MAGDA No puedo dejar de verlos incrédula. —¡Por supuesto que sí! —Río con ironía —que mundo tan pequeño ¿no? —Como un pañuelo, querida— apunta, luego lo repite pensativa —como un pañuelo. —Bueno, debemos irnos si no quieres llegar tarde pequeña. Camila y yo nos vemos un momento y luego volteamos a ver a Marco, pero, él parece tranquilo e inafectado por sus palabras y a veces me pregunto si se da cuenta de lo que dice. —Sí, bueno… Vamos. Salimos de la casa y veo una moto espectacular en tonos rojo y n***o, luego de despedirnos de Camila, no titubeamos al subirnos y ponernos los cascos, yo no tenía nada que hacer, más que manejar mis nervios así que vi el panorama y pensé, pensé y pensé mucho. Estaba tan absorta en mis pensamientos, que casi no me fije que ya habíamos llegado a la