Dolor❤️

4876 Words
"Nadie puede evitar enamorarse. Tal vez uno quiera negarlo, pero es posible que la amistad sea la forma más frecuente de amor." (Stieg Larsson) Esto no me puede pasar a mí, ¿Cómo rayos se atreve a entrar a mi casa así? Pero si cree puede entrar aquí cuando le dé su regalada gana, eso sí que no, ya me va a oír. Lo acorralo contra la meseta y pongo mis brazos a los lados de su cintura, encerrándolo y lo miro a los ojos, pero como quien no quiere la cosa, el sinvergüenza este está sonriendo. Le es gracioso esta situación. —¿¡Pero estás loco o que!? ¿Qué haces aquí? —Se queda callado observándome y vuelvo a coger el sartén y esta vez lo amenazo —. Si no hablas te golpeo con esto y no dudes que te va a doler imbécil. —Ja, ja, ja. Ya te he dicho que te ves hermosa, molesta, pienso que no. Vine porque no quedamos en buenos términos y pues... —Señala el bulto prominente que resalta en su pantalón —. Para que terminemos lo que empezamos. — ¿Viniste para hablar o para acostarte conmigo? ¿Cuál de las dos imbécil? —Vine por las dos, pero si quieres dejamos la primera para otro momento. Claro, ¡Si quieres!— Y comienza a reírse como un descerebrado mental por la cara que puse de enojo y furia. El infeliz vino solo a acostarse conmigo, que sal tengo en la vida. —. Es mentira, estoy preocupado por cómo te comportaste cuando te cogí de los brazos, sé que estuvo mal, y me disculpo. —Acepto tus disculpas, ahora puedes irte, mi madre tiene que estar llegando y que te vea aquí no va a ser de buen ver. — No, no me voy a ir... —dice y se va dejándome sola en la cocina. Se dirige a mi habitación y corro como si fuera flash para que no entre y no lo logro, ahora está viendo todo el desastre llamado por mi madre «Vertedero de duquesa». —Necesitas ayudas con estas ropas y hablo en serio. — No me lo tienes que recordar, lo sé, pero si fueras menos obsesivo con el horario y me dejaras salir más temprano podría limpiar mi habitación más seguida. No soy como tú, que tienes mujeres que hacen eso por ti. — ¿Por qué siempre tienes que suponer las cosas? No lo hagas, es incómodo... — me mira como si le doliera mi comentario y por primera vez quiero retractarme por lo que le dije —. Te conté que tenía que ayudar a mi madre en todo y al mismo tiempo trabajar y cuando te digo todo: es todo realmente. — Lo siento, soy muy explosiva, tengo que aprender a controlar mis impulsos, lo siento. —No importa, que tal si te propongo un trato: ¿Te ayudo a arreglar tu habitación, mientras me cuentas porque te alteraste hace unas horas? —No quiero hablar de eso, menos lo haré contigo y no te ofendas. —No, no me ofendo, lo entiendo realmente, creo que es un trauma que tienes o ¿Me equivoco? —¿De qué hablas? — No te hagas la que no sabe, desembucha ya, me gustan las historias y mientras más dures para hablar, más tarde me voy a ir y de una vez te digo no me voy a esconder ni en tu baño, ni en tu armario, ¡Que quede claro! — Bien, pero comienza a doblar mis abrigos, anda, vamos. —le doy una n*****a y comienza a sonreír en carcajada, amo ver su sonrisa, esto está yendo demasiado rápido, que estúpida soy —. Comenzaré solo dame un respiro. — Tomate el tiempo que quieras, aquí me quedo yo. Tomo un respiro, hablar de mi padre es una de las cosas que no me gusta hacer, no se merece ni que lo mencione. — Mi padre fue un hombre abusivo. Golpeaba a mi madre desde que tengo uso de razón, a mí únicamente me golpeo cuando me entrometía en las peleas para que ya no la golpeara, porque él la dejaba casi muerta, ni te imaginas la angustia que vivía en esos momentos. Me acuerdo cuando violo a mi madre en frente de mí, yo nada más tenía doce años, todavía tenía la mente de una niña y eso fue lo más asqueroso que he visto en mi vida y doloroso, ver como mi madre se quejaba de que no la tocara, que la soltara, mientras él seguía embistiéndola, me hizo sentir asco y repudio por él y por todos los hombres, sé que no todos son así, pero no puedo cambiarlo, ahora no soy tan paranoica como lo era antes, si un chico me tocaba, ya estaba saltando yo histéricamente