Todo el domingo había estado con Aurora, no tenía tiempo para otra cosa, ella había insistido mucho en que la llevara a su casa o se tomaría un taxi, dado que no tenía su coche aquí. Desde el sábado no comía nada, se pasaba las horas con hipo de tanto llorar y mas llorar sin descanso. Ahora íbamos camino a su casa, cosa que yo sabía que era una muy mala idea. Tenía sus manos llenas de pañuelos, secando sus lágrimas y limpiando sus mocos. En el camino la sentía un poco más tranquila, el intranquilo era yo, pensando en cómo consolarla cuando llegáramos a su casa y viera el lugar al que Esus no volvería jamás. Apenas aparqué cuando ella ya estaba fuera del coche, me di prisa para seguirle los pasos, una vez que entramos al ascensor ella se acercó a mi, llorando en mi pecho. Caminamos despac