Riccardo le hizo el amor de distintas maneras, hasta la saciedad y le resultó poco. El italiano le enseñó a su reina en cada centímetro de aquella cama lo que es el placer y como explorar su cuerpo sin miedo a sentir o a entregarse por completo a un hombre. Sabrina fue suya, totalmente suya y una noche no sería suficiente para calmar el deseo que Riccardo despertó en ella, en esa flor que él con tanto cuidado y delicadeza, mezclados con lujuria y deseo, había explorado sin límites y hecho florecer. Se amaron sin reservas, mancharon las sábanas dejando un rastro de toda la pasión que experimentaron juntos. Riccardo despertó horas después y lo primero que hizo fue buscar a Sabrina en la cama, pero no la encontró. Un hombre como él estaba acostumbrado a abandonar a las mujeres a la mañ