CAPÍTULO CATORCE Enrique d’Angelica estaba parado delante del portón de la hacienda del Duque de Axshire, preparándose para lo que estaba por venir, a la vez que contemplaba las vistas de la mansión que seguramente había ideado algún paisajista. Para Enrique, en efecto se veía planificada, los árboles que antes tenía delante la última vez que vino de visita habían sido cortados, reducidos a tocones, para mejorar las vistas. Algunas de las antiguas fortificaciones de lo que había sido un poderoso castillo se habían mejorado según las convenciones modernas de la estética. Enrique no entendía esta necesidad constante de mejorar las cosas. Hasta los acontecimientos de los últimos meses, el reino había funcionado bastante bien. Quizá no a la perfección, pero esto era un asunto para hablarlo e