Mi niña

2085 Words
Era absolutamente imposible, a pesar de que los documentos afirmaban que ahora yo iré a la dueña de una fortuna inmensa; mi mente no terminaba de procesarlo. —Me cuesta creer que esto sea verdad. No entiendo de dónde salió tanto dinero y cómo podría manejarlo. —Su padre tenía mucha fe en que usted encontraría la manera. —Pero ¿por qué yo? Es decir, ¿por qué no dejárselo a mi hermano mayor? Él está casado, y su esposa es una excelente economista, la candidata perfecta para esto. —Usted lo ha dicho, está mencionando a la esposa de su hermano, no precisamente a él, y su padre creyó conveniente que sería mejor que usted lo manejara. Cuando su padre estuvo con vida, me habló de la relación que llevaba con su hijo y que él prefirió ir por el camino fácil. —De acuerdo, entiendo que Filipo sea un hombre extrovertido, pero... —Extrovertido no fueron las palabras que yo oí; sin embargo, no estoy aquí para juzgar a nadie. No es mi trabajo. Solo estoy cumpliendo con la voluntad de su señor padre. Entonces cerré los ojos y toqué mi vientre. —De acuerdo, si así fue decidido, me haré cargo, pero solo tengo una condición. —Señora, no puede poner condiciones. Todo pasará a su nombre, y usted será una mujer con mucho poder. —Si algo he aprendido al vivir en casa de mi esposo es que el dinero no solo representa poder; te vuelve blanco de muchas amenazas y problemas. Por ello, no quiero que jamás se me vincule a una cifra tan exorbitante. Deseo que todo se mantenga en el anonimato. —Lo comprendo, y es la primera vez que oigo eso. Sin embargo, creo que podría arreglarlo. Así que está bien, señora, no se preocupe. Con la mirada agradecí al abogado, quien, tras terminar su trabajo, se despidió. Cuando me quedé sola en casa, pensé en llamar a mi hermano. La última vez que habíamos conversado fue hace tantos años que casi lo había olvidado. En ese entonces, yo recién me había comprometido con Knox, y fue el mismo día en que me enteré de que mi hermano se había casado con una adinerada economista. Sin embargo, él no se había presentado con ella, lo cual me parecía muy raro. Pero en fin, para hablar de matrimonios perfectos, yo no era la más adecuada. —"Ay, bebé —suspiré, acariciando mi vientre mientras caminaba por la sala—. Sin siquiera conocerte, tu abuelito te hizo un regalo maravilloso. Pero sabes algo, aunque tengamos ese dinero, tendremos que vivir una vida sin lujos. No quiero que el dinero haga que cambies o te haga de una mentalidad como la de tu padre o la de tu tío. —Sin embargo, ¿por qué siento esta creciente soledad en mi pecho? Cambiaría todo ese dinero por al menos unos minutos más para estar con mi padre. Tengo el dinero, tengo una casa, pero me siento tan sola. Mis ojos amenazaban con llorar; sin embargo, ahogué el nudo en mi garganta y volví a mantenerme firme. No podía darme el lujo de ponerme sentimental. Es el momento de pensar; había muchas cosas que ahora dependerían de mí. Mientras estaba pensativa, escuché el timbre de la puerta. Rápidamente, me acerqué para contestar y descubrí un inmenso arreglo floral que me embriaga con un dulce aroma, ocultando el rostro de quien lo sostenía, hasta que este se hizo a un lado y observé la sonrisa cálida y brillante de mi amigo. —¿Flores para mi lady? —Nico... —¿O quizás unos chocolates? —levantó con su otra mano una caja de mis chocolates favoritos—. Creo que el bebé dijo que sí. … Con el pasar de los días, me tuve que hacer cargo de la casa que en vida pertenecía a mi padre, lo que representaba una sensación extraña. En cada habitación sentía la brisa que ingresaba por la ventana, como un beso que me recordaba