Riccardo se vio desesperado en aquella orilla mirando la tempestad que cubría su isla con un manto n***o. Su mirada estaba borrosa por la fuerte lluvia que no dejaba de caer y su corazón cada vez más estrujado. Para aumentar su aflicción escuchó aquel grito de dolor que tanta impotencia le causaba. Aquella noche, Riccardo descubrió que podía proteger a Sabrina de cualquier amenaza, pero no de las leyes de la naturaleza, contra eso no tenía oportunidad, ni él ni nadie. El italiano se giró bruscamente para ver aquella luz encendida en la última planta de la mansión. Las puertas de la terraza abiertas de par en par, allí en aquella habitación se encontraba Sabrina en la cama, gritando cuando otra ola de intenso dolor atravesó todo su cuerpo como una corriente eléctrica. La tormenta tamb