La rabia es tan grande en mí, que siento que de verdad las llamas me están consumiendo y no precisamente las del placer. Lo miro fijamente aun acostada en el sofá, pensando en las mil maneras de matarlo por lo que hizo. Pero la misma rabia, se mezcla con el morbo de solo imaginar que él estuvo detrás de esa puerta oyendo mis gemidos, mis jadeos, que simplemente no encuentro como darle réplica salvo que irme por la tangente. Cedric cierra, avanza con tranquilidad, mirando la caja destrozada en el suelo, la botella de champán sobre la mesa y la caja de bombones abierta y ya probada por mí. Con calma y lentitud y sin perder detalle de sus movimientos, bajo mis piernas y las cierro con el puto consolador aún dentro. Él se inclina para tomar la caja y con mucho interés, comienza a leer lo que