de que no me tocara. Esa es mi triste historia. Él solo se quedó tranquilo, observándome, buscando no sé qué en mi mirada. Si está esperando que llore para que salte a sus brazos, se va a quedar sentado, he aprendido a ocultar mi dolor muy bien. — Aún no entiendo, como logras hablar de este tema tan doloroso para ti, sin soltar una lágrima, sin acongojarte ¿Cómo lo haces? — Ya lo he asumido, es algo pasado, no puedo cambiarlo y si pudiera lo haría, pero ese no es el caso. — Lo siento, de verdad, fue muy dura tu infancia, en ese nos parecemos —se acerca a mí y mientras lo hace me fijo que ha doblado toda mi ropa y lo ha hecho muy bien ¿De dónde salió este chico? —. Eso me hace pensar, que por más razones debemos dejar fluir esto, ¿no crees? — Estás más loco que una cabra, no, no me acostaré contigo. Es que está loco o que, lo dejo en mi habitación y bajo a buscar un poco de agua para ver si se me baja un poco la calentura. Cuando cierro la puerta de la nevera lo tengo al lado y grito de sorpresa, no suponía que estuviera a mi lado. —Hijo de la fregada, que no ves que casi me matas —inhalo y exhalo para ver si no me da un infarto, el imbécil se queda mirándome como si estuviera haciéndome una inspección ¿Qué le pasa? —. ¿Qué es lo que tanto miras? — Quieres calmarte, no te voy a matar, ni te voy a robar, solo cálmate o luego me estresaré y comenzaré a gritarte y eso no será bueno para los dos, ¿entiendes? — Como sea, ¡Cállate!, ven — lo empujo a una silla del comedor, para que se siente —. Te daré a probar algo, si te mueres es tu culpa, no la mía, yo te avise. —Ajajajajajaja, entonces me das veneno y no quieres que te culpe, ándale venga que tengo el estómago de hierro. — Eso dije yo cuando era pequeña, me comí unas habichuelas con dulces y estuve yendo a al baño 3 días seguidos por muchas horas, ¡créeme! —sacó de la nevera un cuenco de chocolate blanco y n***o y lo pongo en la mesa —. Prueba cualquiera de los dos, ¡vamos! — Bien, elijo chocolate n***o — el mismo se levanta del asiento y comienza a revisar en los cajones sin dejarme decirle donde están las cucharas, las encuentra y se sienta de nuevo —. ¿Cuántas posibilidades tengo de morir envenenado por esto? — Muchas, ahora pruébalo. ¡YA! Sin dudarlo, cojo la cucharita y la meto en el chocolate, pero cuando se la tiendo, Axel niega con la cabeza. A continuación, la quita de la mano, la deja sobre la mesa y, tras llevar mis dedos hasta el recipiente del chocolate, los mete y se los lleva a la boca. — Prefiero probarlo así -dice mirándome. Joderrrrrrrrrrrrrr, ¡qué momento más erótico! Madre mía..., madre mía..., que yo creo que un momento así lo he leído en cierto libro de erótica, ¡y me está pasando a mí! De pronto siento el calor de su boca alrededor de mis dedos, me acelero, el estómago se me descompone y opino que voy a desmayarme. Su boca... Su lengua... Sus labios... Quisiera besarlo, pero soy consciente de que eso desencadenaría una cadena de hechos no muy favorables y me quedo paralizada mientras tengo los dedos en el interior de su húmeda, sensual y caliente boca y noto su mirada sobre mí. No me muevo. No puedo. Si lo hago, seguro que termino desmayada en medio de la cocina. Así estamos unos segundos, que a mí se me hacen eternos, donde me mira y parece que me va a comer, hasta que él deja de chuparme los dedos y, cuando los saca de su boca, murmura: —Delicioso... Me ahogo... ¡No puedo tragar! ¡Que llamen a una ambulancia y traigan desfibriladores! Siento cómo el calor sube por todo mi cuerpo con la fuerza de un tsunami y, cuando creo que voy a abalanzarme sobre su boca para probar el chocolate como a mí me gustaría, la puerta se abre y oigo la voz de mi madre en la sala de estar. Pienso que mi corazón dejo de latir, ahora sí quiero que me trague la tierra, debí de haberle dicho que se fuera y ahora de seguro que esto no va a acabar bien. De pronto entra a la cocina, me mira a mí y luego a él, lo hace repetitivamente hasta que habla. — ¿Qué hace este joven en mi casa Isabella? El imbécil se me queda mirando como a la espera de mi