Esteban
No podía sacar de la cabeza el grito de la niña, ni siquiera podía dejar de pensar en cómo me sentía al respecto con eso, ni a Marie.
Todavía sentía el sabor de sus labios en mi boca, era como si se hubiera instalado ahí, recordándome qué, lo que pasó momentos atrás, no había sido un sueño, que en realidad la había besado, que la volví a sentir y fue igual que hace seis años atrás.
Ahora todo resultaba demasiado abrumador, porque necesitaba más, quería más de lo que sea que pudiera darme.
Llegué a la casa con una erección dolorosa, mi pene se apretaba contra el cierre de mis vaqueros con fuerza, algo que me hizo maldecir de nuevo, sobre todo cuando la causante de la situación no se encontraba tan lejos como para remediarlo.
Aunque ahora tenía algo más de lo que ocuparse que de
