Su enojo

4456 Words
Había pasado una semana desde que estuve en aquella habitación del baile, junto a Kira, la seductora bailarina, provocadora y atrevida, y quién quita también decirle aprovechada, por subir su tarifa solo porque yo era uno de los dueños, de igual modo no me sentí robado, fue algo gracioso todo. De forma descarada, me enviaba algunos mensajes tarde de la noche, invitándome a entrar otra vez a la habitación por si yo estaba por allí. Nunca respondía a sus mensajes, pero ella lo enviaba cada día, haciéndome su invitación. Por otro lado, asistí de forma insistente al restaurante, pero nunca pude verla y lo que era peor, la flor en mi mesa había desaparecido, después de todo ese tiempo allí y de no quitarla ni cuando se lo pedí, ahora lo había hecho. Pero, lo mínimo que le debía a Verónica era una disculpa, porque sí, yo había sido un idiota, ella tenía razón, solo que la mención de su nombre aún me…inquietaba mi ser y saber que Verónica la vio, Caroline sabría que ella era aquella gerente, por lo que el hecho de que le hubiera dado mi número era un poco chocándote. ¿Qué había pasado por la mente de Caroline? Se supone que ella ocupaba mi antigua oficina, ¿pensaba en mi alguna vez mientras estaba allí? Seguro que había cambiado todo, llevándose cada recuerdo mío a la basura, la más mínima prueba de que yo alguna vez ocupé esa oficina. Aunque nada, nada justificaba mi reacción y menos delante de los ojos de Verónica, quien aunque parecía temerse algo así al mencionar a Caroline, de todos modos lo hizo. —Darek.—me presenté en su oficina en la mañana del jueves.—¿Estás desocupado? —Solo si es para ti, ¿qué pasa? Nunca dijiste nada de cómo te fue en la habitación del baile. —Porque no había nada que decir. Quiero que…me ayudes a encontrar una persona.—como se enterara que tuve sexo con una de las bailarinas, ya eso lo sabrían los otros tres y no dejarían de mencionarlo en la vida. —¿A una persona? —Si, es alguien que no me quiere contestar y no la encuentro en su trabajo. —Una mujer.—sonrió de forma pícara y me prestaba más atención.—Cuéntame más. —¿Cómo es que siempre has sido un hombre tan chismoso? No lo entiendo, ni eso, ni ninguna de tus facetas extrañas.—su repentino interés me hacía dudar en si contarle algo o no. Pero debía de hablar con Verónica, no me gustaba pensar que ella estaba enojada y que no me daba ni la posibilidad de disculparme. —¿Quieres que te ayude o no? —Está bien.—solo porque no tenía de otra.—Su nombre es Verónica, antes de que empieces, solo es una amiga. Se marchó algo enojada y no he tenido oportunidad de disculparme. Eso es todo. —Dame algunos otros datos, para que Esus pueda hacer algo.—comenzó a anotar. Le di su número, el cual nunca borré, el nombre del restaurante y eso era todo lo que tenía. Solo eso. —Darek, no sé si la pregunta sea apropiada.—comencé a decir, cambiando de tema. —¿Desde cuando decir lo apropiado es lo tuyo? —Hay cosas que quiero saber y no me respondes, por eso lo digo. Solo quisiera saber ¿cuánto le pagas a Esus? —Lo que él quiera.—aquello era una muy extraña respuesta, aún cuando creí que no respondería. —¿Cómo que lo que él quiera? No estoy comprendiendo. —Así, tal cuál. Le p**o lo que él quiera, lo que me pida. Así sin más. —Está bien. Los dos se tienen un grado de confianza muy superior a algo que yo hubiera visto antes. —No, no es así. Yo confío en Esus, pero él no confía en mi. Lo cual no es necesario, tengo muchas veces mi vida en sus manos y yo me siento confiado de eso, soy yo quien debo de depositar mi confianza en él y lo hago. A ojos cerrados. —¿Qué hay de Aurora?—quizás era un buen momento para indagar más antes de que él se cerrara.—¿Te gusta ella?