respuesta, m*****o, infeliz, ahora tengo yo que hablar verdad. — Estábamos charlando, sobre unos proyectos, solo eso mama... — Claro, te creo... — ahora mira a Axel y le dice —. Si no te importa muchacho, quiero privacidad en mi casa y contigo no la tengo, otro día puedes venir de visita. — Si señora, disculpe la molestia y... — me mira y me planta un beso en la mejilla el idiota y luego le da la mano a mi madre —. Nos vemos mañana Isabella, no llegues tarde, tenemos muchas cosas pendientes por terminar. — Si, si claro, déjame, te llevo a la salida. Lo empujo con una mano en su espalda y puedo sentir lo fuerte que esta. Abro la puerta y le hago una seña con la mano para que salga. —¿No me vas a dar un beso y un abrazo? — No, tú y yo no somos nada, además te estás acostando con tu amiga, no me gusta compartir, soy posesiva con lo mío y defiendo mi territorio y contigo... — le señalo y aclaro—. No tengo que defender nada, así que tema zanjado, niño bonito. — ¿Niño bonito?, oh genial, entonces vas a hacer como que no nos besamos, como que no sentimos esta tensión s****l cada vez que estamos cerca, vas a decir que no te pasa esto cuando estoy junto a ti... — me pone la mano en su pecho para que sienta su corazón y está latiendo igual que el mío —. Si me dices que no sientes eso, mirándome a los ojos te dejo en paz. — No te tengo que decir si siento algo por ti o no, lo que si te diré es que no quiero ni querré algo contigo y más claro de ahí no puedo decírtelo, ¿me entiendes? — Bien, haz como que no te importo o como que no soy nada, yo haré lo mismo, desde ahora soy solo tu jefe, me tratas con respeto, no te permito que me hables mal, ni me subas la voz, ¿entendido? — me mira furioso, está rojo de la furia, «pero que le den» no voy a ser una de esas chicas que dan todo por amor y luego todo se va a la m****a, ya que ellos no pueden estar exclusivamente con una chica —. Y te quiero a las 8:30 A.M. en mi oficina, buenas noches. Se va tan rápido en su coche, que comienza a derrapar, realmente está furioso, pero yo como toda una sensible me pongo a llorar y me siento en la entrada de mi casa. Quería decirle que me gusta, pero eso únicamente me causo problemas en el pasado y no quiero sufrir porque ya he cerrado esa etapa o eso quiero creer yo. En lo que lloro mi mamá se sienta a mi lado y solo me abraza. Ella lo sabe, las madres siempre lo saben todo. ********* Me despierto en la mañana por el ruido de mi alarma, odio. No me deja dormir, juro que sí. — ¿Quieres levantarte? — me grita mi madre, creo que desde la cocina —. Ya se te hace tarde, son las 8:07. — Ya voy. — le digo esto a mi madre, para que me deje en paz. ¡m****a!, se me hizo tarde, hago mis cosas y bajo corriendo como una loca las escaleras me bebo un poco de café, además de que me queme la boca, ¿Quién me manda a beber rápido un café caliente? Nadie, pero eso exclusivamente me pasa a mí. Llego a las 8:57 A.M., entro en el vestíbulo de la presidencia. A decir verdad, llegué más temprano de lo normal, ya que antes mi horario era a las 9:30 A.M., así que él me va a tener que disculpar o eso espero. Paso por su oficina, toco, me dicen que pase y entro. —Señor... Se gira lenta y fríamente. — ¿Qué quiere? — Disculpe solo pase para saber si necesita algo. — No, no quiero nada de usted, salga de mi oficina. — Como quiera. Me voy a mi oficina, y con la cabeza en fuego, si han visto los muñequitos de Hércules, saben que me refiero a Hades. Estúpido no me tiene que hablar así, pero él ya va a ver quién soy. Me entra una llamada al teléfono de mi oficina y contesto: — Buenos días, empresa Industries Hoffman, ¿En qué puedo servirle? —Tráigame un café y, es para hoy. — Sí señor. Voy por el café al Starbucks. Regreso con el café y caminando hacia su despacho se me iluminan las ideas. «Es que me las va a pagar por creído». Entro a la sala de descanso y busco sal en los estantes. Abro el café del señor Hoffman y echo tres cucharadas de sal. Me río traviesa porque me imagino la cara que pondrá al probarlo. «Vamos a ver qué tal le parece el café al señor». Salgo de la sala de