El escozor de mis ojos me provoca que parpadee en repetidas ocasiones mientras la observo caminar por el pasillo de la iglesia enfundada en ese hermoso vestido blanco, enmarcando perfectamente su figura, su cabello perfectamente recogido y el escaso maquillaje en su rostro. «La perfección hecha mujer» Parece un ángel recién traído del cielo y fue eso precisamente lo que me enamoro de ella, la sencilles y la amabilidad que irradia.
Da sus últimos pasos hasta llegar al altar y mi corazón golpea mi caja torácica quitándome el aíre, no le puedo quitar mis ojos de encima. El cura comienza a dar su charla, la gente escucha con atención mientras ella muestra la sonrisa más grande que jamás he visto en mi vida. Me paso toda la ceremonia embelesado con su mirada hasta que esa frase hace que mi pecho se contraiga.
—Puede besar a la novia
Y es cuando sus labios son apoderados por los de otro hombre que quiero llorar, quiero gritar que paren con todo esto, pero ¿cómo podría hacerle eso a mi hermano?
[Dos meses antes]
—Aaron ¡Dime algo! — la desesperación es evidente en su voz
—¿Cómo…? ¿Cuándo…? — las palabras me abandonaron, no soy capaz de formar una oración coherente
—En dos meses — comenta agachando la cabeza
—¿Tan pronto?
—Yo… no quiero que mi vientre se note
—¿T.tú… vientre? — no puede ser, tengo que estar soñando — ¿Estas embarazada?
—Si, hoy cumplo cuatro semanas
¿Viste cuando te levantas en medio de la noche para ir al baño a oscuras y te golpeas el dedito chiquito del pie con la puerta y queres gritar, pero todos están durmiendo, por lo tanto, te tienes que bancar el dolor en silencio? Bueno, de esa manera me estoy sintiendo en este momento, solo que no me duele el dedo del pie, me duele el alma.
—Hola amor — llega Santiago junto a Tamar, besa sus labios y me observa sonriendo, me observa con vida. — Lamento la tardanza, el tráfico estaba espantoso — se disculpa con su novia — ¿ya te dijo? — pregunta ahora con su atención puesta en mi sin borrar esa sonrisa.
—Si, felicitaciones.
—No sé cómo podrías llegar a tomarte esto, pero… quiero que seas mi padrino — suelta de la nada y si no supiera que realmente no es consciente del dolor que me causa, pensaría que lo hace a propósito.
—¿Él? — pregunta sorprendida Tamar
—Claro ¿Quién más si no? es mi hermano, mi compañero y mi amigo ¿Quién mejor que él para que sea mi padrino de bodas?
—San…
—Si tú quieres, seré tu padrino — comento con una sonrisa, una fingida, pero finalmente sonrisa.
—Bueno hermano, nosotros te dejamos que iremos a almorzar con su familia. — ambos se despiden de mí saliendo de la casa, dejándome ese ardor en el pecho.
—Hijo — levanto la mirada y la observo desde mi lugar, me mira con esos ojos que solo muestran lastima y lo odio, odio que me miren de esa manera.
—Mamá ¿Qué haces aquí? Creí que te habías ido con papá.
—Ya ves que no.
—Bueno, yo me tengo que ir a por unas cosas — intento escapar del interrogatorio que sé que se aproxima, pero es mi madre, la mujer que me dio la vida y quien mejor me conoce.
—Espérate un minuto.
—Realmente estoy apurado.
—Si, claro. —y como era de esperarse, no me creyó —¿Cómo estás?
—Bien ¿Por qué preguntas?
—¿Por qué te conozco? Se perfectamente que la noticia te callo como patada al hígado y…
—Mamá — la detengo antes de que siga — estoy bien, de verdad. Además, lo más importante en estos momentos es la felicidad de Santi, él merece ser feliz.
—Y tú también.
