamos follando, pero estaba ella. Eso es lo que m
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