descanso con el café en mano y muriendo por ver la cara que va a poner cuando lo pruebe. Entro a su despacho. —Aquí está su café. Lo pongo sobre el escritorio. Lo coge y lo guía a hacia sus labios. Aguanto los deseos de reírme. Al probarlo pone gesto de asco. —Isabella Rodríguez, ¿Qué demonios tiene el café? —Bueno, no trabajo en Starbucks, pero según sé, tiene café, leche desnatada, canela, vainilla... Se levanta de la silla y me mira muy cabreado. —No soy imbécil, ¿Qué carajos le hiciste al café? —Tal vez confundí la sal con la azúcar, lástima por usted señor. Mosqueado camina hacia mí y me coge del brazo. Siento que me quiere quebrar romper los huesos. «¡Bien!, ¡Lo conseguí, está furioso!». —No quiera conocerme enojado porque créame que no le va a gustar. —Y usted no quiera meterse conmigo. Me aprieta más fuerte. — ¿Qué me va a hacer? ¿Me va a besar como ayer en la noche? Lo tengo a pocos centímetros de mi boca, d***o que roce esos fríos labios sobre los míos. Lo anhelo con la mirada y él me suelta. — Le voy a bajar sus aires de grandeza Isabella Rodríguez, eso téngalo por seguro. Me libero de él, salgo de la oficina maldiciendo una y otra vez a Axel Hoffman, pero muy en el fondo sé que más que molestarme, me duele que sea tan indiferente. ********* Cae la noche, cansada, salgo del trabajo y voy al bar que está a 3 esquinas de mi casa. Veo a dos o tres compañeros del trabajo, pero como no soy muy sociable, me arrincono y juego con el móvil. Pasa media hora y llega Andrés al único que le hablo en la empresa, se lanza hacia mí con afecto y su típica actitud alegre que la caracteriza. —¡Isabella!, ¿Cómo estás? Que milagro verte en uno de estos lugares. —Estoy bien, algo cansada. Hace nada salí del trabajo. — Pues fíjate, que yo estoy igual, nuestro jefe nos odia o algo así, porque desde hoy en la mañana me ha puesto mucho trabajo que hacer, que la poca vida social que empezaba a tener, creo que se extingue. Un mesero (camarero) pasa por nuestra mesa. — ¿Qué quieren beber? — Dos cervezas -responde Andrés — Y ¿tienes novio? —No, y no quiero hablar de eso. — Vale, vamos a despejarnos un poco, entonces, vamos a emborracharnos y a disfrutar. Que hoy es viernes. Comienzo a beber y a beber hasta que de momento todo me da igual. Todo me causa gracia y me río hasta de mí misma. Mi móvil suena, me río como una idiota. Andrés intenta detener que siga bebiendo, pero no se lo permito. Si hay algo que quiero hoy es beber hasta perder el control. —¿Escuchas? ¡Ese es mi móvil! Andrés me mira y riéndose me dice: —Isabella estás muy contentilla, ¿no crees? Muero a carcajadas y tomo el móvil. —¡Hola! ¡Habla Isabella Rodríguez! ¿Quién me habla? —Contesto entre risas, al otro lado se quedan en silencio y eso comienza a parecerme raro —. ¡Oiga, no tengo toda la jodida noche! ¿Quién rayos es? — Señorita Rodríguez, la llamo para saber dónde ha dejado los estados de los inversionistas. Me rio a carcajadas grandes, ¿Por qué me llama? Él podría hacer que alguien busque esos documentos, este idiota trama algo ¡lo sé! —¡Señor Hoffman, presidente! ¿Cómo rayos consiguió mi número? — Veo que usted es más idiota de lo que pensé, su número está en su expediente, Rodríguez. —Donde están los ensayos? —Los estados..., los estados... Ah, esos, pues no sé tal vez los perdí. La verdad es que no tengo ni la menor idea de donde los dejé. Tal vez están en el mostrador, lo siento jefe pero no recuerdo. —Es increíble, además de ordinaria y corriente, borracha. Respondo achispada y molesta por su tono de voz. —¿Borracha yo? Únicamente me divierto un poco, cosa que debería hacer usted. —Haré que no escuché eso porque está borracha. Ahora cállese y dígame donde están los archivos. — ¡Qué no estoy pedo, idiota! Bueno, un poquito, pero es viernes y tengo todo el derecho de beber. — ¿Dónde está ahora mismo? Miro a mí alrededor. —Estoy en un taburete con un trago en mis manos en algún bar de esta estúpida ciudad. —Dígame exactamente ¿Dónde está? —¡j***r, que no sé! Váyase al infierno y déjeme en paz. Cuelgo el teléfono. Salgo del bar y está lloviendo. Me