Capítulo 12 : ¿Vas A Ser Papá?

1489 Words
El trayecto hacia el penthouse fue relativamente tranquilo. Aziel apenas hablaba, y yo me encontraba inmersa en mis pensamientos. No podía evitar sentir una mezcla de nervios y curiosidad por lo que me esperaba esa noche. Al llegar, la puerta principal se abrió revelando un espacio moderno, amplio y decorado con una mezcla de tonos neutros y detalles elegantes. —Por aquí —dijo Aziel mientras me guiaba hacia una habitación con un baño adjunto—. Puedes arreglarte aquí. Tienes tiempo suficiente antes de que nos vayamos. —Gracias... —murmuré, todavía impresionada por el lugar. Sobre la cama encontré un estuche con joyas discretas: un collar de plata con un pequeño dije brillante y unos pendientes a juego. También había un set de maquillaje cuidadosamente dispuesto. "Esto no puede ser casualidad", pensé. Claramente, Aziel había planeado cada detalle. —Si necesitas algo, estaré en la sala —añadió antes de marcharse, cerrando la puerta tras de sí. Mientras me preparaba, no podía evitar preguntarme por qué estaba poniendo tanto empeño en esta cena. ¿Era realmente tan importante para él? Al mirarme al espejo, con el vestido perfectamente ajustado y las joyas añadiendo un toque de sofisticación, sentí un leve cosquilleo de satisfacción. Quizás, por una vez, era momento de disfrutar la experiencia sin cuestionar demasiado. Cuando bajé a la sala, Aziel ya estaba listo, vestido con un traje n***o impecable y una corbata del mismo tono azul que mi vestido. Su apariencia era imponente, y por un momento me quedé sin palabras. —Te ves... impresionante —dijo él, rompiendo el silencio, con un leve cambio en su expresión que casi parecía una sonrisa. —Gracias... tú también. Sin más, nos dirigimos hacia la camioneta. Durante el camino hacia la casa de sus padres, Aziel me explicó algunos detalles sobre ellos. —Mi madre es una mujer muy directa, pero amable. Mi padre, en cambio, suele observar más de lo que habla. No te sientas incómoda si parece distante al principio. —Lo intentaré —respondí con una sonrisa nerviosa. —.¿Siempre organizan este tipo de eventos? —Una vez al año. Mi madre lo llama su "gran noche" —respondió sin apartar la vista del camino—. Es su manera de reunir a empresarios, aliados y amigos en un solo lugar. —Entiendo... ¿Y yo qué papel juego exactamente esta noche? Aziel hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. —Eres mi invitada especial. Y, para algunos, quizá más que eso. Mi corazón dio un pequeño vuelco, pero no insistí. La manera en que lo dijo era suficiente para dejarme con más preguntas que respuestas. Al llegar, la entrada del gran salón estaba decorada con luces cálidas y arreglos florales elegantes. Un alfombrado rojo conducía hacia el interior, donde se podía escuchar música clásica tocada por un cuarteto en vivo. Las grandes puertas se abrieron, revelando un espacio impresionante: techos altos con candelabros brillantes, mesas perfectamente dispuestas y un ambiente que desprendía lujo y sofisticación. Aziel se detuvo y extendió su brazo hacia mí. —¿Lista? —Lo intentaré —respondí, colocando mi mano sobre la suya. Caminamos juntos hacia el interior, atrayendo varias miradas. Algunos lo saludaban con un leve asentimiento, mientras otros susurraban entre ellos. Sentí cómo mi nerviosismo crecía, pero me obligué a mantener la cabeza en alto. Cerca del centro del salón, una mujer elegante y de porte firme se levantó de una mesa al vernos. Tenía un vestido n***o de terciopelo que realzaba su figura y un aire de autoridad innegable. No cabía duda de que era Claudia, la madre de Aziel. —Querido, ya era hora de que llegaras —dijo con una sonrisa. Luego, sus ojos se dirigieron hacia mí—. ¿Y quién es esta joven encantadora? —Mamá, te presento a Ivanna. Mi invitada esta noche. —Ivanna, es un placer conocerte —dijo Claudia, estrechando mi mano con suavidad, pero con una mirada evaluadora que no pasaba desapercibida. Antes de que pudiera responder, un hombre alto y con una expresión seria apareció junto a ella. Sus ojos claros me analizaron detenidamente. —Y yo soy Esteban, el padre de Aziel —dijo con voz grave, extendiéndome la mano—. Espero que disfrutes de la velada. —Gracias. Es un