Narra Allan.
Mi mejor amigo Alex y yo somos clientes frecuentes de Dulce Placer. Un lugar donde las vírgenes son subastadas a través de un catálogo. Las vírgenes son lo mío. Siempre quise una mujer sin experiencia, para enseñarle a como montar, chupar y follar mí polla. Este lugar es visitado por todo tipo de personas de la alta sociedad. Políticos y empresario estaban entre ellos. Yo soy abogado penalista y no me da vergüenza de asistir a un lugar como este.
—Bienvenidos de nuevo—nos saluda Mendoza.
—Un gusto estar aquí, bueno ahora a ver lo que tienes para nosotros—contesto con una media sonrisa.
Alex fue el primero en sentarse, toma de inmediato el catálogo. Luego elige una y paga por ella, ahora era mi turno. Tomo el portafolio y comienzo a hojearlo. Una fotografía de una de las chicas llamó mi atención. No hay forma de ver a las chicas primero. En cambio, Mendoza quien es un maldito enfermo, toma fotografías de cada chica y eso es lo que los hombres pueden elegir. Pero esta mujer era diferente. La mayoría de los hombres no habían hecho una oferta por ella, pero vi algo cuando la miré. No reveló mucha carne y, en comparación con las otras mujeres, estaba más regordeta. A pesar de que trató de ocultarlo, vi esos senos y ese trasero, y tengo que decir que, con ella desnuda debajo de mí, no estoy decepcionado. Se supone que los hombres tienen un tipo, y supongo que eso es exactamente lo que tengo. Amo a una mujer con un poco de carne en los huesos. Soy un tipo grande. Luego de pagar me dirijo a la habitación asignada. Abro la puerta y la veo, era mucho mejor verla en persona, luego le ordeno que se quite la ropa, juego un poco con ella y luego comienzo yo a quitarme las prendas.
Esta mujer sin nombre, es todo lo que anhelaba. Incluso mientras me mira con un poco de miedo en sus ojos, hay algo más, algo oscuro. Ella quiere esto. La vista de su coño resbaladizo es prueba de ello. No debería haber venido esta noche porque ni siquiera sé si puedo ser amable con ella. Entonces recuerdo que no tengo por qué serlo. Ella es mía para tomar. No tengo que ser amable ni hacerle pasar un buen rato. Ella está protegida con el guardia fuera de la puerta. Mendoza se asegura de que sus hombres siempre se queden quietos. Lo último que quería era que entrara el guardia. No me gusta tener gente alrededor para vigilarme a menos que sea yo quien tenga el control. Vi la fotografía de esta mujer y quería saber más. Ella está aquí por dinero, lo entiendo, pero hay algo más. Tengo la sensación de que si pudiera, estaría en otro lugar. En algún lugar lejos de aquí.
—¿Has visto una polla antes?— Pregunto. Ella niega con la cabeza. Yo sonrío. No puedo evitarlo. Es una sensación embriagadora, saber que soy el primer hombre en estar con esta mujer. Una parte de mí quiere marcharse, pero no puedo. Me encanta que se haya depilado el coño. Mantiene las piernas abiertas, tal como le pedí. ¿Se da cuenta siquiera de lo hermosa que se ve, tan abierta? Envuelvo mis dedos alrededor de mí longitud, miro sus ojos marrones. Su labio inferior está succionado en su boca, y me dan ganas de tirar de ese labio. Me acerco a la cama, tomo su mano y la envuelvo alrededor de mí polla. La única condición para esta noche era un condón. Mendoza fue firme en eso. Ninguna de las mujeres busca un bebé o algo más. Una noche de placer. Pagué cien mil dólares por esta mujer. Quiero que cada segundo cuente. Sus dedos están fríos cuando tocan mí piel. Cierro los ojos, aprieto los dientes. El placer es jodidamente intenso. Lentamente, arriba y abajo, le muestro lo que me gusta—.Los hombres son diferentes. Me gusta saber que me estás tocando, así que hazlo con fuerza. Me gusta un toque firme—digo, aprieto su mano. Su mirada sigue yendo de mí cara a mí mano, y luego de regreso—.Eso es, joder, eso se siente bien. Sabes que lo estás haciendo bien cuando me mantengo duro y mi líquido preseminal se escapa por la punta —le explico. Me encanta sentir sus manos sobre mí. El fuego que está prendiendo dentro de mí cuerpo. No puedo parar, y solo quiero inclinarla y follarla tan malditamente que me duele. Aparto su mano de mí polla y la empujo hacia la cama. Agarro sus muslos, me muevo hacia arriba, arrodillándome en medio para que no tenga más remedio que seguir moviéndose hasta que su cabeza esté sobre las almohadas, su cabello castaño extendiéndose contra las sábanas blancas para cuando termine con esta mujer, no podrá caminar durante una semana. La primera vez, era horrible para las mujeres, bueno eso me han dicho ellas y lo he confirmado en la practica. Los condones están en el cajón al lado de la cama, pero no estoy listo para meter la polla. Necesito probar a esta mujer. Desde el momento en que vi su fotografía, sentí esta necesidad de estar aquí. Para llevarla a la cima del orgasmo. Para mostrarle lo bien que podía ser con un hombre. No era así como debería ser la primera vez de una