CAPÍTULO VIII-1

2004 Words

CAPÍTULO VIII Melinda despertó y se preguntó dónde podría estar. Un alto pilar de piedra se elevaba frente a ella, hacia un techo curvo. Entonces recordó y se sentó en los suaves cojines de terciopelo rojo sobre los que había dormido toda la noche. Había comprendido, cuando se acercó a aquella hilera de bancas en la iglesia, que aquéllos debían ser los asientos que ocupaba la familia. Había sentido el fino tallado de la madera de la puertecilla que tuvo que abrir para entrar, y observó los acolchados asientos y el suave cojín para arrodillarse a orar. La iglesia, cuyo olor a hume- dad y a tiempo, se mezclaba con la fragancia de las flores del altar, fue para ella un santuario. Se había deslizado, a la débil luz de la luna que entraba por los vitrales, a todo lo largo del pasillo, para ll

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