—Lo soy — miento descaradamente. No sé por qué, pero siento la presión de demostrarle que realmente me siento bien, suficiente han sufrido con la salud de Santiago estos últimos años como para que se preocupen por mí y por eso escupo mi segunda mentira — Además me estoy viendo con alguien.
—¿Enserio? — la sorpresa que demuestra el rostro de mi madre es evidente y no se me pasa por alto el pequeño destello de felicidad que pasa por sus ojos, haciendo que me sienta miserable al mentirle — ¿Cómo se llama?
—Por ahora, solo te diré que es una chica muy interesante. Si la cosa sigue bien, te hablare mas de ella y quisa la conozcas.
—Oh cariño — dice con sus ojos brillando por las lágrimas tomándome dulcemente por las mejillas — espero que seas feliz con esta muchacha y que pronto la invites a casa.
—Despacio mamá, vayamos despacio — comento haciéndola reír. Sonrío implementando todo lo que tengo para que no se note la mentira en mi rostro — bueno, ahora sí, me tengo que ir — me pongo de pie acercándome a ella para dejar un beso en su frente para salir de casa.
—Mándale saludos de mi parte — comenta guiñándome un ojo y me siento el doble de miserable por mentirle a mi madre.
Salgo de casa de mis padres, donde vivo junto a mis hermanos, para ir directo al gimnasio de mi mejor amigo, necesito descargar la frustración que siento por dentro.
Al llegar al establecimiento, me recibe con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Pero miren a quien tenemos aquí!
—Max — lo saludo sin ánimos
—Vaya, que animo ¿mal día?
—Mal día, mal mes y año — comento dejando el bolso con ropa sobre una butaca — necesito entrenar y sacarme la frustración que llevo por dentro.
—¿Sabes con que puedes sacar esa frustración?
—No iré a ninguna fiesta — lo corto desde antes que empiece a insistir, pero es mi amigo, el que siempre intenta levantarme el ánimo o llevarme a algún tipo de fiesta, incluso a intentado convencerme de ir a una orgia solo para olvidar a Tamar. «como si eso fuera posible»
—Te has vuelto un amargado ¿hace cuanto no salimos de fiesta? ¿hace cuanto no salimos siquiera por una cerveza? Me has abandonado como amigo — implementa su típico dramatismo, aunque en parte tiene razón, desde que comencé a salir con Tamar hace cinco años atrás, incluso cuando gracias a él comencé a salir con ella, lo deje bastante de lado, estaba tan sumergido y dedicado a mi relación, que deje muchas cosas de lado para ponerla a ella en primer lugar y aun así, cuando me dejo, él fue el primero en prestarme su hombro para llorar.
—Está bien ¿A dónde vamos?
—¿Enserio? — su sorpresa me molesta porque solo demuestra lo mal amigo que he sido. Asiento y él festeja con un estúpido baile, sacándome una sonrisa — vamos al club, tengo que ponerme al día — me guiña un ojo.
Muchas veces me pregunto ¿Qué me llevo a ser amigo de este ser? Somos completamente diferentes, mientras yo me dedico a buscar relaciones formales, que duren, él vive su vida al tope, nunca esta mas de dos veces con la misma mujer y aunque haya estado con el sesenta por ciento de la población femenina de la ciudad, si yo observo a una mujer mas de un minuto, la pone en su lista de prohibido, aunque esa lista estuvo vacía por cinco malditos años. Será eso lo que nos lleva a ser tan cercanos.
Seguimos charlando mientras comienzo a entrar en calor para subirme al ring de boxeo, hay un tipo enorme que me observa con aires de grandeza, blanqueo los ojos ante su actitud, los que no me conocen, pensaría que no tengo oportunidad frente a un tipo de esa talla, pero los que frecuentan este lugar, saben que mi técnica y velocidad son muy buenas para ser que solo practico por afición.
—¿Listo para lamer mi trasero? — su petulancia me enferma.