—pregunté con cautela. —Hemos estado estos últimos años entrelazados en una serie de eventos un tanto desafortunados, éramos una especie de enemigos, no solo de ella, también de Caroline. Pero la chiquilla tiene muchas agallas, más de las que pensé y odio decir que me ha ganado la pelea. Quisiera…cogérmela. Pero la confianza que le tengo a Esus me lo impide, se que allí se rompería todo, pues él está enamorado. Muy enamorado. —Te faltó mencionar que Aurora no cedería, no es como que tú quisieras y ella también. La veo muy bien con Esus, me encanta esa pareja que forma, llena de dinámica y a la vez de romance, además Aurora parece estar muy feliz con él. —Yo no he querido conquistarla, se que ella caería en mis brazos si lo intentara.—parecía muy seguro, pero yo no lo veía así. Creo que no tenía la más mínima oportunidad con Aurora, aunque ella no estuviera con Esus. —Pues yo tengo muchas dudas sobre eso, viendo lo fuerte que está, solo caería entre tus brazos para rompértelos. Síguete aferrando a esa confianza que le tienes a Esus y no pases el fino hilo rojo que te limita, sería muy desagradable. Llámame cuando sepas algo, por favor. —Está bien, señor amagado. Por cierto, mañana hay un evento, nada lujurioso, lo prometo, por si quieres ir con alguien, quizás con esa tal Verónica. —Ya me lo pensaré. Te agradecería que me encontraras su dirección. —Lo haré, no te preocupes. Aquella tarde pasé por casa de mis padres, mamá quería que cenara con ellos. Se había dejado crecer el cabello muy largo y no se cortaba una sola hebra, según la escuché decirle a papá, fue la promesa que hizo para que yo despertara del coma. Aunque yo no creía en esas cosas, era lindo ver la fe de los demás y si mamá era feliz con eso, yo también lo era. —Jonathan, ¿en qué piensas?—me preguntó durante la cena, yo pensaba en qué habían hecho los demás mientras mi mundo se había detenido, donde solo también se detuvo el de mis padres, pues para ellas también todo se detuvo con mi coma. —En nada.—sentí que mis ojos se habían aguado, giré mi rostro y limpié aquellas lágrimas antes de que salieran sin mi permiso.—La cena está deliciosa, mamá. —Esta mañana, mientras estaba de compras, he visto un libro que era probable que te gustara y te lo he comprado. Está en tu habitación. Por cierto, como ya recuperaste del todo tu peso normal, he sacado el cambio de ropa que te habías hecho, compré algunas de tu talla actual para cuando te quedes aquí. —Muchas gracias, mamá.—la amaba, más que a nada, más que a nadie, con toda mi alma y corazón, ver su rostro me llenaba de alivio, porque creo que morir solo significaba que mamá moría conmigo y eso me llenaba de una tristeza muy fea. Mis ojos volvieron aguarse y las lágrimas salieron apresuradas.—Lo siento.—dije al secarlas. Ellos se quedaron en silencio, pero mamá también lloraba.—Estoy bien, solo me llegaron algunos recuerdos. Estoy bien. Me…me voy a retirar. Estoy algo cansado. Me fui a mi habitación y allí me entraron más ganas de llorar. Aquí había venido después de darme el alta y todavía podía ver mi cuerpo consumido sobre esa cama, papá y mamá a mi lado, sus manos calientes sostener las mías frías y aquellas miradas llenas de esperanzas. Muchas veces se me iban las horas mirando hacia el techo y en ocasiones mamá me leía o solo se quedaba en silencio, haciéndome compañía. Sacudí mi cabeza y fui al baño para echarme un poco de agua e intentar alejar los tristes pensamientos que me llegaran de la nada. Me quité la ropa y me miré al espejo. Mi abdomen se veía muy raro con aquellas marcas allí, no las detestaba, excepto la cicatriz de la bala. Me fui a la cama, solo en ropa interior y me dormí, teniendo algunos sueños turbios y muy confusos, sin ningún sentido. En la mañana fui despertado con una llamada, era Darek. —¿No duermes? Son las seis. —Seis y cuarto.—dijo él.—Ya tengo la dirección de tu Verónica. —¡¿Si?! Envíamela.