dirijo hacia el aparcamiento al mismo tiempo tambaleándome en los tacones, debo dar vergüenza de ver y eso se me hace gracioso y comienzo a reírme. Me divierte que llueva y que mi vida sea una total m****a. Entre risas me voy caminando sin saber a dónde rayos ir. Me caigo en la calle, raspándome las rodillas y los codos. Andrés sale del bar y al verme corre hacia mí. — Isa, ¿estás bien? — ¡Me he pelado las rodillas! ¿Me curas? Ay, tengo ganas de ir al bañooo. «Estoy alucinando, no de verdad creo que ya comencé a alucinar. El j****o Hoffman, está aquí. No, ya va a joderme la noche». Comienzo a llorar y a reír al mismo tiempo con una botella en la mano a medias. A medida que avanza, veo que los alemanes tienen unos buenos genes. — Lárguese por donde ha venido, nadie lo llamó. Anda, ya lárguese. Es más, coja la botella. Se la regalo —Me descojono sola. Andrés se acerca a Hoffman y avergonzado le dice: —¿Usted puede llevarla a la casa? Si pudiera quedarme lo haría de verdad, pero una chica me espera. Hoffman asiente con la cabeza. Me meto nuevamente al bar y me pierdo entre la gente. Me pongo a bailar agarrando otra botella y el alemán como le voy a decir al estirado de Hoffman me agarra y me saca afuera del bar cargándome como un saco de patatas. Me baja de su hombro y me mira con indigno y serio, comenta: — Quisiera saber si además de hacer el ridículo, usted es capaz de hacer algo productivo. Sonriéndome lo cojo de la nuca y tiro de ella, lo guío a mis labios. Y tirando de su corbata rozo mis labios sobre los suyos mientras nos mojamos por la lluvia. Abraza mi cintura correspondiendo mi beso con salvajismo. Muerde mi labio inferior y mi lengua se encuentra con la suya con suavidad. Enredo mis dedos en su cabello humedecido y solo ruego que este beso no termine nunca, pero se despega de mí y con frialdad me coge de la mano y me sube a su coche, un Lamborghini de infarto, es muy cómodo. Se sube a su asiento y se mantiene en silencio, solamente conduce. Vuelvo a reírme. No sé por qué me rio, pero lo sigo haciendo. —¿A dónde me llevas? — Quieres callarte Isabella, me tienes harto con tanta estupidez, pareces una niña a la que hay que cuidarle la espalda y creo que ya estás muy grandecita ¿verdad? Comienza a hablar por llamada y no sé quién es, no reconozco la voz, pero es una mujer. Es animal o que, estoy aquí y él está hablando con una mujer, pero en ese instante me acuerdo de cómo me trato todo el día y fue como si yo no fuera nadie y me dan deseos de llorar por ser tan imbécil y llegar a enamorarme de este alemán. Llegamos a mi casa y sale mi madre a recibirme. —¡Hola, mama! Mi madre me mira con cara de pena y responde: — Hola hija, dime ahora que pasa, déjamela a mí, yo lo subo — y hace que el Alemán me suelte y comenzamos a caminar, pero de pronto ella se para y yo me volteo y veo que el alemán está agarrando a mi madre por el brazo y le dice: —Déjeme hacerlo señora, usted es ya mayor, sin ofender y podría causarse una lesión por subirla, la subo y me voy de inmediato, no se preocupe. —Bien, camina. Comienzo a caminar de nuevo y esta vez es por ayuda del alemán, me lleva hasta mi cama, me quita los tacones y me arropa con una colcha y se va. No me dice ni adiós o recupérate, no, solo se va, cada segundo más me duele el corazón. ********* Ya estoy en la empresa y el señor Hoffman, ha encargado unos uniformes a las empleadas de su empresa, j***r es demasiado incómodo, «más corto y ajustado no puede ser». Estoy frente al m*****o ordenador como todos los días, únicamente que este día es el peor de la semana, lunes. Sandra me ayuda con el trabajo, ella lleva tres años en la empresa y pues tiene más experiencia con todo lo que tengo que hacer. Sandra me mira y con un gesto de interrogación me pregunta: —Isa, ¿A qué te dedicabas antes? — A ayudar a mi madre con su negocio de pasteles, yo estaba en la recepción y atendía a los clientes y así sucesivamente. —Te gustaba más trabajar para tu mamá, que para el señor alemán, como tú dices ¿verdad? —comienza a reírse y le doy un codazo en el estómago y comienza a