placer conocerlos a ambos —respondí con la mayor calma posible, aunque sentía un nudo en el estómago. —¿Por qué no llevas a Ivanna a dar un paseo por la sala, querido? —sugirió Claudia—. Quiero que conozca a algunos de nuestros amigos. Aziel asintió y, con una leve inclinación de cabeza, me guió hacia un grupo de personas que charlaban animadamente cerca de una mesa de cócteles. Durante la noche, las presentaciones fueron numerosas. Algunos asistentes parecían genuinamente interesados en conocerme, mientras que otros apenas disimulaban su curiosidad por mi relación con Aziel. En un momento, mientras tomaba una copa de champán sin alcohol , Mía apareció de la nada, radiante en un vestido rojo que captaba la atención de todos. —¡Ivanna! Qué gusto verte aquí. Te ves preciosa —exclamó, tomando mis manos. —Gracias, Mía. Tú también estás increíble. —¿Mi madre ya te hizo el interrogatorio? —bromeó, lanzándole una mirada cómplice a Aziel. —No exactamente, pero creo que lo está considerando —respondí, provocando una risa ligera de ambos. —Bueno, prepárate. La gala es solo el principio —dijo Mía antes de desaparecer nuevamente entre la multitud. Más tarde, mientras Aziel conversaba con un grupo de hombres mayores, me encontré explorando sola una parte del salón donde se exhibían obras de arte. Allí, una voz suave me interrumpió. —Veo que tienes buen gusto. Me giré y encontré a Claudia, observándome con una leve sonrisa. —Esto siempre ha sido una de mis piezas favoritas —dijo, señalando un cuadro abstracto. —Es hermoso. Hay algo en los colores que transmite calma y fuerza al mismo tiempo. Claudia me miró, sorprendida. —Tienes ojo para el detalle. Eso es bueno. No estaba segura de si era un cumplido o una evaluación, pero sonreí de todos modos. —Gracias, señora Carter. —Llámame Claudia, querida. Y, por cierto, me gusta lo que veo esta noche. Eres distinta a lo que imaginaba. Antes de que pudiera preguntar qué significaba eso, Claudia se alejó con la misma elegancia con la que había llegado. Camino al balcón buscando un poco de aire, observó desde aquí personas entrar y salir y cámaras fotografiándolos a cada uno. "Esto es nuevo para mí" —¿Te encuentras bien? Miro sobre mis hombros y lo veo detrás de mi con sus manos en los bolsillos de su pantalón mirándome fijamente. —Si. Solo necesitaba un poco de aire —Suspiró y lo miró pararse a mi lado —. ¿Tú cómo vas? —Ya estoy acostumbrado a este tipo de "cenas" , pero vine por ti para pasar al gran comedor. La cena está por empezar y quiero asegurarme de que estén bien. —Lo estamos tranquilo. Se coloca en frente de mi acariciando mi mejilla, sonríe levemente y se acerca dejando un casto beso en la comisura de mis labios haciendo que mi cuerpo se estremezca por completo. —Bien —Extiende su mano y se la tomó —. Entonces, andando. Bajamos hasta llegar al gran comedor,allí me ayuda a tomar asiento y se sienta a mi lado tomando mi mano. Su padre lidera la mesa a un lado le sigue su madre y Mía y al otro nosotros dos. La mesa es sumamente grande y se encuentran varias parejas de señores adultos que sus prendas y vestuarios derrochan elegancia y dinero. A la mesa colocan el primer platillo Tartare de salmón fresco con aguacate y eneldo que consiste en cubos de salmón fresco marinados en jugo de limón, aceite de oliva y eneldo, montados sobre una base de aguacate cremoso. Rápidamente llegan unas enormes náuseas dejándome saber que mi estómago no lo tolera. Llevó mi mano a mi boca de manera automática y Aziel rápidamente lo nota levantando el plato y pidiéndole al mesero que lo retire. —¿Sucede algo con el plato cariño? —Pregunta su madre preocupada. —No es nada Claudia —Musitó apenada —. No tienes de qué preocuparte. —Por favor traerle a la dama algo más ligero y diferente —Pide Aziel a uno de los camareros. —¿Eres alérgica al salmón? —Pregunta Mía curiosa. —No. Solo me provocó náuseas. —Oh. Entiendo, estás enferma del estómago. —No madre, Ivanna está embarazada y por eso de las náuseas. Su madre deja caer la cucharilla que sostenía y la mirada de ella, el señor Cárter y Mía son completamente de asombro. —¿Embarazada? —Tartamudea Mía —. Aziel, ¿vas a ser papá?

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