—aquello había despertado mis sentidos. Me levanté, tomé baño y bajé a desayunar, todavía sin abrir el mensaje donde Darek me enviaba la dirección de Verónica. Tenía planeado ir a eso de las siete, pues ella ya estaría fuera del trabajo y era probable que estuviera en su casa. El día pasó con prisa, almorcé con mamá, ya que papá había quedado con unos amigos y a eso de las cinco y media salí de casa, luego de volverme a bañar, perfumarme y peinarme. Quería llevarle algún presente, no solo mis disculpas, pero no sabía qué. Ni idea. ¿Rosas? No me sentía seguro de ello. Este campo era completamente inexplorado para mí. Pero valía más mi intención que no hacer nada. Creo que lo de idiota no me lo iba a quitar nadie. Me detuve a comprar un ramo de flores, aconsejado por el florista que había allí. Él había dicho, de entre una lista numerosa, que los girasoles también servían para pedir perdón, así que llevaba este. Camino a su casa, era apartado de la ciudad, parecía otro lugar, muy verde, muy limpio. Bajé mis ventanillas absorbiendo todo el aire que pude, pues se sentía muy puro, había pocos coches y pocas casas. Según la dirección, creo que ya había llegado. Aparqué del otro lado de la calle y no frente a su casa. Era una casa sencilla, no parecía grande, al frente tenía una pequeña rampa, justo frente al escalón, había una baja ventana con cortinas blancas, muy claras y dentro podía ver una luz encendida, aunque no había ningún coche aparcado frente, pero también tenía una cochera cerrada, por lo que sí podría estar en su casa. Tomé las flores y crucé la calle, dirigiéndome a su puerta. El cerrojo estaba un poco hacia abajo, cosa que me pareció algo extraña, como si fuera para que un niño lo alcanzara, cuando creo que debía de ser todo lo contrario, el caso es que no estaba a la altura normal. Toqué el timbre solo una vez, escuché un movimiento cerca de la ventana y luego por la puerta. —¿Quién es?—preguntó una voz desde el interior. —Soy Jonathan Fletcher. ¿Es la casa de Verónica? —Si, si es. ¿Qué quiere?—volvió a preguntar la misma voz. Quizás parecía asustada. —Lo siento, ¿está en casa? Quisiera verla. —No, no está en casa, todavía no llega. —Está bien, la esperaré aquí fuera.—me alejé de la puerta para volver al coche, hasta que escuché abrirse la puerta y me detuve. Dándome la vuelta, viendo a una joven en silla de ruedas. Llevaba la cabeza adornada con pequeñas flores que creo que eran de plástico y vestía con un largo vestido amarillo que cubría toda sus piernas, tenía unas medias de igual color. —¿Eres Jonathan el idiota?—preguntó. —Supongo que ese soy yo. —Puedes esperar dentro. Pasa.—regresé a la puerta y entré a la casa, siguiendo a la joven.—Soy Nanna, la hermana menor de Verónica, es un gusto conocer tu rostro y poder ponerle una cara al nombre.—la seguí hasta lo que parecía ser el salón.—Toma asiento. Ella se movía de una lado a otro con toda comodidad. —Nanna. Es un lindo nombre. —Cuéntame algo de ti, Jonathan. No es por exagerar, pero eres el primer hombre que rechaza a mi hermana. Eres el primero en muchas cosas, el primero con el que ella insiste, el primero con el que se rinde y el primera en mostrar un poco de odio. —¡Vaya! Debo de tener más cuidado, no quiero ser el primero al que le haga daño.—dije y ella comenzó a reír. —Verónica es un poco impulsiva, pero nunca, nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia sería capaz de recurrir a la violencia. A pesar de su apariencia, es una gran persona, no es su culpa ser tan sensual y que su belleza vaya acompañado de ese carácter. —En eso tienes razón. Por eso estoy aquí, para disculparme con ella. ——— Aparqué frente a casa, notando al segundo que había un coche en la otra acera. Las luces estaban encendidas, introduje mis llaves y abrí la puerta. Había sido un día largo, me dolía la espalda, tuve que revisar las cuentas y verificar el inventario, aquellos chicos solían equivocarse en muchas cosas, por lo que tenía que supervisar muy de cerca sus trabajos. —Nanna, he llegado.