CAPÍTULO TRECE Royce se agarraba de la barandilla del barco mientras se acercaban a la costa. Un momento después golpearon contra las rocas y se sacudían con el empujón de las olas. Chocaron una y otra vez contra las afiladas rocas que servían como costa en la Isla Negra y los muchachos no lograban controlar el barco. “¡Cuerdas!” gritaron los soldados. “¡Anclas!” Royce inmediatamente se puso en acción, con Mark a su lado y junto con los otros muchachos, tomando las grandes y gruesas cuerdas de la cubierta y lanzándolas por la borda. Las cuerdas estaban pesadas, húmedas y eran ásperas, y les lastimaban las manos que ya estaban callosas por las horas remando. Sentían sus manos arder. Mientras Royce arrojaba las pesadas cuerdas por la borda y se aseguraba de que estuvieran atadas al másti