Capítulo 21: Una sucia jugada y comienzo del capítulo 22

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—Creo que —me aclaro la garganta. —Sí, no es agradable tener cámaras grabándonos —dice Evan. —¡Chicos!, ¿qué tal el agua? Debe de estar muy caliente —dice Joy acercándose al jacuzzi. Es obvio que lo ha dicho con doble sentido. —¡Vaya!, es bastante grande —dice Adam apareciendo detrás de Joy. —Sí, hay espacio para todos —responde Evan. Adam se mete y se sienta enfrente de Evan. —Sam, voy a necesitar que me ayudes a cerrarme el traje de baño, por favor, si no es mucha molestia —dice Joy. —¡Ufff! Qué suerte tienes Sam, a mí me encantaría ayudarla —dice Adam. Ruedo los ojos, y me salgo del agua. —Sí, vamos —respondo, y la sigo al interior. Joy me mira de manera pícara. —Mi habitación está por acá, sígueme —dice, y lo hago. Entramos y veo que es más pequeña que la mía o eso creo. —Bien, la verdad no necesitaba ayuda para ponerme el traje de baño, pero si necesito ayuda con Vincent. Frunzo el ceño. —Lo lamento pero… —No, aceptaré un no por respuesta —dice, y por su expresión no está bromeando. Frunzo el ceño de nuevo y me cruzo de brazos. Sonríe sin mostrar los dientes. —Verás, no me gusta que me espíen. Dejo de fruncir el ceño, ahora la veo sorprendida, me descruzo de brazos. —No te hagas la boba —dice. —Espera —respondo—. Si lo dices por el beso que te diste con Vincent en la mañana, eso no es nuevo para mí, porque me dijiste y te cito: «Esta noche le haré una visita a su casita a Vincent». Ahora su sonrisa se ensancha. —Sí, lo dije, pero no puedes tomarte en serio todo, pude haber estado bromeando, pero ahora que me has visto besándome con Vincent, las cosas cambian. Sonrío con ironía. —Haber si entiendo, ¿intentas obligarme a que te ayude? Te recuerdo que tú no tienes nada en mi contra. Sonríe con gracia. —¿Obligarte? ¡Uy!, qué rudeza. No es obligatorio, pero de hecho, sí, tengo algo en tu contra. Te escuché cuando le dijiste a mi querido Vin, que querías saber qué le pasó a tu noviecito, a Evan. —¿Qué harás? ¿Acusarme con Evan? ¿Es en serio? —pregunto molesta. —No, no lo haré, al menos que me ayudes con Vincent. Mi Vin y yo estamos locos por dar el siguiente paso. —Pensé que lo habías logrado en su casita. Pierde la sonrisa, pero se recupera rápidamente. —No te conviene provocarme, pero me gusta tu personalidad, eres desafiante. Hoy en la noche quiero estar con Vincent, pero es arriesgado que yo suba o que él baje, así que vas a pedirle al doctor Costa que pasemos la noche juntas, como una pijamada. Ya sabes que en el centro no podemos hacer eso. En cambio, no sé si te diste cuenta, pero a las parejitas les dan pase libre aquí en el Edén. Evan y tú pueden revolcarse si quieren y no pasa nada, pero Vincent y yo no podemos, y lo sabes. —Está bien, pero ¿cómo puedo confiar en ti? ¿cuántos favores vas a necesitar para dejarme en paz? Me sonríe de nuevo con gracia. —Tranquila, Samy, no soy el diablo. Tampoco es tan jugoso lo que tengo de ti. Capaz Evan entenderá o tal vez no —dice, y se toca los labios con los dedos. Está fingiendo que está pensativa. —¡Por supuesto que sí!, lo vas a exprimir —digo. Me mira con expresión de burla. —¡Qué bueno que no eres bruta!, Samy. Te falta mucho por aprender. Me salgo de la habitación cuando veo que comienza a desnudarse. Estoy furiosa, «es un pedazo de mierda». Suspiro. Tendré que hacer lo que me pidió, ya que no quiero saber cómo se sentirá Evan si descubre que intenté indagar en su vida sin su permiso. Por un momento me he olvidado en donde estoy. Estas no son vacaciones, somos jóvenes que intentamos quitarnos la vida y tenemos un pasado turbulento. No quiero regresar al jacuzzi, no estoy de humor para escuchar las estupideces de Adam y Joy se va a unir pronto a él. Me dirijo a la