—dejé las llaves y me fui al salón para quitarme los zapatos y descansar. Ya se me hacía raro que Nanna no hubiera acudido a la puerta al escuchar el sonido del coche. Jonathan estaba aquí.—Nanna, déjanos solos.—le dije, ella salió del salón, adentrándose en el pasillo. Jonathan estaba de pie con un ramo de girasoles.—¿Qué rayos haces en mi casa?—le pregunté.—Creo haber sido muy, muy clara cuando te dije que borraras mi número, ya que yo hice lo mismo. —Me extendió las flores. —Solo estoy aquí para disculparme por mi actitud. —El caso es que no necesito una disculpa de tu parte, ya que de tener tú otra vez la oportunidad de hacerlo, lo volverías hacer, por lo que una disculpa por eso es casi tan estúpido como que yo la acepte. —Lo siento, Verónica, tienes razón, es probable que una reacción así de mi parte se repita, pero intentaré que no. —Si solo viniste a disculparte, ya está. Puedes irte.—tomé las flores solo porque él seguía con ellas extendidas hacia mí. ¿Qué quería Jonathan? Seguía de pie en medio de mi salón. —Quiero invitarte a salir. —¿No viniste solo por la disculpa? —Pero ahora quiero invitarte a salir. —¿Me estás pidiendo una cita? —Justo eso, Verónica. Una cita—Me quedé mirándolo a los ojos. Yo no era quién para decirlo, pero creo que había un ligero cambio en él.—¿Te gustaría salir esta noche a cenar conmigo? Miré hacia el pasillo, allí pude ver parte de la silla de Nanna, ella estaba escuchando. —Está bien, solo una cena y regreso a mi casa. Siéntate mientras me preparo. Cuando fui al pasillo para ir a mi habitación, escuché como Nanna se marchaba, pero yo la alcancé. Me siguió a mi habitación y se quedó alli dentro mientras yo me desnudaba para tomar baño. —Te gusta, te gusta mucho o no hubieras aceptado después de llamarle idiota. Es lindo. —Es lindo, pero eso no le quita lo idiota, Nanna. Que no te abrume lo guapo que es. —A mi no me abruma, pero a ti si. Vi tus ojos cuando lo viste en el salón al llegar a casa. —¿Qué quieres decir? Ya dije que me gusta, pero no es mas que eso. Además, creo que Jonathan me va a dar muchos dolores de cabeza y no quiero eso. Cuando salí del baño, me puse un vestido y me hice un moño bajo a la altura de la nuca, corrí a maquillarme, delineando mis enormes y hermosos ojos y pinté mis suculentos labios. —Te ves hermosa, Vero. —Gracias, no llegaré tarde. En caso que si, duérmete. Te contaré en la mañana. —Está bien.—salimos al salón donde Jonathan esperaba con paciencia. Le di un beso a Nanna en la frente como siempre y me despedí de ella. —¿Por qué te despides de tu hermana con un beso en la frente?—Me preguntó. Aguardaba en la puerta mientras yo tomaba mi bolso, eché las llaves de casa y me aseguré de que mi monedero estuviera dentro. —¿Por qué? Que pregunta más extraña. —Pero ¿tienes o no un por qué? —insistió él. —Pues, la amo y es una forma de demostrarle mi cariño sincero. Además, dicen que significa amor puro y protección. — le respondí. Y siempre yo le había dado un beso en la frente a ella, para mi no era nada extraño —Parece que… no significa lo mismo para todos.— respondió él con algo de melancolía. Cerré la puerta con cuidado y salimos de casa. —¿Alguien besaba tu frente, Jonathan?— pero él no respondió, solo colocó su mano allí sin darse cuenta y cuando lo notó la retiró al momento.—No tengo mucha hambre, ¿podríamos ir a otro lado? Estábamos fuera. —Si, vamos en mi coche. —Está bien. Ya dentro, él comenzó hablar. —Hay un evento que todavía no se muy bien de qué se trata. Pero vayamos, seguro que será agradable. ¿Has escuchado hablar de “Dirty Desire”? —¿Y quién no?—respondí. Se sabía que no era un lugar nuevo, solo que ahora, quizás por el cambio de dueños, estaba teniendo un impacto importante. Lo lamentable era que debido a su alta exclusividad, solo estaba permitido para unos cuantos. Según decían, las listas de espera eran enormes. Las habitaciones costaban una barbaridad, cada vez habían menos y nadie estaba dispuesto a vender, lo que subía mas los costos. Muchas personas del medio, de manera clandestina, estaban envueltas en esto. Lo que sí se sabía, era que así como difícil era su entrada, también su salida. Por lo visto era muy adictivo. —Pues iremos , allí es el evento. —¿Tienes entradas? —Creo que no las necesito, soy uno de los dueños. —Qué sorpresa.—dije sin ganas. Miraba por la ventaba la tranquila carretera que nos alejaba de la ciudad y nos adentraba en aquel lugar tan extraño y lujurioso. Aunque tenía curiosidad, no me agradaba mucho, la verdad. Cuando llegamos allí, su coche lo dejaron entrar al momento, nos guiaron a donde se efectuaría el evento, apenas las personas estaban llegando, por lo que obtuvimos unos buenos asientos. No sabía de qué se trataba. No estábamos ubicados ni delante, ni detrás, justo en el medio. La gente empezaba a llegar, era un lugar cerrado pero cabían al menos unos trescientas personas. Estábamos rodeados de pequeños bares montados en las esquinas. Esto se estaba llenando con mucha prisa. Lo vi mirar su celular y luego observar nuestro alrededor. —¿Quieres algo de tomar?—me preguntó. —Si, una cerveza estaría bien, voy a buscar el baño, ¿a cuál bar irás?—el señaló y ambos nos pusimos de pie, pregunté al personal de seguridad donde estaba el baño y estos me indicaron. Pasé a orinar y luego miré mi maquillaje y mi cabello. Cuando iba de regreso, noté que Jonathan todavía no regresaba, por lo que fui al pequeño bar donde él estaba, cuando iba llegando, una chica se me adelantó y lo tomó por detrás, en un abrazo, yo me quedé sin avanzar mientras las personas pasaban a mi lado. No era muy amante de la m*********e. Avancé paso a paso, acercándome a ellos, pero habían mas personas pidiendo bebidas, yo solo era una más. Estaba tan cerca, que los escuchaba hablar. —¿Por qué no me dijste que vendrías? ¿No querías verme?—decía la joven, quien iba vestida igual que otras chicas que había visto por aquí, por lo que ella trabajaba aquí o era parte del evento que había. Jonathan no respondía, tocaba las manos de ella.—Te tengo una propuesta, ya que nos fue bien la otra vez. —Kira.—al parecer ese era el nombre de la joven.—No me interesan tus propuestas. —Oye,—vi sus manos subir por su pecho.—aún no la escuchas, ¿cómo es que no te interesa? Ahora te tengo una propuesta. Tengamos sexo otra vez, pero en esta ocasión será más especial. Algo que quizás no has hecho alguna vez, sé de una habitación que te podría gustar, Jonathan. Te enviaré la información por mensaje y quedamos. ¿Te parece? Él se dio la vuelta entre los brazos de ella y su rostro se encontró con el mío. Fue casi magnifico ver como sus ojos se abrían al verme y yo iba sintiendo que mi cara se arrugaba en una mueca, le di la espalda y me perdí entre la m******d. Dando con un baño y escondiéndome allí. Jonathan había usado las habitaciones con esa chica, ellos habían tenido sexo y por lo visto ella quería mas. ¿No que estaba enamorado de alguien más? Yo no conocía a Jonathan, pero siempre quise hacerlo. Años atrás duramos un tiempo charlando en el restaurante hasta que yo le dije que me gustaba y lo invité a salir, obteniendo su rechazo. Luego de eso ya, no hubo más. Algunas veces lo observaba almorzar, otras veces lo veía marcharse y algunas veces llegar. Pero no conocía a Jonathan, me gustó su persona, me gustó lo que me mostró, me gustó; pero en solo dos citas ya no estaba segura de eso. Es decir, sí, me seguía gustando, creí en un principio poder enamorarlo, pero algo en mí solo me gritaba que me apartase, porque las causas perdidas no se me daban bien, solo terminaba perdiéndome yo también. Tardé mas de una hora sentada sobre el frío escusado que ya ahora estaba bastante caliente. Salí de allí con numerosas llamadas