reírse más —. ¿Qué?, solo preguntaba. — Si claro, preguntaste y te reíste, no me hace gracia, me canso más en este trabajo que en de mi madre. — Pues concuerdo contigo. —Oye me cubre un rato, quiero preguntarle algo al jefe. — Claro, no te preocupes. Me levanto de la silla y comienzo a caminar hacia el despacho del señor Hoffman. Toco la puerta con los nudillos y espero a que me diga que entre. —Pase. Entro y cierro la puerta. Cuando miro hacia su escritorio lo veo sentado en su silla con la misma chica que vino la otra vez, ambos me miran con una mirada altiva como si fueran mejores que yo. — ¿Qué es tan importante para que venga a quitarme el tiempo? Arqueo una ceja. —Quise venir a preguntarle algo, pero veo que está ocupado. —No, no se vaya, hágame la pregunta ahora. Él está loco o que, no le voy a hacer la pregunta con esa mujer en sus piernas, ¡me niego! — Disculpe, pero no haré ninguna pregunta, usted está ocupado, puedo venir en otro momento. — Dije que no, hágame la pregunta ahora - él ve que no voy a ceder y habla de nuevo, pero esta vez es a la chica y se lo dice en los oídos, esta se para de sus piernas y sale de la oficina -. Ya ahora hable, que tengo cosas más fundamentales que hablar con usted. —Bien, ¿Por qué me busco al bar? Y ¿Por qué me llevo a mi casa? — No me interesa hablar de ese tema con usted, usted llegó a salvo a su casa, eso debería ser lo único importante, ¿no? — Esa no es una respuesta, le hice una pregunta. — Bien, señorita Rodríguez, le responderé, le diré lo que su borrachera no le permitió recordar —Mirando hacia las paredes de cristal me dice-: La llamé al móvil, había extraviado unos estados financieros, me contestó bajo los efectos del alcohol y diciendo idioteces. —«Qué habré dicho... ¡Ay, Isabella, que m****a hablaste mientras estabas borracha!»—. Decidí rastrearla con la señal de su móvil con ayuda de unos amigos y di con usted. No recordaba ni dónde vivía, por suerte ya yo la había llevado a su casa anteriormente. ¿Ya puede largarse? Ceñuda me levanto y enfadada, le respondo: —No, no me iré y le advierto una cosa. No vuelva a meterse en mi vida privada. No tiene derecho, si estoy borracha yo me las arreglo para volver a mi casa, no necesito de usted. — Debería besarme los pies por lo que he hecho por usted, ingrata... — ¿Besarle los pies por joderme la vida? Váyase a la m****a prepotente. — ¿Sabe que estoy haciendo una lista con todas sus groserías? — ¿Y qué piensa hacerme? ¿Azotarme?, ¿Pegarme? Suéñelo, parece que soy la única que le dice sus verdades en la cara y es porque lo tiene bien merecido imbécil. Su rostro se torna sombrío. — Y esta será la última vez que lo haga, si lo hace es simplemente porque se lo permito, estúpida, ordinaria, solamente es una niña que no tiene nada y por eso es que me apiado de usted y no la mando a patitas a la calle. — Bien señor. Salgo de inmediato de su oficina y me voy corriendo al baño de mujeres antes de que comience a llorar en el pasillo. Lo que me dijo, no se lo perdono, es un imbécil que no sabe tratar a una mujer. Cuando me siento mejor, salgo del baño, me encamino a mi escritorio y me siento en mi silla. Tengo el ánimo por el suelo, aunque trato de no darle importancia y no pensar en ello, me duele lo que me dijo el alemán. Trato de sacarme esa imagen de mi mente y es como si me acompañara a todas partes. Hago todo lo que me pide el alemán, reviso papeles y veo que me faltan unos registros, así que voy a buscarlos. Camino hacia el mostrador. Hay una chica pelirroja, de tez blanca y aspecto algo serio. Amablemente le digo: — Buenas tardes, soy Isabella Rodríguez, secretaria del señor Hoffman. El señor me ha mandado a buscar unos registros. Me mira con indiferencia. — Así que tú eres la famosa Isabella Rodríguez... Me mira de pies a cabeza con frialdad. — ¿Cómo sabes mi nombre? — Todo empleado de esta empresa conoce tu nombre. Dime, ¿Qué haces para que el dueño te permita tus groserías? ¿En las noches te metes en su cama? Me cabreo. Como me habla así, no me conoce ni nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD