DESPROTEGIDAS
*LEONARDO*
Caminando por una calle estrecha, la gente inconscientemente se aparta de mi camino. Es como si su sexto sentido les dijera que se movieran, que el peligro se acerca. La muerte sigue a hombres como yo. Nosotros hacemos el trabajo sucio, la caza, la tortura, la matanza, mientras que la muerte solo reclama el alma. Crecí en esta vida, así que es una segunda naturaleza para mí, lo difícil es encajar con el resto de la humanidad. Actuando como si yo fuera uno de ellos.
―Señor, ya lo tenemos.
―¿Lo llevaron al bar de siempre?
―Sí, ya los muchachos lo están calentando.
―Buen trabajo.
Terrenal, vulnerable, inofensivo. Sin embargo, no hay nada seguro en mí, al igual que mi gente, y mi difunto padre, soy un detractor de oficio. Es lo que mejor saben hacer los Leopardos: He sido entrenado por los mejores, soy capaz de acabar con una vida en un par de segundos.
―Señor, está en la bodega.
―Vamos a ver este muñeco, espero que esté dispuesto a cantar. Primero observaré que todo esté tranquilo.
He hecho de Potenza mi hogar porque es una ciudad de Italia, es callado y pacífico. Mi casa está más arriba en las montañas, pero aun de esa manera no estoy completamente separado de la civilización. Es lo suficientemente aislado como para ver venir a un enemigo y no tener que interactuar con ningún vecino.
Al entrar en uno de los bares locales, tomo asiento al final de la barra, me da una vista perfecta de todo el lugar. Echo un vistazo a los otros clientes y luego saco mi teléfono para revisar mi último contrato.
―Hola ―escucho una voz femenina, y mi cabeza se levanta.
Una chica que no había visto aquí antes me sonríe desde el otro lado de la barra. Por un momento, solo puedo mirar. Supongo que tendrá poco o más de veinte años, cabello castaño claro, ojos grises y rasgos asombrosamente deslumbrantes.
―Hola… ―he visto algunas mujeres hermosas en mi vida, pero hay algo en esta chica que realmente me llama la atención.
Discretamente, le doy la vuelta a mi teléfono para que no vea la pantalla, los chicos me han enviado foto del hombre que hemos capturado. Ella inclina la cabeza y su sonrisa crece, su brillo ahuyenta la oscuridad que me rodea, no es algo habitual.
― ¿Qué le gustaría tomar, caballero? ―pregunta mientras un hoyuelo asoma por su mejilla derecha, haciéndola parecer la definición de la alegría. Se forma un ligero ceño en mi frente.
―¿Eres nueva aquí? ―ella asiente.
―Comencé ayer, señor, le gustaría probar algún vino o cerveza. ―se ve feliz por el hecho de estar aquí e incluso se mueve un poco sensual, lo cual debo admitir que es lindo.
―Una Sambuca… ¡Por favor!
―Viene enseguida, disculpe si soy lenta. ―ella comienza a girarse, luego hace una pausa―. Oh, cierto, casi lo olvido. Soy Antonella. ―asiento con la cabeza y luego veo cómo se pone a trabajar. ¡Antonella!
El rastreador que hay en mí comienza a preguntarse de dónde es ella, qué está haciendo aquí y cuánto tiempo se quedará. Su acento es italiano, probablemente es una hija de algún empleado de este sitio.
―Señor, ya es hora. ―me susurra el hombre que me acompaña, Aparto los ojos de ella y, volviendo mi atención a mi teléfono, aclaro mi mente y me concentro en mi próximo trabajo.
Ella me sirve el trago, me tomo de un sorbo la bebida, ella se queda con la boca abierta, le dejo el dinero y me marcho hacia la bodega. Cuando bajo miro al tipo bañado en sangre, ya mis muchachos lo calentaron, espero que hable, lo interrogo y él enmudece, al parecer le gusta que lo torturen. Ordeno que le den un poco más, después los detengo, me le acerco y él no puede abrir los ojos, los tiene hinchado.
―¡Es mejor que hables! No tengo mucha paciencia.
―No puedo, me matarán, no solo a mí, sino también mi familia, ten compasión.
―¿Acaso consideras que saldrás vivo de aquí?
―Es por mi familia, sé que cometí un error.
―Yo también puedo seguir tu familia, mejor desembucha, no quiero llevarme gente inocente por tu culpa.
Lo tengo del cabello cuando se escucha un cristal romperse en mil pedazos, todos volteamos a ver hacia la entrada, mis ojos se conectan con los de ella. Uno de mis hombres de inmediato la coge del cabello, ella cierra sus ojos y reza, suplica por su vida con la vista cerrada.
―Ella ha de haber escuchado todo, tenemos que desaparecerla.
―Ella no ha visto ni escuchado nada. ―digo sin pensarlo mucho.
―Don Leo, ella puede identificarlo.
―Es cierto eso, muchacha.
―Juro que no diré nada a nadie, por favor soy el sustento de mi casa. ―sé que miente.
―Señor, hay que eliminarla, ella puede hablar de nosotros. ―en eso entra el dueño del bar.
―Don Leo, no sabía que había llegado. Antonella, ¿qué haces aquí?
―¿Ella es tu empleada?
―Jefe, solamente vine a dejar unas botellas vacías. Juro que no vi nada.
―Don Leo, ella es una buena chica, yo respondo por ella. Por favor, discúlpela, no lo hizo con malicia.
―Bueno, ya escucharon, la mujer no va a hablar.
―Pero… ―dos de mis hombres querían objetar, les puse mi mirada matadora y guardaron silencio rápidamente.
El dueño del bar la saco de inmediato, nosotros continuamos en los nuestro, el maldito político corrupto no dijo nada, el temor a ellos pudo más que salvar su propia vida, los hombres que me acompañan se encargaron de él.
―Encárguense de él, averiguaren, por otro lado.
―Por favor perdóneme la vida, tengo dos hijas…
―Quien te mando a usar dinero mal habido, desde el momento que lo aceptaste tu vida está condenada.
Escuche cuando cayó al suelo, un tiro le atravesó la sien, con un arma que llevaba silenciador, los de arriba siguen en su mundo. Mi trabajo me ha deshumanizado tanto que es difícil sentir emociones y tener conversaciones normales.
*ANTONELLA*
Después de que ese hombre guapo se marchó bebiéndose la copa de un solo trago, despache a dos tipos más, aún siento esa mirada sobre mí, es algo extraño, como si me recordara a alguien, pero imposible, no lo he visto antes.
―Antonella, lleva las botellas vacías, por favor al sótano.
―¡Voy en seguida! ―estoy trabajando porque mi hermana está en terapia y hay que pagarlas, eso sin contar los gastos escolares, mi padre cuando regresa de sus viajes misteriosos nos da dinero, luego desaparece un buen tiempo, sin decir nada.
Al bajar al sótano veo un hombre amarrado en una silla, su cuerpo está lleno de sangre, me asusto, suelto una de las botellas, el miedo se apodera de mí. Me tiembla el cuerpo involuntariamente, dos hombres me sujetan, uno de ellos me agarra fuerte del cabello, de milagro me he salvado, ese hombre que vi en el bar es uno de ellos, pero se apiadó de mí. Salí de ahí y me fui del bar rápidamente, estoy aterrorizada, no podía quedarme, siento que las fuerzas me abandonaran en cualquier momento.
Al entrar a la casa escucho unos gritos, me asomo al despacho de mi padre, es él y otro tipo que están discutiendo, escucho cómo lo amenaza, ni siquiera sabia que él había regresado, me asomo para que me vean. ―Está todo bien aquí.
―Hija llegas temprano.
―Es que no había mucha gente en el bar.
―Me voy, espero que la próxima vez lo tengas, no juegues con el patrón. ―el tipo sale empujándome de mi hombro, a tiempo me hice a un lado.
― ¿Quién era ese hombre, padre?
―Nadie mi amor, pasa adelante, cierra la puerta, siéntate por favor.
―Te noto nervioso. ¿Qué está pasando?
―Tú estás pálida, ¿Te paso algo?
―No nada, solamente no me siento bien, corrí hasta la casa, ya se me pasará.
―¡Te llevaré al médico mañana!
―No es necesario, ¿Qué querías decirme? ―mi padre saca de debajo de la alfombra una caja.
―Hija, quiero que guardes esto. ― me entrega una caja pequeña― Hazlo en un sitio donde solamente tú lo sepas, que nadie se entere, jamás se lo comentes a nadie. De esto dependerá tu futuro y el de tu hermana.
― ¿Qué es esto?
―Un mapa, ya no lo puedo tener conmigo, de ti nadie sospechará, ocúltalo lejos de donde tú estés. Nadie debe saberlo, si algún día sientes gran necesidad úsalo.
―¡No entiendo nada, padre!
―Ten, ahora es tuyo, eres tan preciosa e inteligente, lamento que te haya tocado un padre como yo.
―No entiendo, ¿por qué dices eso? Tú nos sacaste adelante a mi hermana y a mí. ¿Qué has hecho padre, dímelo?
―Nada hija, nada, solamente me metí con las personas equivocadas, ahora quieren este tesoro, debes prometerme que no confiaras en nadie, tienes que ser lista, no permitas que las dañen.
― ¿Quiénes son esas personas, padre? ―suena a despedida, no sé qué está pasando, pero esto no me está gustando, primero soy testigo de cómo golpean a un hombre que por su ropa es alguien importante.
―Son personas peligrosas, rigen esta ciudad, todo lo quieren controlar, debes prometerme que esconderás este mapa y que cuidaras de tu hermana.
―Te lo prometo. Aunque me estás asustando, no quiero perderte.
Después que tuvimos esa plática, enterré esa caja en mi sitio preferido, sé que en ese sitio nadie la va a encontrar, porque nadie lo conoce más que yo, al día siguiente me toco ir con mi hermana al psicólogo, ella está mejorando su condición de claustrofobia. Mi padre ha desaparecido de nuevo, nunca deja ni siquiera una nota, eso es costumbre, pasamos la noche las dos solas, no fui al bar a trabajar, tengo miedo.
―Hermana, porque nací con esa condición, yo quiero ser normal.
―Pronto estarás sana de eso.
―Mi padre no va a venir hoy, nuevamente ha desaparecido.
―No lo sé, ya lo conoces, duérmete mañana te toca clase. ―las dos dormimos en el mismo dormitorio.
―Hermana, te quiero mucho.
―Yo también te amo, eres muy importante para mí y mi padre.
Al día siguiente las dos fuimos al psicólogo, al parecer le han dejado unos ejercicios y más medicamentos, algo que ella no quiere seguir consumiendo. Yo la comprendo, pero tengo que presionarla es por su bien.
―Tienes que poner de tu parte, sabes que siempre te voy a cuidar.
―Lo sé, eres mi hermana mayor. Te portas como una madre, eso lo aprecio mucho.
Le besé la frente, le hice la comida y se marchó a la escuela, es difícil para ella su condición, decide caminar porque el transporte público la sofoca, estaba aseando la casa cuando un estruendo se escucha en la sala, me asusto, corrí a ver que está pasando.
―Papá ¿Qué tienes?
―Hija, tienes que irte de aquí, llévate a tu hermana. ―es sangre, estás manchado de sangre. Mire la herida en su costado, mis lágrimas salen de inmediato, lo tengo en mis piernas, no me importa llenarme de su sangre.
―Papá. ¿Quién te hizo esto?
―Fueron… hija, ve a esta dirección. ―me entrega un papel― Esta persona te protegerá.
― ¿De qué me protegerá? ¿Qué estás diciendo, papá?
―Es alguien que me debe un favor, su nombre es Alessio, dile que vas de parte mía, él te auxiliara.
―Papá, quien te hizo esto, ¿por qué debo huir de nuestra casa?.
―La organización para la cual trabajo… ―su mano que acariciaba mi rostro cayó sin fuerzas al suelo, en ese momento supe que había muerto en mis brazos. Me espanté, no me cercioré de su muerte.
―Papá, papá, no nos dejes, papá. ―llore desgarradoramente, ahora si quedamos desprotegidas, al menos sabía que él estaba por tiempos con nosotras, abro el papel y miro la dirección, es algo lejos de donde estamos, en eso la imagen de mi hermana se me vino a la cabeza.
Coloqué a mi padre a un lado, subí por mis papeles y la ropa de ambas, cuando estoy por bajar las escaleras escucho cómo tiran la puerta de la sala, alguien ha entrado a la casa.
―Busquen en cada rincón y no dejen a nadie vivo. ―escucho la voz de un hombre, me paralizo.