aquello que me dejó en su carta de despedida, que no estaría sola. Y realmente necesitaba tanto de él, pues no tuvo que pasar mucho tiempo para que los medios empezaran a hablar de mí como una vulgar mujer que supuestamente ya tenía un amante y que mi marido al descubrirlo me pidió el divorcio. Que fácil era hablar cuando no se sabía la verdad. —Es una tontería —dije apagando el televisor, suspiré al sentir que mi pecho se ahogaba, no era bueno acumular ira en mi estado. Pero el destino parecía estar en mi contra, pues cuando me dirigía a la cocina para beber algo de agua, alguién llamó a mi puerta, creí que se trataría de Nico, pero no fue así. —Ni… ¿¡Tú!? —mis pupilas se contrajeron al verla, y sin ninguna vergüenza se metió a mi casa, agitando su cabellera rubia, mientras contoneaba sus caderas. —¿De modo que esta es la pocilga donde vives? Creí que sería peor… pero no está mal… —sonrió con burla—. Aunque claro, tú si estás como imaginaba. —¿Cómo supiste donde vivo? ¿¡Quién te dio mi dirección!? —¡Ja! Eso no importa, el caso es que estoy aquí por un solo motivo, y creo que puedes intuir la razón —ella pasa la mano por su notorio vientre—. En mi se forma al futuro y único heredero de los Kofler. Nico ya me lo había dicho, pero no pude evitar sentir un nudo en el pecho. —Vaya, por tu expresión parece que ya lo sabías… Mejor así —me guiña el ojo—. Esto será más fácil, pues no somos tan distintas después de todo. —¿¡Con qué derecho vienes a mi casa!? ¿Qué te hace creer que tú y yo somos iguales? —estaba a punto de perder la compostura. —Sé que esperas un hijo de él, así que seré directa, ¿cuánto quieres para deshacerte de eso? —su voz hizo eco, dejando mis labios entreabiertos al no poder creer lo que acababa de escuchar. —Fuera… —Dime rápido tu precio, no tengo todo el tiempo del mundo. —¡Fuera de mi casa! —señalé la puerta con rabia. —¡Pero que estúpida! Te estoy ofreciendo dinero, mucho más de lo que mereces por el engendro que esperas. —¡¡FUERA!! —grité tan alto que sentí un dolor en mi vientre, y Elena retrocedió maldiciendo entre dientes. —Te vas a arrepentir, no tienes ni para tragar, ya verás que ese hijo tuyo será tu sufrimiento, porque el único hijo de Knox es el que yo llevo en mi vientre. —¡LÁRGATE! Elena se fue y mis ojos ardían, me sentí casi desfallecer, toqué mi vientre y con el nudo en mi garganta le pedí perdón por lo que le estaba haciendo pasar. Intenté respirar hondo, los nervios querían hacer estragos en mi cuerpo, mis manos empezaban a temblar, pero me resistí, no derramaría una sola lágrima. Subí a mi habitación, buscando recostarme. Tenía que ser fuerte, muy fuerte… Caminé frente al espejo de mi habitación, mirando mi reflejo, sentí un nudo en mi pecho, pues después de tantos días al fin me fijaba atentamente en mi apariencia. —Soy Lucia Lucchelli, heredera de una fortuna inmensa y portadora de una responsabilidad que nunca imaginé recaería sobre mis hombros. Aunque enfrenté desafíos y críticas injustas, debo mantenerme firme en mi determinación de preservar la privacidad de esta nueva riqueza. Cuando nazcas bebé, verás a tu madre como una mujer fuerte, decidida, capaz de darte el mundo, te lo prometo. … Frente a mis ojos, los meses transcurrieron. Me encargué de invertir en una empresa fabricante de equipos médicos y laboratorios, no sabía que tan bien me iría, pero era un riesgo que debía correr, sin embargo me asesoré para hacer los movimientos financieros. Mi objetivo no era simplemente aumentar la fortuna, sino contribuir al bienestar de la sociedad a través de avances en la investigación. Lo cierto es que ya desde antes de casarme había