Esperaba frente al restaurante a que ella saliera, recostado a mi coche, tomándome un batido que me detuve a comprar, tenía sed de algo frío, miraba hacia la puerta del restaurante.
Abrió la puerta, dejando ver su elegante figura caminar hacia mi. Tenía una delicada sonrisa sobre sus labios pintados de un color intenso, cruzó la calle con cuidado, tomó el batido que yo tenía en mi mano izquierda y bebió un sorbo de él, me miraba mientras lo hacía.
—Hola.—me obligué a decir, ya que me dejaba mudo. Algo me pasaba, puesto que desde aquel sencillo beso, no tan sencillo si hablaba con sinceridad, veía a Verónica un tanto diferente, es decir, siempre me pareció apuesta, debía de ser sincero en cuanto a eso. Pero ahora me atraía, no de un modo enloquecedor, pero me atraía, me había emocionado mucho de tener su número de celular. Quizás solo era algo común en cualquier hombre que la rodeara, porque ¿cómo no sentirse atraído de semejante mujer.—¿Tienes novio?—creí que la pregunta solo había pasado por mi cabeza, pero también salió a mi labios, levanté mis cejas yo mismo asombrado.
—No, no tengo novio. Tenía algo con alguien, pero para ser sinceros, lo dejé luego de haberme besado contigo, sabía que nos volveríamos a ver , así que era mejor no estar con nadie.
—Ha pasado un tiempo desde eso.
—Ha pasado más desde que te pedí que salieras conmigo y aquí estamos. ¿Vamos algún lugar o solo conversaremos aquí? ¿Quieres pasar al restaurante?
—No, vamos a otro lugar.—le abrí la puerta del coche.
Ella estaba, para ser Verónica, un tanto silenciosa y tranquila. Aunque no es como que yo pudiera decir que la conocía bien.
—¿Cómo está tu salud?
—Estoy bien. ¿Cómo conseguiste mi número?—quería saber.
—¿Eso importa?—preguntó algo seria.
—No, solo… me da curiosidad.—confesé.
—Si te lo digo, ¿supone algún cambio?—la ciudad estaba tranquilo, no había ni tráfico—Por un momento pensé que no responderías a mi mensaje, también que el número no sería correcto. Fue una sorpresa recibir tu llamada.
—Me dio gusto leer tu mensaje o que aceptaras quedar ahora, sin previo aviso. No supondrá ningún cambio quien te haya dado el número, puedes decirme.—no podía ni imaginarme cómo lo había hecho.
—Caroline Matthew, la mujer de la que estás enamorado. Fui a la empresa y a ella le pedí tu número.—frené el coche de pronto y ella se quedó mirándome, sujetada al cinturón con los ojos muy abiertos, su cabello se había mecido hacia adelante y varios mechones cubrían su rostro por el ímpetu de mi frenada, su lecho subía y bajaba, quizás algo asustada por el movimiento repentino al frenar.
—¡¿Fuiste a ver a Caroline para pedirle mi número?!—pregunté molesto.—¿Cómo te atreviste?
—I d i o t a.—me dijo lentamente, rodando los ojos al hacerlo, se retiró el cinturón, arregló su cabello y salió del coche en medio de la calle donde yo había pegado el frenazo. Pegué mi cabeza al volante sin creérmelo.
¿Por qué me molestaba tanto que hubiera ido a pedirle el número a Caroline?
Tal vez lo que me molestaba era el hecho de que ella se lo hubiera dado, porque eso significaba que no le importaba en lo más mínimo si estaba o no con otra persona.
—¡Maldición!—no iba a ser capaz de seguir adelante hasta que no la sacara de mi mente. Escuché el claxon de un vehículo detrás de mi, levanté el rostro y miré por el retrovisor la fila de coche que esperaba para que yo me moviera, busqué con la mirada a Verónica pero no la veía, me orillé, aparcándome con prisa, salí del coche en busca de Verónica, pero no la veía por ningún lado, fui de un extremo a otro de la calle, mas ella no estaba allí.
Se había marchado.
Y yo había sido un idiota con ella. Cuando volví al coche le marqué a su número, para mi sorpresa, ella respondió.
