CAPÍTULO VEINTE Royce se abalanzó sobre su amigo Mark, el golpeteo de las espadas de madera llenando el aire mientras se movían de un lado a otro a través de los campos de verano. Royce no podía dejar de notar que ambos eran más fuertes ahora, más rápidos, más endurecidos y mejores guerreros. Ninguno de los dos fue capaz de obtener lo mejor del otro. Se balanceaban y esquivaban como una máquina bien engrasada, probando y empujando las debilidades del otro, mejorando con cada golpe, como lo habían hecho durante las últimas seis lunas. Habían entrenado tanto, que era como si pudieran leer los pensamientos del otro, y mientras Royce se lanzaba, una y otra vez, Mark siempre lo anticipaba, bloqueando o esquivando justo a tiempo. Sin embargo, Mark tampoco pudo acercarse a él. Royce escuchó lo
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