Capítulo 6

1591 Words
Mis ojos se abren lentamente cuando siento un frío toque en mi vientre. Duele. Llevo mi mano a lo que sea que me está molestando y me sorprendo cuando sostengo unos dedos callosos. — Déjame, Abbi. — Pero duele — gimo con voz rasposa. — Lo sé — mi mano es apartada y Ethan sigue presionando mi vientre y costillas, aplicando algún líquido frío que me hace estremecer —. Esto te hará sentir mejor — jadeo en respuesta, presionando mis ojos para cerrarlos de nuevo —. No te puedes volver a dormir — su voz es suave, lo que me hace preguntar si estoy soñando porque Ethan nunca me hablaría así, mucho menos me tutearía. — Tengo mucho sueño, Ethan — intento pasar saliva, pero mi garganta está muy seca. — Te golpeaste la cabeza cuando caíste — sus dedos tocan rápidamente el lugar en donde mi cabeza duele —. Es mejor que no duermas. — ¿Me caí? — Trato de recordar qué fue lo que pasó, pero todo es muy borroso —. ¿Qué pasó? No me responde nada. Sus dedos siguen aplicando con una suavidad que me sorprende ese líquido frío en todo mi torso. Cuando ha terminado, me ayuda con cuidado a sentarme en la cama. Entonces me percato de que sólo tengo sujetador. Mis mejillas inevitablemente se llenan de calor y puedo observar que Ethan, disimuladamente, muerde su labio para ocultar una sonrisa o risa, no estoy muy segura. — ¿Cuánto dormí? — Pregunto, sosteniendo mi cabeza. — Tal vez veinte minutos — me responde mientras empieza a desenvolver una venda. — ¿Mi papá dónde está? Ethan me mira, sus ojos grises entrecerrados, como si me estuviera analizando. — ¿Enserio no recuerdas nada? — No lo sé... estoy muy aturdida. Me mira por tres segundos que cuento en mi mente y que se me hacen interminables. Finalmente, cuando me libera de su mirada, lo hace con un gran suspiro que se le escapa ruidosamente. Ethan levanta la venda en sus manos, como si me estuviera pidiendo permiso para hacer algo, pero no le entiendo. — ¿Puedo vendarte? — ¿Por qué? ¿Qué tengo? — Trato de recordar, pero un fuerte dolor de cabeza es todo lo que obtengo a cambio. — Debes tener, como mínimo, una costilla rota. ¿Costilla rota? ¿Por qué tendría una costilla rota? Pero no es esa pregunta la que sale de mi boca —: ¿Sabes vendar? — ¿Crees que si no supiera te estaría pidiendo que me dejes hacerlo? Bueno, con él no estoy segura de cuál sería esa respuesta. — ¿Va a doler? — No puedo evitar tartamudear. Ethan me mira fijamente y, casi a cámara lenta, sus ojos se achican a la par que sus labios se extienden en una gran sonrisa, después se escucha el sonido varonil que sale de sus labios cuando ríe. Parpadeo, sintiéndome tan incrédula. ¿Se está riendo? Me congelo, abrumada de lo que una simple sonrisa puede cambiar su semblante. Se ve joven, mucho más joven y, maldito sea, también se ve adorable, un adjetivo que jamás pensé utilizar en Ethan. — ¿Qué es tan chistoso? — Ahora es mi turno de preguntar, mis labios curvándose en una ligera mueca. Poco a poco, su risa cesa y me mira con burla. — ¿Abbigail Petterson está asustada? Vaya, nunca creí ver algo así. Y yo nunca creí verte reír por mí. Chasqueo mi lengua, sintiéndome —a pesar de su muy adorable risa— un tanto enfadada por ser el motivo de su burla. — ¿Me vas a vendar o qué? Ethan sonríe, negando con la cabeza, pero esa sonrisa muere cuando me vuelve a mirar, específicamente a mi torso desnudo. — Abbi... De inmediato mi mirada baja a la parte de mi cuerpo que él está observando y un pequeño grito sale de mi garganta al ver con lo que me encuentro. Hematomas, un montón de enormes hematomas ocultando casi por completo el color blanquecino de mi piel. Entonces todo me golpea con fuerza. El video de Bárbara. La cámara. Hunter toqueteándome y después golpeándome. Dolor y las palabras de Ethan. ¿Cómo esperar que alguien más la quiera si ni siquiera su propia familia lo hace? Gimo encogiéndome por el dolor, humillación y la vergüenza que el recuerdo de sus palabras me trae. — No debiste hacer eso — su voz me saca de mis pensamientos —. Fue totalmente estúpido, Abbigail — lo miro, sin entender a qué se refiere —. Exponerte de esa forma para eliminar ese video, fue... — cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza, como