Me pongo los guantes mientras Max me comenta uno que otro movimiento que suele usar el tipo, dice que es bueno, pero debido a su contextura física no es tan rápido como yo, una ventaja para mí.
Me acomodo en una esquina mientras que un sujeto ¨X¨ se para en medio de nosotros como árbitro, nos dice lo que esta prohibido y el tipo que planeo destrozar se queja.
—Dale amigo, esto no es una pelea profesional, bájate que quiero patear el trasero del chiquito este.
No sé que le pasa, pero evidentemente tiene un problema conmigo.
La campana suena y espero paciente a que ataque primero, algo que mi padre me decía cuando era pequeño es que no siempre gana el que pega primero, la paciencia es vital para la victoria.
Como era de esperar, me lanza una zurda, logro esquivarla con facilidad y le lanzo un golpe con mi derecha cayendo directo en su pómulo, siento como poco a poco la energía fluye por mi cuerpo y sonrío. Lo cual me dura poco ya que, sin previo aviso, el grandulón tira una patada pegándome directo en el estomago logrando que me quede unos segundos sin aire. Su aire de suficiencia me enerva la sangre, me concentro y comienzo a pelear como siempre, no me considero el mejor, pero sé que soy bueno. Esquivo la patada que planea darme y ataco su rostro sin contemplación.
Estoy sudado, llevamos mas de quince minutos tirando y recibiendo golpes mutuamente, pero lo observo mas cansado a él, aprovecho esa ventaja y golpeo su mandíbula logrando que haga traspié y caiga al suelo desorientado, la pelea termina y ayudo a que se ponga de pie. Mi cuerpo duele y se que cuando la adrenalina drene por completo de mi cuerpo, será peor.
—Buen jugado, creí que eras de esos que solo piensan que por tener cuerpo bonito son buenos — comenta de la nada el sujeto. — Soy Carter
—Aaron — extiendo mi mano
—¿Sabes? mi entrenador busca alguien para meter en las ligas mayores, serias muy bueno, con un entrenamiento más duro…
—Te agradezco, pero solo entreno por afición, no me interesa vivir de esto.
—Como quieras, pero si cambias de opinión — me entrega una tarjeta — ese es mi número, puedo ponerte en contacto.
—De acuerdo, gracias.
Salgo del ring para ir directo a las duchas, Max me sigue de cerca. Espero que diga algo, mas de una vez me comento que con un verdadero entrenador podría llegar lejos, pero le deje claro que no es a lo que quiero dedicarme. Estudie cinco años para recibir mi título como médico bioquímico y no desperdiciaría mi titulo por convertirme en boxeador… aunque siendo honesto, perdí dos años y muchas oportunidades de trabajar en laboratorios de primer nivel por mi relación y luego por la ruptura de esta.
—¿No dices nada? — su silencio me molesta
—No ¿Qué quieres que te diga? Es una muy buena oportunidad, pero sé que eres un apasionado por la ciencia — se enoje de hombros — ¿sabes? No sé que es lo que me llevo a ser amigo de un completo nerd — dice serio y recibe un golpe de mi parte, logrando que suelte una carcajada.
—Me duele todo el cuerpo — digo cuando el agua artificial de la ducha recorre mi cuerpo.
—¡Ah, no! Eso si que no. Esta noche saldremos, aunque te duelan lo huesos. A mi no me vengas con excusas
[…]
Cuando decía que me dolía el cuerpo, no mentía.
Cuando Max dijo que saldríamos, tampoco.
Llegamos al club que solíamos frecuentar juntos años anteriores y observo lo cambiado que esta, ahora se nota mas moderno, las luces, la pequeña tarima, la barra, todo ha cambiado y debo admitir que me gusta más.