trabajado en este medio, y fue de esa manera que conocí a Knox, por lo que no era nada nuevo para mí. Esa mañana Nico me visitó como lo hacía cada semana, pero aquel día su semblante era diferente. —Nico, que bueno ver… ¿pasa algo? —No creo que esta noticia te agrade. —¿Por qué lo dices? —Nació… —¿Qué? —pregunté como si mi mente se bloqueara. —El hijo de… Knox y de esa mujer. —... Bien por ellos —suspiré en voz baja y volví a sentarme para tomar mi laptop y revisar el trabajo. —Lucia, ¿estás bien? —¿Por qué debería estar mal? —Es que ese bebé… —Ese bebé no tiene la culpa de nada, es solo una criatura inocente en este mundo —respondí sin apartar mi vista de la pantalla—. Además, Knox mandó a su abogado hace una semana, no estamos más casados, así que solo es cuestión de tiempo para que presente a Elena como la madre se su hijo. —¿Y qué hay de ti? ¿Estás bien con eso? —Estoy perfectamente bien, mi bebé está en buenas condiciones y yo tengo trabajo, eso es lo más importante. —Pero sabes que puedes contar conmigo, eres mi mejor amiga. —Y yo lo aprecio, sin embargo, eso no quita lo agitada que se ha vuelto mi vida. Nico me ofreces tu ayuda, pero también tienes una vida, y yo no puedo abusar de tu confianza. Conversamos durante un largo rato. Las intenciones de Nico eran las mejores, pero en el fondo yo sabía que parte de él tenía esperanzas que yo aceptara su propuesta y no quería causarle falsas ilusiones. Nos despedimos luego de que él recibiera una llamada de su trabajo, y yo me quedé sola para seguir con mi trabajo. —Una casa tan grande… —suspiré cuando subí las escaleras—. ¡Ya basta! —me dije a mi misma cuando la nostalgia estuvo a punto de invadirme—. Prometí no llorar, y no lo haré ahora. No soy la primera ni última mujer en criar un hijo sola, y tengo un sueño que debo cumplir. Tengo trabajo que debo hacer —dije decidida. Luego de reunirme con los dueños del laboratorio, recibí la llamada que tanto esperaba, para entregarme el pedido que yo había encargado, donde se revelaba el sexo de mi bebé. En mi última consulta le había pedido al médico que no me lo dijera en ese instante, pues en mi corazón sentía que él también tenía derecho de saberlo. —Estaré ahí en breve —contesté y rápidamente detuve un taxi que me llevaría al lugar que tenía en mente. Horas después, caminaba sobre el pasto fresco y la emoción en una cajita cuyo color diría mi destino. —Papá… —intenté sonreír arrodillándome para colocar el pequeño pastel frente a la tumba de mi progenitor. Creí que tendría muchas cosas que decir, pero nada salió de mi garganta. Las flores que había llevado se movieron con la suave brisa, algunas hojas cercanas volaron de los árboles y mi corazón latió tan fuerte como nunca lo había hecho, y usando una copa, presioné sobre el pastel, para finalmente observar el color rosa. —Niña… —y tras meses de haber guardado mis lágrimas; estas escaparon con un sollozo que por fin liberé—. Papá, es una niña… Es una niña… una niña—dije, elevando la mirada al cielo—. Mi niña… ————— Juré que haría todo por lograr mis objetivos y nada me detendría. El esfuerzo y el arduo trabajo en mi vida en todos esos años dieron frutos y aquel día salí después de reunirme con los inversionistas para la firma de mi propio laboratorio, lo había logrado. —¡Si! —exclamé de alegría al entrar a mi casa—. Tengo que llamar a Nico para informarle la buena nueva. Cuando estaba por llamar a mi mejor amigo, una singular risa le dió el toque faltante para que este sea el mejor de mi vida. —¡Mami! —apareciendo de sorpresa a mis espaldas, mi dulce niña me recibió en casa.
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