si no pudiera creer lo que hice. — ¿Cómo lo sabes? — Luke me lo dijo — responde con simpleza, pero puedo notar que su voz se ha endurecido un poco —. Yo te habría ayudado — susurra muy bajo. No sé qué decirle, así que prefiero cambiar de tema. — ¿Dónde está Luke? — Está con Marie, preparándote algo y buscando algún medicamento para el dolor. — ¿Le dijiste a mi nana? — Le pregunto, enfadada. — ¿Qué esperabas que hiciera? — Pues que no abrieras tu boca con ella. Nana se preocupa más de lo necesario, Ethan. — Ya lo he notado, ella no paraba de llorar — dice mientras que, con cuidado, empieza a poner la venda alrededor de mi torso, aplicando la fuerza necesaria para presionar mis costillas juntas. Me trago mis quejidos de dolor, tratando de mostrarme fuerte... pero duele, duele mucho. — ¿Dónde aprendiste a vendar? — Le digo con voz queda, más que por curiosidad, se lo pregunto para tratar de alejar mi mente del dolor físico. Pasan varios segundos en silencio y, cuando creo que no me va a responder, por fin lo hace —: Aprendí cuando era más joven. Su vaga respuesta me deja intrigada, así que insisto —: ¿Y cómo? No quiere decirme, lo sé. Así que sospecho que sólo responde porque sabe que quiero alejar el dolor pensando en otra cosa. — Me metía en muchas peleas — se ríe, pero hay amargura allí —. Y yo mismo tenía que curarme. Mi corazón se oprime dolorosamente mientras me imagino a un Ethan más joven lleno de heridas en la piel y, además de eso, teniendo que curárselas él solo. — Eso debió haber sido duro. — La vida es dura, muñeca. Me quedo en silencio, meditando sus palabras. En efecto, la vida es dura, cruel e injusta, pero es lo que hay. Es cada uno quien decide si quiere quedarse estancado en la autocompasión y hundiéndose en el dolor o, por el contrario, decide seguir adelante, sacando fortaleza de donde no la tiene para poder sobrevivir. Siempre para sobrevivir, porque no se puede vivir con tantas heridas. Es sólo sobrevivir... nada más. — ¿Le dijiste a mi padre? — Le pregunto, tratando de cambiar de tema. Niega mientras termina de ponerme la venda. Luego me pasa una camiseta para que me la ponga. — Aún no, estoy esperando a que llegue de la policía. Ya le avisamos que estás aquí, así que no debe tardar en llegar con tu abuela. — No le digas nada — le pido, pero él sacude la cabeza, negando de inmediato —. Ethan, por favor. — ¿Bromeas? — Su voz se endurece, volviéndose tosca y gélida —. Tu padre tiene que saberlo para que haga algo en contra de ese sujeto, el tal Hunter. — ¡No! Él pasa la mano por su cabello, luciendo frustrado. — Vamos, Abbi, no seas estúpida. Ese sujeto te volvió mierda ¿y vas a dejar las cosas así? Jesucristo, de verdad que no eres como creía, eres aún más estúpida e idiota. Indignación me llena de inmediato. — ¿Quieres callarte? — Él resopla, mirándome con enfado —. No lo entiendes, Ethan, mi padre no puede saber. Todos se enterarían de lo que pasó, incluso Bárbara. Sus ojos me miran con sorpresa, incredulidad y tal vez algo de rencor. Una risa amarga sale de sus labios, llenándome de escalofríos. — Y de nuevo tu puto orgullo es el que te importa. Pues entonces que Bárbara se entere que tú te preocupas por ella — me sorprende que se altere, pero también duele que siempre piense lo peor de mí. Sé que eso es lo que pretendo, pero, de alguna forma, que Ethan no vea más allá de mis fachadas, como que duele un poco. Y ni siquiera se supone que deba doler —. ¿Vas a dejar que ese bastardo siga andando alrededor tuyo después de lo que pasó? ¿Tanto te preocupa mantener esa fachada de niña frívola y pretenciosa que tienes? Y de nuevo me está mirando con frialdad. ¿Qué le hecho a este sujeto para que me odie? O, peor aún, ¿por qué demonios me afecta? Desvío la mirada a mis manos juntas sobre mi regazo cuando su mirada se convierte en más de lo que puedo soportar, entonces susurro —: No es eso, imbécil — trago saliva, alejando el nudo en mi garganta —. No quiero que Bárbara sepa lo que Hunter intentó hacerle... porque sé que le dolería. No le miro, así que no sé cuál es su reacción. Después de unos segundos de silencio, escucho la puerta cerrarse con fuerza. Se ha ido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD