El capitán, al darse la vuelta al final de la camareta, se encontró con Herrick cara a cara: apartó la vista. —Hemos perdido las dos gavias y las velas de estay —farfulló—. Menos mal que, al menos, no hemos perdido ningún mástil. Me imagino que estará pensando que nos irá mejor sin los sobrejuanetes. —No estaba precisamente pensando eso —dijo Herrick con voz sorprendentemente tranquila, una voz que hizo que el capitán se sintiera confuso. —Lo sé —exclamó levantando la mano—. Sé lo que está pensando. Pero no tiene sentido decirlo ahora. Estoy sereno. —A pesar de todo, tengo que decirlo —volvió a decir Herrick. —Conténgase, Herrick, ya ha dicho bastante —dijo Davis—. Ha dicho cosas que no hubiese aceptado de otra persona, excepto de usted mismo; sólo puedo decir que lo que dijo es verda