cocina, necesito un té caliente. Me detengo en la entrada y me apresuro a echarme hacia atrás. «No puede ser, Costa con la sobrina del ama de llaves». Él la tiene sentada en la isla y ella tiene su mano encima de su m*****o viril. No entiendo nada, «¿Será que así es como la mantiene callada?». No tiene sentido, ella podría perder su trabajo por hablar de fantasmas, pero ahora se está enrollando con su jefe, por decirlo así, aunque Costa es un empleado más, uno con más poder que una empleada doméstica. Y de paso, la chica es joven, creo que tiene solo dieciocho años. Me voy, menos mal que no se dieron cuenta de mi presencia porque Costa me estaba dando la espalda y la chica estaba con los ojos cerrados besándolo y tocándolo. Me siento extraña, como si estuviese armando un rompecabezas, pero necesito pruebas. Si tan solo tuviese un celular con cámara, pero aquí no permiten, «al menos que». Regreso al jacuzzi, pero Evan no está. Adam abre los ojos y me ve. —¿Y Joy? —me pregunta. —En su habitación, ya viene y ¿Evan? —Ha ido al baño, aquí hay baños, yendo por el pasillo de allá —dice y lo señala con la mano. Sonrío de medio lado. —Gracias, iré al baño. Me mira sorprendido y luego me guiña el ojo. Hago el intento de no rodar los ojos. Todo lo lleva a lo s****l, es patético. Cuando estoy por entrar al baño de mujeres veo a Evan saliendo. —Sam, pensé que no regresarías, ya estaba por irme —dice. —Sí, te vine a buscar para decirte que me iré a bañar y leeré un poco después. —Escucha, esta noche… —Esta noche no puedo hacer nada. Me siento muy cansada. Dormí algo, pero quiero aprovechar y descansar bien, completamente, porque en el centro la actividad paranormal es más intensa que aquí. Disculpa por interrumpirte, pero no puedo hacer planes para esta noche. Se ve un poco desconcertado. —Sí, te entiendo, la has pasado mal y tienes que recuperar energías —dice, y me acerco para darle un pequeño beso en los labios. —Gracias por entenderme —digo, y me voy. Capítulo 22: Costa Un violador, un hombre que se aprovecha de su profesión para violar a jovencitas. Su debilidad son jóvenes adolescentes, pero su lista de chicas violadas comprende las edades de dieciocho a veintidós años. Para cuando alguien lee esta carta, yo ya no estaré viva para poder contar mi historia, ni mi espíritu estará atado al centro de rehabilitación Mar y Tierra o a mi querida Canadá. Me voy a suicidar aquí en Londres. No puedo más, la culpa me está matando porque yo fui partícipe, no directamente, pero lo descubrí. ¿Por qué no lo denuncié? Porque tuvimos una hija, yo fui paciente de Costa y me enamoré de él, pero al principio tuvimos que ocultarlo porque fui la primera menor de edad en su vida y la única. Lo conocí a los quince años de edad y me embaracé a los dieciséis. A los diecisiete descubrí la clase de monstruo que es, pero por el bien de nuestra hija, no pude hacer nada. Trabajé como empleada doméstica del centro Mar y Tierra, y luego como cocinera, hasta que cumplí al fin los dieciocho años y logré convencerlo de que quería estudiar en Londres, mi país natal, me dejó ir, pero la niña solo podía irse de vacaciones conmigo, nos la compartiríamos. Eso es demasiado para mí. Comencé a pensar en cómo hacer para quitarle a la niña, así que, le he hecho creer que la niña fue producto de una infidelidad, le dije que me acosté con otro paciente; para mi sorpresa, me creyó. Le cambié el nombre a mi hija y el apellido, y la di en adopción. Ya no tengo más nada que hacer aquí en la tierra. Peter Costa es un violador y jamás volverá a ver a mi hija. Mi pequeña, todavía no cumple los tres añitos. Hija, espero que tengas una vida feliz, larga y muy saludable, perdóname por dejarte sin madre, pero no puedo más con esto. Te amo.

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