mujer. Debe haber muchas flores, cena y algo especial de antemano. La acumulación de intimidad que tienen todas las demás mujeres. Sin embargo, no tiene tiempo para eso. Lo veo en sus ojos.El dinero para esta mujer es un último recurso. Nunca he sido de los que se preocupan por los asuntos ajenos. Beso su cuerpo, tomo cada pezón en mí boca. Ella se retuerce debajo de mí, y me encanta la sensación de su cuerpo suave contra el mío. Deslizo mí lengua hasta sus senos luego su vientre hasta llegar a su coño. El olor de su sexo es fascinante. Se me hace agua la boca por probar. Ahora soy un hombre quisquilloso. No me gusta probar el coño de una mujer. La idea de poner mí boca donde ha estado la polla de otro hombre no me atrae. Pero esta mujer es pura miel. Nadie ha sabido lo dulce y sexy que es. Me pregunto cuántas veces la han pasado por alto, los hombres simplemente la miran antes de decidir llevar a otra persona. Su pérdida es ahora mí ganancia. Por encima de su coño, abro los labios. Su clítoris está hinchado y se ve tan hermosa. Quienquiera que sea esta mujer, es una belleza. Deslizo mí lengua por su pequeña protuberancia, la escucho jadear. Sus manos aprietan la sábana a cada lado de ella. ¿No sabía que iba a haber placer? Tomando su clítoris en mí boca, lo chupo con fuerza y ese jadeo silencioso se convierte en un grito y enciende mí cuerpo. Sosteniendo la protuberancia entre mis dientes, deslizo mí lengua hacia adelante y hacia atrás. La miro, viendo su arco. Esos senos perfectos, jugosas y maduras están temblando mientras la provoco. Sus piernas permanecen abiertas. Ni siquiera necesito mantenerlos agarrados. Veo el cambio dentro de ella y lo siento cuando su pelvis choca con mí boca. Ella se está acercando tanto. Quiero sentirlo envuelto alrededor de mí polla, pero esta primera vez, no va a ser fácil. Solo pensar en deslizarme profundamente, atravesar esa delgada barrera que la declararía mía, me excita. Quiero esto muchísimo. Llevarla al orgasmo solo alimenta mí necesidad de estar dentro de ella. Tengo que tenerla. En el momento en que su llanto desgarre el aire, terminaré de esperar. No pagué cien mil dólares para darle la versión dulce. Pagué para follarla, sin emoción, sin conexión. Ella tuvo un orgasmo. Uso mis dedos, provoco su clítoris mientras rasgo uno de los condones. Cuando no puede soportar más su orgasmo, uso ambas manos para deslizar rápidamente el látex sobre mí polla. Acomodándome entre sus hermosos muslos, paso la punta de mí polla a través de su calor resbaladizo, golpeando su clítoris. Sostengo mí polla, la coloco en su entrada. Poniendo una mano cerca de su cabeza, la miro a los ojos, los suaves ojos marrones que ahora están ligeramente vidriosos cuando me miran. Pensé que querría verme llevarla la cima. Para deslizarse dentro de su coño virgen. En cambio, quiero ver sus ojos. Para mirar como ella me lleva. Eso es todo. No entro agradable y tranquilo, dándole la oportunidad de acostumbrarse a mí centímetro a centímetro. No tiene sentido eso. Me golpeo hacia adelante, perforando su himen mientras lo golpeo profundamente, yendo hasta la empuñadura dentro de ella. Miro mientras ella grita. Sus manos van a mí pecho mientras arranco su inocencia, robando lo que debería pertenecer a alguien que le importa. Me importa un carajo. Esta mujer es mía. Comprada y pagada. Manteniéndome quieto dentro de ella, siento su coño apretarse a mí alrededor. Hay lágrimas en sus ojos y se muerde el labio. No se han dicho palabras entre nosotros. No debería importarme lastimarla. Me importa una mierda. Me molesta. Ella no es nada. Solo un carajo y, sin embargo, abro la boca—.¿Estás bien?—pregunto. Ella asiente, pero no quiero sacudidas de la cabeza—.Háblame, nena—digo, porque no se su nombre. Se lame los labios, mirando más allá de mí hombro.
—Estoy bien—responde.
Salgo de ella y empujo hacia adentro. Ella gime, sus dedos como garras se clavan en mí pecho.
—No estás bien. Háblame o seguiré haciéndolo. Me gusta la sensación de tu coño envuelto alrededor de mí polla. Puedo estar aquí toda la noche —digo.
—Simplemente ... duele. Sabía que así sería, pero no pensé que sería tan malo—responde.
Paso mí mano por su muslo, presiono su cadera. Su cuerpo es tan sexy. Me encanta. No puedo tener suficiente. Todavía estoy apoyado en una mano cerca de su cabeza.
—Me vendiste esto—digo.
—Lo se—dice.
—¿Por qué?—pregunto.
—No tengo que decirte eso. El señor Mendoza dijo que ni siquiera hay que hablar —responde.
Yo sonrío.
—Odio decírtelo, nena, o hablo o te follo. Tu elección—le digo.
Ella se quedó en silencio por un momento. Pensando en una elección.
—¿Pensaste por un segundo en hacer esto de la forma tradicional donde el hombre invita a una mujer a cenar antes de follarla?—pregunta.
—De ninguna manera. No tengo tiempo para que las vírgenes se enamoren de mí —contesto.
Ella resopló, luego simplemente se quedó callada. Su gesto me molestó.