—Voy a borrar tu número, Jonathan. Haz lo mismo.—dijo sin darme tempo siquiera a disculparme y colgó.
Iba camino a mi casa, sintiéndome como un completo idiota, el más grande de todos. Llamé a Darek camino a casa para ver si ellos ya se habían ido, era de noche.
—¡Ey! Llamas justo a tiempo, únetenos. Vamos las habitaciones, hay un show con entradas limitadas, unos bailes exóticos extranjeros, con bailarinas extranjeras, podría ser divertido. ¿Donde estás?
—Camino a mi casa, ¿por donde van?
—Vamos a detenernos en la carretera B6, verás nuestro coche allí, solo vamos Arnau y yo. Puede ser divertido. Cuando estés a punto de llegar, cállame, así no te vas delante, ¿bien?
—Está bien. Iré.—accedí, porque de todos modos me seguiría sintiendo como un idiota, era mejor ser un idiota en compañía que solo.
———
Si, había sido un idiota, pero fue justo como esa tal Caroline Matthew dijo que pasaría. Creo que yo había sido algo pretenciosa y presumida, demasiado segura de mí misma, incluso para un hombre como Jonathan, un hombre enamorado. Si antes no le gustaba, ¿por qué tenía que gustarle ahora? Solo sería, para desenamorarlo de ella, aquel clavo que intentaba sacar a otro. Me había llenado de optimismo y no me importaba en lo más mínimo ser ese clavo si se trataba de Jonathan, pero para ser sinceros, un clavo era incapaz de sacar a otro clavo, aunque yo decidiera ser el clavo.
Lo que más me enojaba, era que ella tuvo razón y yo no.
“Dile que fui yo quien te dio su número, quisiera ver tu cara.”—había escrito ella casi en forma de garabato en la parte de atrás del papel que yo había tirado.
Por un momento, pensé en no hacerlo, pero no tenía miedo a perder, tenía miedo a que ella tuviera razón, aún así eso no me detuvo. La sola mención de su nombre hizo que él se alterara. Ya para mí Jonathan era un caso perdido y no valía la pena perder mi tiempo con él, por mas que me gustara, por más que quisiera intentarlo, de cualquier modo el no estaría disponible para intentar nada. De eso estaba casi al cien por ciento segura.
Solo me daba lástima mi fracaso, porque él me gustaba mucho.
—Vero, qué rápido has llegado, ¿qué pasó con el “Voy a llegar tarde”?—se sorprendió mi hermana al verme llegar, le había dicho que hoy llegaría tarde a casa, pensando que pasaría más tiempo con Jonathan.
—Ya ves, yo misma arruiné mis planes.—vino en su silla de ruedas hasta mi. El amplio salón tenía espacio de sobra para que ella se moviera a su gusto, sin interrupción.—No pude quedarme callada y tenía que ver quien ganaba la pelea final, ella o yo. Es obvio que perdí.
—Pero Vero, ¿no te das cuenta de que estabas peleando sola?
—¡Claro que no! Ella provocó esto desde el inicio diciendo que no me daría su número de forma tan descarada, si al menos hubiera sido un poco educada, pero es que hubieras visto su cara cuando supo que yo era la gerente, fue de total altivez y yo no pude evitar comportarme igual.
—Entonces…¿realmente has perdido?
—Mas que perder, lo di por perdido. Es un poco idiota después de todo. Y quien sabe, llevo tanto tiempo pensando en ese hombre, que a lo mejor eso es lo que es, un completo idiota. No me martirizaré más, saco a Jonathan de encabezar mi lista de conquistas. Mentalmente lo borré.—tomé mi móvil y eliminé su número, las llamadas y el mensaje, para ni saber cual era su número.
—¿Quién sigue en la lista?—pregunto Nanna con emoción.
—Lo cierto es que no hay nadie en la lista, solo estaba él. No suelo tener mucho esfuerzo para conquistar, esa lista era suya.—pasé a su lado, tomando mi bolso del sofá.—me daré una ducha caliente y me iré a dormir. Estoy mentalmente agotada.
—Está bien, estaré en mi habitación.
———
Había una presentación muy grande de unas bailarinas extranjeras, era algo un tanto exclusivo, como todo aquí. La mayoría de clientes potenciales estaban allí, o al menos los que no venían en pareja para sus propias habitaciones. Algunas de nosotras estábamos listas por si nos solicitaban, pero mientras estábamos viendo las increíbles acrobacias combinadas con el baile, era maravilloso, junto con esos estrambóticos trajes que vestían tanto las bailarinas como los bailarines. Jamás había escuchado este tipo de música y estos movimientos tan inusuales. Mis ojos se movían histéricos captando cada paso increíble y viendo si luego lo podría recordar para realizarlo. Era maravilloso.
El ambiente cambiaba de un momento a otro junto con la música y los trajes, estábamos todos embobados, capturaban la audiencia de una manera asombrosa.
—Kira.—me llamó la suave voz de la encargada de nosotras. —Ven, hay un cliente.
Me puse feliz al escuchar esa palabra, necesitaba dinero y hoy solo había tenido un solo baile.
—Nos vemos después, chicas.—las dejé viendo el baile y seguí a Mikaela.
—La habitación T5.—aunque habían varias puertas del baile, estas estaban enumeradas, y se podría decir que según la letra, eso nos indicaba el tipo de trato al cliente. Pero no siempre era certero. La T era de tranquilo, aunque eso solo se basaba según la primera apariencia del cliente. Por lo que podría descartar una posible noche de pasión con un desconocido para pagar mi matrícula al menos del año corriente, junto con todos los atrasos que ya tenía.
Entré por la puerta que nos tocaba a las bailarinas, haría un baile sensual y tranquilo en la barra, quizás me acercaría a él, dependiendo la impresión que me diera.
Lo primero que hice fue enfocarlo, no era una experta en esto pero saltaba a la vista que era su primera vez, por lo que un baile en la barra estaría bien para iniciarlo, que se relajara y se acostumbrara a verme moverme cerca de él.
Era guapo, quizás algo soso por aquella expresión sin vida que tenía en el rostro, apenas sí me miraba, era como si estuviera pensando en alguien más, lo cual era muy decepcionante dado que yo me estaba esforzando por complacer sus deseos desconocidos.
Yo estaba de cabeza en la barra, sujetada con mis piernas, cuando lo vi sonreír de medio lado mientras mordía su dedo pulgar que estaba entre sus labios, de inmediato lo supe. Tenía que seducir a este cliente, acostarme con él y sacarle pasta, mucha pasta.
Sí me estaba mirando, podía aprovechar esta brecha para acercarme.
Tenía que hacer todo lo necesario, esta podría ser mi única oportunidad de encontrar a un cliente como él.
Bajé de la barra de forma sensual, como cada paso que daba, su rostro se movió en mi dirección y lo vi tragar. Mis pasos lentos iban hacia él, sentía su mirada dilatada observarme, él estaba en el sofá, metí mi pierna izquierda en medio de las suyas, separándolas, me quedé alli, moviendo lentamente mis caderas al tiempo que dejaba caer por mis brazos los lazos del s****n de lentejuelas que traía puesto. Sostuve la copa de estos a punto de liberar mis pechos, me acerqué al lado izquierdo de su rostro y allí le susurré.
—¿Listo para la adrenalina?—solté el susurro cerca de su oido y procedí a dejar mis pechos al descubiertos. Apoyé mi cuerpo en el suyo, sintiendo el roce con la tela de su camisa sobre mis pezones, apoyé mis piernas a ambos lados del sofá, teniendo mas cercanía con mi cliente, era la primera vez que dejaba mis tetas al aire en algunas de estas salas, estaba yendo con todo, a por todo.—Tu nombre.—dije, moviendo mis caderas cerca de la suyas, tomé sus manos y las llevé a mi t*****o, él levantó su mirada, observando mi rostro, pero sus ojos seguían sin decir mucho.
—Jonathan.—respondió él.
Subí sus manos por mis costados y cuando las iba a colocar sobre mis pechos, él me detuvo, pero yo no. Volví a tomarlas y las coloqué en mis pechos, pero estas no se cerraron en torno a ellas.
Estaba siendo muy difícil de seducir.