Nos acercamos a la barra a pedir unos tragos mientras mi amigo no pierde el tiempo y consigue su próxima víctima. Digo victima porque, no sé como mierda hace, pero terminan obsesionadas con él buscándolo, pero sutilmente les pega una patada en el culo con su famosa frase «No eres tú, soy yo» tomo de mi cerveza mientras observo el lugar, a lo lejos reconozco una cabellera larga y sedosa color azabache igual al mío, me pongo de pie y camino directamente a ella, cuando veo que un sujeto la manosea toda, me hierve la sangre al ver como ella le baila y de un tirón la alejo de él.
—¡Oye! — se queja mi hermana.
—Eh amigo, está conmigo, búscate la tuya — dice el imbécil que la toma nuevamente de la cintura, mi hermana lo mira con cara de asesina, pero no tanto como la mía.
—Es mi hermana idiota — comento echando humo por las orejas. El sujeto no dice nada y se va.
—Eres un idiota, planeaba irme con él — dice la descarada de mi hermana.
—Tu no te iras con ningún idiota.
—Aaron, te amo, pero realmente te comportas como un idiota. Soy lo suficientemente mayor como para hacer lo que se me dé la gana.
—Aunque tengas ochenta años, eres mi hermanita y no permitiré…
—Ey hermano, déjala disfrutar.
—No voy a dejar que se vaya a follar con cualquiera
—¿Por qué? Es lo que hacemos todos, luego vendrán las responsabilidades y…
—Yo no hago eso — espeto furioso
—Claro que no, si te desvivías por una mujer que no valía la pena, deja de querer controlarme y ve a vivir tu vida — los ojos de mi hermanita me lanzan dagas y sus palabras por igual.
Tiene razón, no he disfrutado de hacer este tipo de cosas porque me he empeñado en tener una relación perfecta, porque siempre he necesitado tener todo bajo control y es hasta ahora que me doy cuenta de que no soy capaz de divertirme, no soy capaz de tener aventuras de una noche. No soy capaz.
—Será mejor que me vaya — me dirijo a Max, quien me mira molesto.
—No, tu te quedaras y disfrutaras de la noche y si te vas, será agarrado de las nalgas de una belleza de aquí.
—No tengo ganas, de verdad.
—Yo no tengo ganas de que sigas enculado por esa tipa que no vale la pena, como dijo tu hermana. ¡es hora de que disfrutes de un buen polvo y dejes de pensar siempre en tenerlo todo bajo control! — niego con la cabeza y vuelvo a la barra.
Son pasada las tres de la mañana y he perdido la cuenta de las cervezas que me voy tomando, no se si es el alcohol o que, pero veo como la chica que me sirve me observa demasiado, mi cuerpo esta caliente y su sonrisa no ayuda a refrescarlo. Le devuelvo la sonrisa y se acerca a mí.
—¿Mal día? Vi por ahí que peleabas con tu novia.
—No, es mi hermanita — comento molesto al recordarla con ese sujeto.
—Oh ya veo, eres hermano mayor protector.
—No soy protector.
—Si tú lo dices…
—¿Qué quieres decir con eso?
—Nada. — la miro con una ceja enarcada y ella sonríe — solo que se nota que eres demasiado perfeccionista, del tipo de chico que necesita tener todo bajo control para no desesperar.
—¡Eso no es cierto!
—Has venido perfectamente arreglado y apenas sudas, tomas un pañuelo de tu bolsillo cuando todos acá se preocupan mas por conseguirse a alguien a quien follar. — me deja helado con sus palabras, me observo demasiado como para darse cuenta de eso ¿o es que realmente soy un loco del orden y el control? Me aclaro la garganta y miro a otro lado.
—¿Y tu eres una de esas? Me refiero a de las que buscan compañía de una noche.
—Depende de quien lo pregunte — no estoy seguro, pero siento que me coquetea y no soy bueno en este campo, maldición, todos tienen razón, me he encerrado entorno a una sola mujer y ahora que me dejo estoy fuera de juego.
—Yo — digo torpemente — te pregunto yo. — mis nervios son evidentes, más cuando me mira con esa sonrisa.