de Jonathan. El evento continuaba. Ya todo estaba lleno, mucho ruido y demasiadas luces de colores. Miré las indicaciones y me dirigí a la salida. Allí di con un seguridad y le pregunté si aquí llegaban taxis, pero su respuesta fue que no estaba permitido. Tenía hambre, me dolían las nalgas de estar sentada y quería salir de allí. Podría caminar hasta la salida y de allí llamar un taxi, pero no sabía cuánto tiempo podría tomarme eso. Era mejor empezar ya. Miré la batería de mi móvil, estaba casi muerta. ¡Qué fastidio! La noche estaba fría, me dolían los pies, el vestido era ajustado y no estaba en condiciones para hacer una caminata tan larga, y creo que solo llevaba unos quince minutos caminando. La salida no se avistaba todavía, ¿por qué tenía que ser tan grande? Una luz de un coche alumbró el camino y yo miré hacia atrás, cubriendo mi rostro por la luz que quedaba en mi cara, quizás debía de pedir un aventó hasta la salida, de allí tomar un taxi. Me puse a un lado de la calle y el vehículo se detuvo. Pero solo era Jonathan. Seguía caminando y él comenzó a seguirme con el coche. —Llevo mucho buscándote, Verónica. —Y yo escondiéndome, idiota.—dije en voz baja, para que no me escuchara. —Por favor, sube. Te llevaré a casa. Ahora me detuve. —Caminaré hacia la salida, de allí puedo llamar un taxi, no te preocupes. Ya estoy cerca.—dije con normalidad. —Te llevaré a tu casa, todavía falta un buen trozo para la salida. —Si, el trozo que le ibas a meter a Kira.—pero otra vez lo dije para que no me escuchara. Retomé la marcha, decidida hacerlo como ya había dicho. Jonathan adelantó su vehículo y se detuvo más adelante. Lo vi bajar, venía hacia acá. —Verónica, déjame llevarte a casa, ya es muy tarde. Nada te garantiza que al llegar a la salida un taxi quiera venir hasta aquí. —Entonces solo seguiría caminando, algún coche pasaría y yo pediría un aventón. —¿No es más fácil irte conmigo? —Es lo más difícil que podría hacer en toda la noche, Jonathan. —Puedo explicarte lo de Kira, Verónica. Cuando empezó hablar, le pasé al lado, siguiendo mi camino, realmente los pies me dolían, ya estaba cansada de caminar con estos zapatos altos. Sus pasos me seguían de cerca. —¿Qué es lo que quieres, Jonathan? —No entiendo la pregunta. —Te dije que no me llamaras ni buscaras, que borraras mi número, pero hoy te apareces en mi casa, con unas flores y de la nada me invitas a salir. ¿Qué quieres? —¿Qué es lo que quieres tú? Haces lo posible por conseguir mi número, luego no quieres que te llame, no quieres verme. Pero esta noche aceptas salir conmigo, solo para ponerte celosa por una conversación que escuchaste sin saber del todo de qué se trataba. Luego te incomodas por mi reacción cuando supe que recurriste a Caroline para obtener mi número. Soy yo que quiero saber qué quieres, ¿qué quieres de mi?—me detuve, dándome la vuelta para verle a la cara. —Me gustas, Jonathan, eso ya lo sabes. —Pero no se lo que quieres de mi, sabes que amo a alguien más.—me coloqué lo bastante cerca de él.—Necesito saber lo que quieres para ver si puedo dártelo. ¿Sexo?—lo miré a los ojos, su pregunta iba en serio. —¿Crees que esperaría todo este tiempo por sexo?—observé sus ojos, su boca y su cabello, después bajé mi mirada a sus manos.—No quiero nada, Jonathan. Observé mis pies, me saldrían ampollas, el coche de Jonathan estaba detrás, estaba encendido. No me quería ir con él, pero si en su coche. —Verónica. —Jonathan, me duelen los pies, estoy muy cansada de caminar, antes sentí que se me cayó algo, por allá—señalé con mi dedo un poco mas atrás.— y ahora me doy cuenta de que fue mi móvil, búscalo, por favor. Se dio la vuelta y caminó‚ hacia donde yo señalé, cuando lo vi lo suficientemente lejos, corrí hacia su coche sin mirar atrás, abrí la puerta y me fui en él, dejando a Jonathan atrás.
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